Para continuar con la rutina, Jazmín se levantó minutos previos a que saliera el sol para ir a la universidad. Aunque estaba todavía oscuro, su alarma resonó durante unos cuantos segundos avisando que era hora de levantarse; con suma pereza, la morena estira paulatinamente su cuerpo y seguidamente se pone de pie dirigiéndose al baño.
Mientras se desvestía, dejaba cada una de sus prendas de vestir en el suelo para luego entrar a la ducha a echarse un refrescante baño y así quitarse el insomnio que traía en esos momentos.
Las gotas de agua caían fuertemente, salpicando con rudeza el cuerpo de Jazmín. Con tanto apuro encima, los desesperantes llamados a su puerta por parte de su padre lograron que Jazmín saliera lastimada de la ducha, un grave golpe en la rodilla la detuvo por unos microsegundos en los que emitía queja, tras queja.
–Apresúrate o llegarás tarde.–Advirtió el señor Julio a su hija desde el otro lado de la puerta, sin tener conocimiento alguno que su pequeña se había lastimado gracias a sus insistentes, además de escandalosos llamados.
–Si..Gracias.– Dijo ella con voz quebrada aun por el golpe. Retomó la postura e ignorando el moretón que se estaba originando en su rodilla izquierda, se encaminó con rapidez al closet del cual sacaría un blue jean, una blusa de tiras color escarlata, una chaqueta de jean y unos vans de un tono crema.
Lavó su perfecta dentadura justo antes de cepillar su larga cabellera castaña, al igual de ondulada repetitivas veces. Decoró su faz con un poco de base, polvo por encima, delineado de ojos, pincelada ligera de rubor y un toque de rosa pálido en los labios.
Estando ya lista, salió disparada de su habitación antes de que su padre volviera a gritarle. Se abrió paso hasta la cocina, en donde la esperaba un delicioso desayuno que consistía en un sándwich de pavo y queso, zumo de naranja y una taza pequeña rellena de frutillas.
–No abriré la tienda a la misma hora de siempre, debo hacer unos pendientes. Si llegas más temprano que yo pues esa será tu tarea.– Había anunciado su padre minutos antes de salir a pasear a <<Peet>>. No obstante, Jazmín no prestó atención a lo que su padre le había dicho, estaba más concentrada en la comida que en lo que había salido de su boca.
Después de comer, tomó sus pertenencias que las había abandonado en la mesa de centro ubicada en la sala. Echó un último vistazo al lugar, asegurándose de que nada le estaba faltando y que siguiera en orden el resto de los objetos.
Sacó las llaves del bolsillo delantero de su bolso, con estas abrió la puerta de madera y se marchó a la parada más cercana de autobuses que la pudiera aproximar a la universidad.
Se dispuso a tomar asiento en una banca junto con un señor de casi unos cincuenta años que estando concentrado en la lectura de su periódico, no noto la presencia de aquella jovencita o ni siquiera la de la ancianita con cara de pocos amigos que se encontraba distante a ellos.
Al pasar de varios minutos, la desesperación había invadido a Jazmín, quien no paraba de revisar la hora en su teléfono.
—Si estás tan apresurada en llegar, te recomiendo que tomes un taxi que es lo único que está pasando por ahora— Se dirigió la ancianita a Jazmín, soltando un prologando suspiro al final.
—Gracias—Dijo la castaña, regalándole una enorme sonrisa a la anciana.
Sin esperar más, Jazmín se levantó de la banca y al ver el primer taxi que pasaba lo detuvo. Le dio el lugar a donde quería ir y este sin más que añadir siguió con su recorrido.
Un día soleado cubría a Buenos Aires, el clima perfecto para Jazmín ante tormentoso principio de mañana que le estaba tocando. Al faltar pocas calles antes de llegar definitivamente a la universidad, una fila de vehículos estacionados y esperando a que los demás avanzaran; era lo que demoraba a Jazmín para llegar a clases.
—Lo que faltaba—Emitió con cierto aire de frustración. Bajó la ventanilla para contemplar que tantos autos habían por delante y al darse cuenta de semejante multitud, le pagó al taxista, bajó del auto e instantáneamente fue corriendo lo más rápido posible hacia su destino.
En cuanto pisó la facultad, esquivo a unos cuantos estudiantes al igual que profesores, también chocó con otros, pero ni las quejas o insultos por parte de los heridos la pudo detener. Pasó volando por los angostos y largos pasillos que debía recorrer hasta finalmente parar en su respectiva aula.
—Buenos días—Fue lo primero que alcanzó a decirle a su profesor al instante de atravesar el umbral, atrayendo la mayoría de miradas por parte de sus compañeros. El señor Barreto dirigió su mirada hacia donde estaba Jazmín, con su mano derecha le indicó que se sentara en su lugar, no sin antes clavarle una mirada pesada que hizo sentir más pequeña de lo que ya era.
–Como seguía diciendo, antes de ser interrumpido por la señorita. Deberán entregarme antes de finalizar la semana un ensayo de..— Continúo con su clase al ver que Jazmín ya estaba en su asiento. Ella aun con vergüenza por lo que acaba de atravesar, saco de su bolso una pequeña libreta cuya portada era de su serie favorita de cuando era niña, “Floricienta”. Le pidió a una de sus compañeras posible material de lo que había dicho su profesor los primeros minutos que ella perdió al llegar tarde, para poder ponerse al día.
Las horas en el aula pasaron tan veloz que Jazmín creía que era mentira, normalmente en la mayoría de las clases las horas pasan tan lentamente que se vuelve eterno el día. Pero esta vez había sido distinto.
—Te dejé ver mi clase porque sé que es la primera vez que eres impuntual, sin embargo, para la próxima eso no sucederá—Le recalcó el señor Barreto a su estudiante al culminar su horario. Jazmín asintió repetitivas veces y le agradeció el hecho de que pudiera permitirle recibir su clase sin ningún inconveniente, además de prometerle que aquello no volvería a ocurrir.