Iridiscente

Capítulo 3

Capítulo 3

 

Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan,

hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan,

hay ojos que ríen -risa placentera,

hay ojos que lloran -con llanto de pena,

unos hacia adentro -otros hacia fuera.

 

Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan, Miguel de Unamuno.

 

 

Estuve esperando tu llamada anoche.

Resoplo con cansancio.

Pospuse llamar a Summer todo lo que pude, pero hoy no pude librarme. Me despertó, precisamente, el sonido de mi teléfono sonando. Supe antes de ver la pantalla que era ella. Ayer, luego irnos de la librería, fuimos a cenar en familia; mamá y papá nos llevaron a un restaurante donde me acribillaron a preguntas sobre la universidad. Cuando volvimos a casa, ya era muy tarde y estaba muerto de cansancio, y en vez de llamar a Summer, me dormí, incluso con la ropa puesta.

—Llegué tarde a casa y a penas toqué la almohada me quedé dormido —le explico.

¿Cómo que llegaste tarde? —grita ella y me preparo para una escena de celos— ¡¿Con quién estabas, Logan?! ¡¿Qué te mantuvo tan ocupado que no pudiste llamarme?!

Me paso la mano por la cara, sus chillidos son mucho para ser tan temprano.

—Fui a cenar con mi familia, Summer —exhalo con voz cansada—. Cuando volvimos a casa ya era tarde y no quise molestarte. Además, estaba cansado del viaje.

Oh, lo siento, bebé, es que me desespera no saber de ti.

Y a mi me desesperan ataques de celos.

—Tranquila, nena, ya estamos hablando —la tranquilizo, bien sabe Dios que si le reclamo será peor.

¿Cómo estuvo tu viaje? Imagino que bien, ya que llegaste bien.

—Estuvo cansado —aparto las sábanas y me siento en la orilla de la cama—. El vuelo estuvo bien, dormí casi todo el trayecto a Denver, y el viaje en auto hasta el pueblo fue sin inconvenientes. Conducir por 2 horas no es tanto.

Me alegra que llegaras bien, cariño —hace una pausa. Parece que va caminando por la calle, se escucha el sonido de autos de fondo—. Tus padres y tu hermanita han de estar felices de tenerte en casa.

Sonrío.

—Si, consumieron todo mi tiempo ayer.

Estoy feliz de que estés tan feliz, bebé. —La puerta de mi habitación se abre detrás de mí, me giro para ver a Allie entrar e ir directa a las cortinas para abrirlas de un tirón. La luz me ciega momentáneamente y suelto una maldición.

—¡¿Qué demonios haces, Allie?!

Ella me sonríe con inocencia.

—Mamá y papá dejaron dinero para que me lleves a comer helados —avisa.

—Es temprano para ir por helados. —Me tiro de nuevo en la cama, con la intención de seguir hablando con Summer, pero Allie me interrumpe.

—Es medio día, tonto, la hora perfecta para tomar un helado.

Frunzo el ceño y alejo el teléfono de mi oreja para ver la hora. Efectivamente, son las 12:30.

—Oye, nena, ¿puedo llamarte luego? Tengo que llevar a Allie a un lugar.

Summer gime en desacuerdo.

Pero si apenas empezamos a hablar. —Alerta de berrinche—. Tengo muchas cosas que contarte.

—Te llamo esta noche, lo prometo.

Allie rueda los ojos y hace la seña de meterse en dedo a la boca para provocarse el vómito.

Bien, pero que sepas que tenemos mucho con qué ponernos al corriente.

Exagerada. A penas dejé ayer la universidad, no creo que hayan pasado tantas cosas importantes en poco más de 24 horas.

Por supuesto, no se digo eso a Summer.

—Hasta luego, nena.

Adiós, bebé, te amo.

—También te amo.

Cuelgo.

—¡Al fin! Esa tuvo que ser la despedida más tonta que he escuchado —exclama Allie, levantando los brazos teatralmente.

—Hazme un sándwich mientras me doy un baño, señorita dramática —río.

Me tomo mi tiempo en arreglarme, no porque sea de esos que cuidan su aspecto igual o más que las mujeres, lo hago para sacar de quicio a mi hermana. Cuando bajo, la encuentro en la cocina, un plato vacío frente a ella.

—Tardaste una eternidad —se queja.

Busco con la mirada mi sándwich y no encuentro rastros de este.

Miro a Allie, entrecerrando los ojos.

—¿Y mi sándwich? —inquiero y ella se encoge de hombros.

—Como dije antes: tardaste una eternidad —contesta como si nada.



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En el texto hay: amor, amistad, discapacidad

Editado: 13.07.2022

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