—¡YA PARA DE LLORAR! —gritó Fausto, cubriéndose las puntiagudas orejas con las manos, como si pudiera bloquear el sonido del llanto de Aileen.
La ninfa lo miró, sus ojos grises y llorosos llenos de un brillo tembloroso.
—¡No quiero que mi familia muera! —gimoteó entre sollozos—. ¡Tú... tú no deberías estar aquí!
—Yo también digo lo mismo —pensó el demonio.
Fausto suspiró con un aire de agotamiento teatral.
Era tedioso para él haber sido invocado por una niña, ya que eso implicaba, estar atado a ella hasta su último latido o que él regresara al infierno.
Y después de haber sido desterrado durante tantos años, la segunda opción no estaba en sus planes.
Aileen sollozó aún más fuerte, lo que provocó que el demonio pusiera los ojos en blanco.
—Ya deja de llorar.
Se inclinó hacia Aileen. Con una mano, apartó los mechones dorados que cubrían su rostro húmedo de lágrimas.
—Hermosa —susurró con una sonrisa, limpiándole el rostro con delicadeza—. Es evidente que las ninfas son, sin duda, creaciones maravillosas.
Aileen frunció el ceño y negó con la cabeza.
—No soy una ninfa.
Fausto parpadeó, incrédulo.
—¿Qué has dicho?
—Soy mitad humana.
Una carcajada escapó de los labios del demonio, tan sincera que, hasta la chica retrocedió instintivamente.
—¿Y así esperabas invocar a Bastián? —se burló, con burla evidente—. Eso solo puede hacerlo una ninfa o elfo puro.
—No, pero... Yo...
La cabeza de Aileen estaba a punto de explotar de tanta información; apenas procesaba la traición del gromo, quien la metió en este lío, como para también darle la razón al demonio.
Era tan lógico, tenía tanto sentido que, por un momento, se sintió tonta por no ver la trampa de Gru.
—¿Qué harás conmigo? ¿Me... me vas a matar?
Los ojos grises volvieron a empaparse, y antes de que la primera lágrima saliera, Fausto saltó para tranquilizarla.
—Quisiera, pero no puedo lastimar a quien me invoca.
—Entonces, ¿por qué me secuestraste?
—Tus lloriqueos me atormentaban —resopló, rodando los ojos—. Ahora los tengo aquí, cerca... y es peor.
El demonio respiró hondo, como si analizara la situación. Una sonrisa absurda brotó en sus labios al comprender lo ridículo de su propio destino: estaba encadenado a una mujer mitad ninfa... y al parecer, bastante ingenua.
—Tonta, para colmo —pensó en voz baja.
—¿A... a dónde vas? —preguntó Aileen al verlo darse media vuelta y comenzar a alejarse.
Fausto no respondió.
Ella miró a su alrededor, con el pánico creciendo en su pecho al notar que estaba atrapada en una cueva de piedra. La única salida parecía ser la cascada, pero...
Demasiado alto para llegar.
Y el agua parece estar muy caliente para explorar otras probabilidades.
En definitiva, el demonio la había encerrado.
¿Qué haría con ella?
—¡¿Por qué estás desnudo?! —chilló Aileen, dando media vuelta con los ojos cubiertos al ver que la última prenda de Fausto se evaporaba en una nube negra.
No sabía qué hacer. La imagen de Fausto, alto y corpulento había quedado grabada en su mente, y sus pensamientos giraban en un torbellino.
Al único hombre que había visto desnudo era su novio, Azar, y Fausto era... distinto. Mucho más alto, corpulento, con una presencia que le resultaba inquietante, y una anatomía que no recordaba en nada a la de su pareja.
—¿Tú no te bañas?
—¿¡Insinúas que huelo mal?! —exclamó Aileen, ofendida, mientras volvía a darse la vuelta cuando vio a Fausto entrar al agua burbujeante.
—Ser mitad humana te da ese defecto.
Eso colmó la paciencia de Aileen. Con las mejillas ardiendo de enojo, se acercó hasta la orilla del agua y le lanzó una mirada furiosa.
—¡Eres un idiota, vulgar, desagradable...! —empezó a soltar una lista interminable de insultos.
Fausto, sin darle importancia, se sumergió en el agua caliente para no escucharla.
Mientras, al otro extremo del bosque, por lo bajos mundos del moho y fango, Sarah emergía del reino de gromos que yacía casi en ruinas después de desquitar su ira contra el rey que engaño a su hermana.
Sus pisadas resonaban en el barro húmedo, y los restos de hojas secas se aferraban a su cabello plateado
El vestido blanco manchado de lodo, su poder sucumbiendo al rencor y su angelical rostro corrompido en una mirada asesina decidida a ir por Aileen, aun si eso implique alejarse de su pueblo, adentrarse a los peligros del bosque y, por último, enfrentar al demonio que su hermana, en un acto imprudente, había invocado con su sangre.
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Editado: 07.11.2024