Iridiscente.

Capítulo 23

Capítulo 23

“Mira mis ojos y dime qué te dicen…

Ellos tienen magia, de esa que fascinan.

Ellos tienen sueños, a veces inalcanzables.

Ellos tienen luz propia, y refleja mi alma…”

 

Mis ojos, Liliana Santome.

 

Marinel.

Estoy feliz, cosa que pasa muy poco. Desde que no puedo ver, mi alegría se apagó junto la luz del día. A mamá y a papá les preocupa, incluso cuando estaba en la universidad llamaban cada día para saber cómo estaba. No me molesta, amo que estén pendientes de mí, pero falta de alegría no es lo que más debería preocuparles. Hay un montón de factores más que me rodean y a veces me cercan, haciendo imposible ser la misma persona de antes.

Pero lo intento, de verdad lo hago. Quiero ser esa chica alegre que sonreía con los pequeños detalles, quiero ser esa persona que ilumina un lugar con solo sonreír.

Desde que conocí a Logan, lo estoy haciendo mejor. Poniendo empeño en mejorar. Así como predico que hay ser agradecido por las pequeñas cosas, debería ponerlo en práctica.

Recuerdo ese día cuando discutía con su hermana en la heladería, el día que lo conocí. Sin saber cómo es su aspecto, sin necesidad de pedirle a mi madre que me lo describiera, quise conocerlo. No es que sea del tipo de persona que se fija en las apariencias, pero cada vez que siento curiosidad por un chico, también viene la necesidad de saber cómo es físicamente. Pero con Logan no, él solo necesitó hablar de su hermana ‒o quejarse ella un poco‒ para llamar mi atención.

Mario no tardó en saltar cuando supo de mi interés por él e hizo todo en su mano para hacerme cambiar de opinión, pero ya estaba más allá del punto de retorno. Entonces supe que tenía novia y una parte de esa poca felicidad que había experimentado, se fue.

Acepté ser su amiga, sin embargo. No lo quería lejos de mí. Y una parte de mi corazón tenía la esperanza que dejara a su novia.

Y pasó, pero no me sentía bien con ello.

Bueno, al principio no estaba del todo bien. Me sentía culpable, como si fuese una intrusa que separó a dos personas que se querían. Y seguía sintiéndome de esa forma incluso cuando Logan me contó de las idas y venidas de su relación.

Eso fue hasta que me besó.

Lo lamento por la chica, en serio lo hago, pero no voy a perder la oportunidad de intentar algo con un chico tan sincero y extremadamente lindo como Logan.

Sin embargo, hablar de momentos de mi vida en el que sufrí no me hace bien, ni siquiera estando con él. Pero se merece que tenga este tipo de confianza y sus ojos me llaman a contarle hasta el más mínimo secreto que guardo. Y, como acaba de decir, es mejor soltarlo para liberar mi alma de una vez por todas.

Por ello le cuento de mi pasado.

—Antes de… todo —empiezo, sabiendo que está atento a mis palabras—, tenía dos mejores amigas que iban al mismo instituto que yo. Nos conocíamos desde pequeñas y creí que nuestra amistad perduraría por siempre. —Río, sonando amarga, dolida—. Luego empezaron mis problemas de la vista. Empecé a ver borroso y por un tiempo mamá y papá creyeron que era miopía. Me llevaron al oculista y él nos dio la noticia de que lo que padecía era peor que la miopía. —Sorbo y siento su mano en mi mejilla. No tenía idea de que estaba llorando—. Estuve metida en hospitales desde ese día, buscando soluciones para mi inminente ceguera, pero nada fue suficiente.

—No tienes que continuar si es difícil para ti hablar de ello.

Fuerzo una sonrisa.

—Estoy bien. —Me aclaro la garganta—. Ellas, al inicio, estaban conmigo en cada cita, o iban a mi casa cuando salían del instituto. Pero con el pasar del tiempo, se fueron alejando, marcando distancia. Dejaron de escribirme y de preguntar por mi estado. —Hipo, sin poder contener el llanto—. Para el momento en que quedé completamente ciega, ellas ya ni siquiera me hablaban. Y al principio las justifique. Les decía a mamá y a papá cuando hablan de ellas con molestia que no quería que nadie estuviera cerca por lástima o por obligación.

Limpio de nuevo mis mejillas, aunque es una pérdida de tiempo.

››Yo también estaba saliendo con un chico, uno que me gustaba mucho, pero con todas las idas al hospital y las clases que perdí, él dejó de interesarse en mí. —Elevo un hombro, frunciendo los labios—. Tal vez se alejó porque no estaba preparado para la responsabilidad en la que mi iba a convertir. —Sacudo la cabeza, alejando esos pensamientos—. Me dolió, pero lo acepté, dando las mismas excusas que di por las que fueron mis amigas. Eso fue hasta que unas chicas que iban al mismo curso que yo empezaron a pasar por mi casa para dejarme apuntes o simplemente hablar. Ellas fueron las que me pusieron al corriente de lo que hacían mis antiguas amigas y el chico que estuvo saliendo conmigo.

››Resulta que una de ellas empezó a salir con él unos días después de que él me dejara, y eso no es lo que en realidad me dolió sino lo que estaban diciendo los tres. —Tanteo la mesa hasta encontrar una copa de agua y bebo un sorbo—. Les dijeron a todos en el instituto que yo era una mala persona a la que Dios castigó con lo que me estaba pasando, que no merecía que ellos siguieran buscándome cuando lo único que hacía era llorar por lo que me pasaba, y que era una egoísta a la que solo le importaban sus problemas y no los problemas de los demás.



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En el texto hay: amor, amistad, discapacidad

Editado: 13.07.2022

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