Iridiscente

Capítulo 19

Capítulo 19

 

“Si estáis enfermos, dulces ojos claros,

No os espantéis, pues tantos os desean,

Que no es posible, si dejáis que os vean,

Que dejen de quereros o envidiaros”.

 

Si estáis enfermos, dulces ojos claros, Lope de Vega.

 

Termino de lavar los platos poco después de que Mario desaloja la cocina y voy a la sala de estar para encontrar a Marinel con el violín en el regazo. Cuando entro, ella se endereza y gira el torso hacia mí, como si supiera que he llegado. Supongo que es así, ella puede olerme con solo entrar a una habitación o tal vez oyó mis pasos al acercarme.

Lucian me hace señas para que me siente en el sillón frente a Marinel y eso hago.

—¿Alguna petición? —pregunta Marinel y los demás me miran.

—¡Oh! —Me muevo en el sillón sin saber qué responder. Me encojo de hombros—. Lo que tú quieras.

Marinel sonríe y asiente.

Empieza a tocar y me quedo embelesado. Creo que acabo de ser hipnotizado, no puedo mirar a otro lado que no sea ella y su cara de ángel. Normalmente es hermosa, pero mientras toca su belleza trasciende a algo incomparable, prácticamente celestial. Sus rizos caen del lado contrario al que tiene apoyado el violín, sus cejas están ligeramente fruncidas, sus párpados cerrados y sus pestañas apoyadas en la parte inferior de sus ojos, abiertas como si de un abanico se tratase; hay un poco de rubor adornando sus mejillas y nariz, creo que se debe al poco sol que nos dio hoy en el parque, y sus labios unidos, brillantes por las veces que se pasa la lengua sobre estos, le dan un toque sexy a todo el encanto angelical.

El movimiento de su brazo se apresura en una melodía un poco más rápida y luego baja de intensidad, volviéndose un sonido sutil. Nos tiene a todos envueltos en el sonido, no podemos mirar a otro lado que no sea su cara. Puede que sus padres y hermano la hayan escuchado muchas veces, pero se les nota que no se cansan.

¿Quién en su sano juicio podría cansarse de verla y escucharla tocar?

La música continúa por lo que parece tres o cuatro minutos y cuando acaba quiero pedir otra y otra para que nunca se detenga. Aplaudo junto a los demás y hago una mueca cuando Mario silba. Marinel sonríe y baja el instrumento.

—Gracias, gracias —hace pequeñas reverencias aun sentada—. El próximo concierto se les cobrará entrada.

Río al tiempo que me levanto y le quito el instrumento para luego meterlo en su estuche.

—Eso fue increíble —alabo y veo a sus mejillas teñirse de más rojo.

—Gracias, es un alivio que te haya gustado.

—No creo que haya alguien en este mundo que no le guste como tocas.

Su sonrisa se acrecienta y sus ojos brillan.

Me encanta lo tímida que es a veces. Le digo un halago y ella se ruboriza. No hay muchas chicas que hagan eso hoy en día, el feminismo y el empoderamiento ha hecho que las mujeres sean conscientes de lo que son y lo que valen. No es que Marinel no lo haga, pero esta timidez ya no es muy común.

—Logan —me llama Lucian, lo miro e inclina la cabeza, señalando hacia la puerta—, ¿podemos hablar un momento?

Asiento, dejando el estuche con el violín sobre el sofá.

—Papi —canturrea Marinel y el hombre la mira desde la entrada de la sala de estar—, no espantes a Logan, por favor.

Él sonríe.

—Si Mario no lo ha hecho a estas alturas de la partida, dudo que yo pueda.

Mario gruñe desde su asiento en el sofá y Marinel y su madre ríen.

—No te preocupes —digo a Marinel—, no soy fácil de ahuyentar.

Sigo a Lucian al jardín delantero y me cruzo de brazos, esperando. Me mira a los ojos, su expresión pasando de risueña a seria.

—Tengo que preguntarlo —inicia—, ¿esto es serio para ti o es solo una aventura de verano? —Abro la boca con intensión de responder, pero él alza una mano, interrumpiéndome—. Quiero que seas completamente sincero, no quiero mentiras. Si me dices que cuando regreses a la universidad, pasarás de mi hija, no tendré otra opción que pedirte que te retires. No voy a permitir que le rompas el corazón. Pero si me dices que esto es serio para ti, no me queda de otra que darte la bienvenida a la familia.

Parece una decisión fácil, decir que sí y ya está, que ella me gusta para algo serio y todo bien. Pero no soy más que un joven universitario que puede cambiar de opinión en cualquier momento. Ahora ella me gusta, me parece lo más espectacular que se me ha cruzado, pero ¿y si mañana no es igual? Sin embargo, me pongo a pensar en perder la oportunidad de construir una relación bonita con ella, de enamorarme como no lo he hecho antes, de aceptar un amor puro como el que ofrece Marinel, y no puedo decir que no. No puedo apartarme a estas alturas del partido. Apenas estamos iniciando, ni siquiera le he dado un beso, y me es imposible pensar en no tenerla alrededor.

Me aclaro la garganta.



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En el texto hay: amor, amistad, discapacidad

Editado: 13.07.2022

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