Pov. Sarah.
Recojo lo poco que puedo encontrar para salvar a Aileen y traerla de vuelta. De todo mi plan, lo más complicado será salir de la aldea sin que mis hermanas corran a contarle todo a madre.
Odio admitirlo, pero Aileen es la única con sentido común.
Madre está en sus últimos días; la ausencia de su brilla es graves. Si se entera de que su hija menor fue raptada por un demonio, estoy segura de que eso terminará por matarla.
—¿Adónde vas? —preguntó Vaniser, su tono una mezcla de curiosidad y reproche.
—¿Sola? —intervino Yter, más cautelosa.
—Voy a buscar unas plantas medicinales muy raras, lejos de la aldea —conteste sin vacilar—. Aileen me espera afuera.
—¿Y cuánto tiempo estarán fuera? —saltó otra voz desde los arbustos.
—No lo sé... Tres, quizá cinco noches, como mucho.
—¿Y si madre empeora? —insistieron, mirándome con un nerviosismo alarmante.
En momentos como este, me siento culpable por pensar que son unas inútiles.
—Si la ven escupiendo sangre, hagan lo mismo que Aileen: pónganla de lado. Me voy.
Anudé mi capa con firmeza y me despedí de ellas con un beso en la frente. Lo que más me preocupa no es salir de la aldea o enfrentar al demonio... es dejar a madre al cuidado de estas.
El sol desaparecerá en cualquier momento. El sonido del río es mi única compañía mientras mis pensamientos se retuercen en mi cabeza como serpientes.
El corazón no para de latirme con fuerza, quisiera decir que es por miedo, pero no, es todo lo contrario, estoy tan llena de rabia que no veo la hora de estar frente a frente con ese ente maligno.
El estado de madre, la trampa de ese gnomo asqueroso, la inocencia de Ayleen y ahora el arrebato de ese demonio, burlándose de mi al secuestrar a mi hermana frente a mis ojos.
Pero lo encontraré.
Los haré pagar.
Hare pagar a todos aquellos que se han burlado de nosotras.
Empezando con la sombra que me sigue desde que salí del páramo.
Con un movimiento rápido, enredé una de mis lianas alrededor de su pie y lo arrastré hasta dejarlo cabeza abajo frente a mí.
—¡Soy yo, Sarah! ¡Soy Azar!
Un gruñido escapó de mi garganta antes de lanzarlo contra el suelo. Su cuerpo chocó con un ruido seco contra la piedra.
—¿Por qué me sigues? —espeté, fulminándolo con la mirada.
—No he sabido nada de Aileen en dos días —respondió con un gemido de dolor mientras intentaba incorporarse—. Me escapé para verla y justo te escuché que decías que irías con ella, pero es mentira. Aileen no aparece desde ayer... ¿o no, Sarah?
No tengo tiempo para perder con este elfo. Me di la vuelta sin responder siguiendo el curso contrario al río. Estoy segura de que el demonio voló hacia el este.
—¡Sarah! —grita, agarrándome del brazo—. ¿Dónde está Aileen?
Su pregunta es una súplica. Su voz un ruego temblando de angustia. Los ojos le brillaban a punto de romperse en lágrimas
Su desesperación me hizo detenerme. Cerré los ojos, tratando de mantener la calma.
—No lo sé —admití, mi única verdad—. Iré a buscarla.
—¿Está en peligro? —preguntó con un hilo de voz.
—Sí —respondí sin dudar.
Todo por meterse en donde no debía y ponerse a inventar. ¿A quién se le ocurre pedir ayuda a un gnomo?
—¡Iré contigo! —exclamó Azar con determinación.
Lo miré de reojo, deteniéndome justo antes de cruzar un tronco caído que marcaba el inicio de la zona más espesa del bosque.
Pensándolo mejor, Azar es un elfo, por su estatus en el bosque evitaría correr riesgo con otras criaturas.
Pero ¿por cuánto tiempo durara la valentía?
—Aileen no está sola, la secuestraron y posiblemente tardemos días.
—No me importa, solo quiero que este a salvo. Tengo más miedo de perderla.
Su determinación me conmueve, el amor prohibido entre ellos es un motor que lo ciega de los peligros.
Si traemos a Aileen de vuelta, puede que sea una ventana de esperanza para establecer una alianza.
Aileen ya no tendría que armar planes de escape absurdos que cree que no nos damos cuenta.
—¿Y qué harás cuando la encontremos? —pregunté, dejando que el filo de mi voz se hundiera en sus dudas—. ¿Seguirás conmigo sin siquiera saber a qué nos enfrentamos?
Azar abrió la boca para responder, pero no salió palabra alguna. Cerró los labios, y luego volvió a intentarlo, como si mi cuestionamiento hubiera dejado su confianza tambaleando.
—¿De qué hablas? —preguntó finalmente, con una mezcla de incredulidad y molestia—. Ni que la hubiera raptado un troll.
Es peor que un troll.
—Los gnomos engañaron a Aileen.
De inmediato, los colores desaparecieron de su rostro. Hasta él entiende lo inverosímil que es dialogar con ellos.
—Le hicieron creer que podían ayudarla... pero solo querían que invocara a un demonio. Y lo logró. ¡Él se la llevó! No sé a dónde, no sé qué está haciendo con ella, y lo peor... —mi voz tembló un instante al pensar lo peor—. No sé si mi hermana sigue con vida.
Azar sostuvo mi rostro.
—¡No pienses en eso! No dudes de que encontraremos a tu hermana. ¿A dónde se dirigió?
—Creo que al este.
Su expresión se endurece.
—Pero es el fin del río; ahí solo hay cuevas abandonadas.
—La perdí de vista cuando se la llevó, pero estoy segura de que fue al este.
Si no... estaría perdiendo tiempo en encontrarla con vida.
—Andando entonces —Azar me quitó el bolso para cargarlo por mí—. Vayamos por la dulce Aileen.
POV. Aileen.
El aire se me va, la energía se me escapa como la última luz de atardecer. Las manos me arden y me duelen, pero me aferro a las rocas, avanzando un poco más, un poco más.
—¿Las ninfas no llevan nada debajo de la ropa?
—¡NO ME MI...!
Mi pie se resbala. No hay de dónde sostenerme, y una vez más caigo, golpeándome las piernas y el torso contra las rocas. El dolor es un látigo que me recuerda que esto no es un sueño.
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Editado: 11.03.2025