“No puede pasar una navidad sin mí, por donde vayas ahí estoy, espero que te portes bien y sobre todo, que aun creas en mí”
— ¿Piensas buscar ahora o estas muy ocupada? —Jay reclama.
Suspiro, mi paz desaparece con él cerca. —No creo que sirva de algo, ya van dos días sin objetos.
—Pero hoy puedes encontrar el tercero —afirma—. Diego y Sarah también llevan dos, podemos ganarles.
No quiero ganarle a Diego y Sarah me da igual. —Mira, hoy no puedo ir corriendo por todos lados, me lastimé las rodillas.
Jay se pasa una mano por el cabello. —Siempre usas excusas para todo.
—Es verdad, me lastimé —señalo—. Así que si quieres, puedes buscar tú.
—Eres la peor compañera de trabajo —me acusa.
Ruedo los ojos. —No lo tomes tan enserio, además tú puedes buscar solo, la última vez fuiste tú quien lo encontró yo solo te acompañé.
—Eso haré —dice, molesto—. No te necesito pero te diré algo, Allana, sí estás ayudando a tu noviecito no me importa. Yo ganaré.
—Si tú ganas significa que mi familia ganó —replico—. No todo es sobre ti.
Entorna sus ojos, parece que va a responder algo más pero se contiene, respira profundo. —Escucha, yo… —aclara su garganta—, los primero días no nos llevamos mal, ¿verdad?
Se refiere a aquella vez que no fuimos a la fogata y estuvo con él, pero esa noche también fue cuando Sarah lo abrazó y él me ignoró. —Jay, hablo enserio, no puedo ir por todo el campamento buscando un Santa.
Hace una mueca. —Está bien, lo haré yo pero mantén los ojos abiertos y recuerda que tenemos hasta las cinco de la tarde para entregarlo.
Levanto ambos pulgares. —Está bien.
Jay se aleja, va en camino al lago. Desde aquí puedo ver a mis padres sentados en una de las sillas listos para jugar bingo. Espero ganen algo porque no ganaremos la Búsqueda del Tesoro.
Giro hacia la izquierda para ir con Diego y los niños, hoy están escribiendo sus cartas a Santa Claus por lo que todos están ocupados en hacer que se vean muy bonitas.
Entro y saludo a Connie y Tom, ellos me muestran una sonrisa y me dejan pasar sin ningún problema. Supongo que como dijo Cameron hace unos días, se la nieta de los dueños tiene ciertos beneficios. Puedo estar donde yo quiera.
—Hola —saludo a Diego.
Diego me mira con ese brillo que tiene. —Hola, ¿Cómo estás? —Señala a mis piernas—. ¿Te duele?
Niego. —Mayormente no, solo si me toco —veo como una niña llamada Katherine está escribiendo con un marcador rosado—. Um, ¿sabes si alguien ha encontrado un objeto hoy?
—No —responde—. Normalmente el ultimo es el más difícil de encontrar.
En realidad creo que el que estaba al fondo del lugar estaba difícil. —Pero, ¿Tienes una idea? Ya sabes, quiero que ganes.
Diego me da una sonrisa. —No te preocupes, si no lo encuentro y no gano no pasa nada, está bien.
Niego. —Quiero que ganes, de verdad. Dice Jay que estamos empatados contigo y Sarah, así que tiene una probabilidad.
Diego entrecierra los ojos. —Hoy es mucho más difícil —explica—. No solo por el lugar donde lo ocultan sino que, hoy solo hay uno.
— ¿Uno? —Suspiro—. Si es difícil.
Diego da un vistazo rápido a Tom y Connie y toma mis dedos por las puntas. —No te preocupes, si está destinado a ser encontrado por mí, sucederá.
Quisiera acercarme para darle un beso pero, definitivamente no puedo hacer eso aquí. Creo que mis beneficios de nieta de los dueños tienen límites.
—Jay dice que tienes hasta las cinco, eso es en casi tres horas, ¿no?
Asiente. —Sí, pero nadie lo ha encontrado.
Se me acaba de ocurrir una idea. —Espera, una pregunta, ¿Qué pasa si nadie encuentra el objeto antes de esa hora? Digo, hay tres empates.
Tuerce un poco la boca. —No estoy seguro, no ha sucedido antes.
—Bueno, pues tal vez sería lo mejor, quizás le den el premio a los tres, ¿no?
Diego suelta una risa corta. —Eso sería un milagro de navidad, pero no espero que pase nada de eso, está bien.
Los niños terminaron sus cartas y según nos dijo Tom, hoy las dejaran en el “buzón mágico” para que le llegue a Santa.
Cuando terminaron, Diego me avisó que tenía cuarenta minutos libres, le pregunté si quería ir a buscar el objeto ya que solo queda una hora y media ahora.
—Prefiero pasar tiempo contigo —afirma.
Suspiro. —Diego…
Caminamos lejos de círculo de rocas, él se acerca a mí lo suficiente para que nuestras manos se toquen. —Está bien, hablo enserio, prefiero pasar tiempo contigo ahora.
—Entonces acompáñame a buscarlo yo, no ganarás pero yo sí —respondo.
Levanta una ceja. —Sí, claro, luego me lo darás.
—No lo haré —miento—. Um, hoy hay una fogata, ¿no?
Asiente. —Sí, primero será la premiación y luego la fogata.
Ya que estamos un poco alejados, muevo mi mano para tomar su meñique con el mío. — ¿Quieres ir conmigo a la fogata?
— ¿Me estás invitando? —pregunta con un tono divertido.
—Sí —respondo—. Escuché que si vas a la fogata con alguien, les irá bien, o algo así —suelto una ricita—. En realidad, no recuerdo muy bien ese dicho.
Diego también ríe. —Claro, vamos juntos, después que ganes —mueve su mano para tomar mi mano completamente.
—Hablo enserio —Diego coloca su brazo sobre mis hombros—. Hay más frio ahora.
—Sí —rodeo su cintura con los míos—. Pero aquí se siente cálido.
Besa mi frente. —Me alegro que te sientas así.
Estamos en nuestro lugar secreto, sentados cerca del lago, viendo como las ramas de los arboles alejados al frente se sacuden. Los altoparlantes siguen reproduciendo música navideña, y aunque llegue con menos volumen, esa ambientación suave es agradable.
— ¿Dónde estaba el objeto final el año pasado? —le pregunto.
Diego acaricia mi cabello. —Tu abuelo lo colocó en una canoa y la soltó al lago, estaba amarrada pero un poco lejos, fue difícil que alguien la encontrara ahí.
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Editado: 25.12.2023