Ya terminó la búsqueda del tesoro y la ganadora fue Sarah.
Ahora que una nueva semana ha comenzado, a tan más o menos dos semanas de navidad, el ambiente festivo ha aumentado mucho más. Todos los trabajadores aquí están usando camisetas con temáticas navideñas y algunos, gorros de Santa.
Como Diego.
— ¿Sigues riéndote de mí gorro? —me pregunta después de terminar de comer juntos.
Sonrío. —Lo siento, aun no me acostumbro.
El fin de semana de nuevo pasé tiempo con mis padres y aunque hubiera querido estar con Diego, cada vez que estamos cerca siento ojos sobre nosotros.
Pero aquí en la cafetería nadie parece muy interesado en nosotros.
—A mí me gusta este gorro —afirma—. Me da mucho estilo, creo que me hace ver más guapo.
Asiento. —Creo que sí.
Diego recuesta un codo sobre la mesa. — ¿Ya escribiste tu carta a Santa?
Bufo. —No, aun no, ¿Tu si?
Afirma con la cabeza. —Claro, es lo primero que hago desde el primero de diciembre.
También recuesto mi brazo sobre la mesa. — ¿Y qué le pediste?
Me ve a los ojos. —No te puedo decir, es un secreto entre Santa y yo.
Hago una mueca. —Pero no pasa nada, solo dime.
Estira su mano y pincha suavemente mi mejilla. —No, pequeña curiosa.
Nos vemos directamente a los ojos mientras sonreírnos por varios segundos hasta que me doy cuenta de que quizás nos vemos un poco cursis así que aclaro mi garganta. —Um, tengo ganas de comer algo dulce, ¿me acompañas a comprar un chocolate?
Diego no quita sus ojos de mí. —Claro, vamos.
Salimos de la cafetería y nos dirigimos a la máquina expendedora más cercana, cuando cruzamos a la izquierda, veo que Sarah está frente a la maquina mientras bebe una botella de agua.
Es incomodo cuando Sarah está cerca, en especial por todo lo que hizo el viernes. Desde ese día he notado como los demás chicos se han alejado un poco de ella, incluso Jay.
Diego me da una mirada, como si me preguntara si quiero seguir avanzando o prefiero alejarme de aquí. Creo que mi reacción inicial es ir a otra máquina pero un segundo después cambio de parecer.
—Vamos —le digo.
Asiente y coloca su mano en mi hombro, parece que es una forma sutil de darme tranquilidad y lo aprecio.
Cuando estamos a unos pasos de ella, voltea y nos mira con expresión seria. Baja la botella de agua pero no se mueve, solo nos mira.
—Supongo que ya están felices, ¿no? —Inclina su cabeza—. Tu sales con la nieta de los jefes y tú —me mira—, me hiciste quedar como la mala.
Diego suspira. —Nada de eso, Sarah.
Ella sacude una de sus manos. —Como sea, me da igual —levanta el mentón—. Tengo el premio, soy la ganadora y es todo lo que me importa. No vine a hacer amigos, vine a trabajar y ya.
—Bien por ti —suelto.
Sarah bufa, me observa durante varios segundos en silencio. —Ya no eres como te recuerdo, Lenny —pronuncia mi apodo lentamente—. Eres diferente.
Respiro profundo antes de contestarle: —Me alegra haber cambiado.
Sonríe de lado. —Pues no has cambiado tanto, ¿verdad? Aun tenías esperanza que algo pasara entre tú y Jay, todavía sigues odiándome y te haces la buena.
Levanto ambas manos para detener sus palabras. —Escucha Sarah, no sé qué te hace pensar que yo todavía quiero a Jay.
Levanta la ceja izquierda. — ¿No? —sonríe totalmente—. Sé que estuviste con él durante la primera fogata y también sé que han pasado tiempo a escondidas, no soy tonta.
Diego interviene. —Basta Sarah, suficiente.
Sarah lo mira, lo señala con su botella de agua. —Tu eres un poco ingenuo, ¿Realmente crees que ella te quiere a ti? —resopla—. No Diego, ¡Ella estaba enamorada de Jay! Aun no lo supera, ¿no te diste cuenta desde el primer día? ¿Acaso no notas como lo mira?
—Sarah, ¿Puedo dejar de meterte en mi vida? —hablo.
Rueda los ojos. —No lo haría si tú no te metieras en mí relación con mi novio —hace énfasis en cada palabra—. Es mío, Allana. Mi novio.
—No me importa que sea tu novio —respondo—. Solo déjame tranquila, tú y Jay pueden ser lo que quieran, no me importa.
Bufa. —Claro que si te importa, aun guardas rencor por todo, por el hecho que Jay me quiso a mí y no a ti, porque yo siempre fui la primera y única opción para él, ¿no? ¿Sigues odiándote a ti misma por ser ignorada? ¿Por qué nadie te quiere?
Abro mis ojos.
Ella está burlándose de lo que sucedió en ese último campamento.
—Sarah… —mi voz ha perdido su fuerza.
— ¿Aun sueñas con él? —da un paso hacia mí—. ¿Aun esperas besarlo bajo la luna?
— ¡Suficiente! —ordenan dos personas al mismo tiempo.
Una de ellas es Diego.
Otra es Jay, a un lado de nosotros.
— ¿Qué? —Sarah junta las cejas.
Jay exhala ruidosamente. — ¿Qué haces, Sarah?
Ella niega tres veces. —Nada, es solo que…
—Vámonos Allana —Diego toma mi mano—. No vale la pena seguir aquí.
— ¡Espera! —Jay extiende la mano hacia mí—. Alana, yo no…
Mi garganta se siente caliente, quizás son todas las palabras que no he dicho mezcladas con enojo y frustración.
Aprieto la mano de Diego. —Vamos, Diego.
Ya no pude comprar mi chocolate pero ya perdí el apetito. No me siento bien ahora, tengo la sensación interna de querer gritar.
— ¿A dónde quieres ir? —pegunta Diego.
Lamo mis labios. —Yo, solo quiero… —desaparecer.
— ¿Vamos a nuestro lugar? —pregunta.
Asiento, agradezco que Diego sea paciente conmigo y que de alguna forma, sepa qué estoy pensando.
Él y yo caminamos hasta el fondo, donde está el columpio y el lago. Es todo lo que necesito ahora, un lugar tranquilo y alejado, con Diego a mi lado y el silencio. No quiero ver a Sarah ahora, ni a Jay ni a nadie.
No me siento bien.
Diego se detiene, yo también, pero sigue sosteniendo mi mano. — ¿Estás bien?
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Editado: 25.12.2023