Jazmín era una estudiante de diseño gráfico en una universidad pública de Buenos Aires, los días de semana debía asistir a las clases, mientras que el resto del tiempo debía ayudar a su padre con la tienda de música que se había encargado de montar hace unos tres años aproximadamente.
Ella era hija única, vivía en un pequeño departamento con su perro pug llamado <<Peet>> y su padre <<Julio>>, quien quedó viudo seis meses después del nacimiento de su primogénita. Han pasado por mucho, tanto subidas como bajadas, pero al final del día siempre hallan la manera de sonreír.
Desde hace unas semanas un chico de tez marfil, ojos marrones y un tanto saltones, cabello castaño oscuro, poseedor de una sonrisa casi perfecta además de brillante, buen cuerpo, rostro cuadrado y nariz perfilada, conseguía alterar los sentidos de Jazmín con tan solo mirarla.
¿Qué si hablaban?La verdad es que no, en el poco período que llevaba el yendo a la tienda, jamás llegaban a intercambiar palabras. Con una mirada bastaba para emocionarla.
Jazmín siempre había sido desde pequeña una chica sociable, con la que podías hablar de cualquier tema pues no se cansaría nunca de compartir un buen rato lleno de ideas. Sin embargo, con el todo era distinto.
Ni siquiera podía mantener sus ojos clavados directamente en los de él, puesto que al pasar de unos segundos era necesario tener que desviar la vista hacia otro lado. Su corazón comenzaba a salirse de control tan solo con escuchar su voz al charlar con su padre, quien lo atendía las veces que él iba para allá.
¿Por qué ella se comportaba de esa manera al estar el cerca?, ni ella misma podía comprenderlo, meramente pasaba y ya.
Lo que no aun no sabía Jazmín, es que el también la veía a ella.