Iridiscente.

Capítulo 28

Capítulo 28

“Quién podría vivir seguro,

Si su hermosura Divina

Con los ojos y las voces

Duplicadas armas vibra”.

 

Letras para cantar, Sor Juana Inés de la Cruz.

 

Me levanto de un salto y prácticamente corro hacia la puerta. No quiero que Summer hable con Marinel o que la haga sentir mal de alguna manera. Cuando alcanzo a la visita no deseada, la tomo del brazo y la arrastro hasta afuera. Ella se queja, pero no me detengo hasta que estamos lejos de Marinel.

—¿Qué haces aquí? —increpo.

—¿No es evidente? Vine a hablar contigo.

Me rasco entre los ojos, pidiendo paciencia mientras pienso qué decir sin lastimarla.

—Ya hemos hablado, Summer, no queda nada que decir entre nosotros.

—Yo no pienso lo mismo.

Respiro profundo, mirando a la chica que hasta hace unas semanas era mi novia, pero que ahora no me despierta más que simpatía y un poco de remordimiento.

—Hablemos, ahora —exijo—, y luego te irás.

Sonríe, satisfecha con lograr lo que quiere.

—¿Hablaremos aquí, en medio de la acera?

Miro hacia adentro, mi hermana y Mario no me quitan la vista de encima y Marinel está hablando con ellos, su hermoso rostro contraído por la confusión. Necesito que Summer se vaya cuanto antes, no quiero que su presencia me genere problemas con mi novia.

—Espera aquí un segundo, ya vuelvo.

Dejo a Summer allí, entrando de nuevo a la cafetería. Ahora mamá y papá también son testigos de lo que está pasando, me miran desde el mostrador con semejantes ceños fruncidos. Alcanzo a Marinel y toco su brazo.

—Logan, ¿qué pasa?

—Nada, no te preocupes. Iré a solucionar algo y regreso.

Su mano viaja a mi mejilla.

—¿Estás bien?

—Podría estar mejor, pero no me quejo. —Beso su frente—. No te preocupes por mí, iré a buscarte cuando regrese.

Ella me suelta y yo le doy una mirada a Mario que él capta de inmediato. La cuidará mientras yo no esté.

—Así que por fue por quién me dejaste.

Me giro hacia Summer, empuñando mis manos.

—Te dije que esperaras afuera —mascullo.

Me acerco a ella y hago lo mismo que hace un minuto, la saco del brazo.

—No hace falta que te pongas agresivo —sisea, zafándose de agarre—. Y no hace falta que respondas, tu actitud es suficiente respuesta.

Echo a andar sin detenerme a ver si me sigue, el repicar de sus tacones me dice que sí lo hace. Por cierto, ¿quién demonios se pone tacones para venir al estado de Colorado? Como se nota que es una riquilla de California.

Me detengo el estacionamiento del supermercado, aprovechando que está vacío, y me giro hacia ella, cruzándome de brazos.

—Bien, hablemos. Y no exijas ir a un mejor lugar, no tengo tiempo para eso.

Se aferra a la correa de su bolso, posando el peso de su cuerpo en un pie. Alza la cabeza, altiva, su cabello rubio moviéndose con el viento.

—Fue ruin de tu parte cortarme en una llamada, eso no es de caballeros.

—No podía ir a buscarte a California y definitivamente no podía esperar al comienzo de las clases.

Arquea una ceja, apretando los labios.

—Estabas urgido de dejarme, ¿cierto? —escupe—. Y no fuiste un hombre con los suficientes pantalones para decirme a la cara que ya no sentías nada por mí.

—No tenía la intención de dejarte cuando volví.

—Imagino que te decidiste a hacerlo por culpa de ella. —Sonríe amarga, sus ojos empezando a brillar con lágrimas.

¡No, por Dios, que no llore!

—Summer —suspiro—, mis sentimientos por Marinel no fueron los culpables de que te dejara. Sabes que lo nuestro iba a rumbo a morir por un montón de razones, iniciando por tus celos enfermizos.

Su barbilla tiembla y parpadea, luchando en contra de las lágrimas. Creo que lo suyo no es tristeza, es rabia contenida.

—Si así fue, ¿por qué no terminaste conmigo antes?

—Porque creí que podíamos arreglarlo.

—¡Sí podíamos! —grita, las lágrimas rodando por sus mejillas—. Pero te diste por vencido conmigo cuando conociste a alguien más fácil que yo.

Suelto una risa amarga. Si ella supiera que, en realidad, pese a su condición, Marinel sí que es más fácil de tratar que ella. Aunque creo que Summer lo ha dicho como un insulto.

—Por supuesto que ella es más fácil ‒le doy la razón—. Con ella no tengo esconder a mis amigas porque confía en mí y sabe que solo tengo ojos para ella. Con ella no hace falta la llame cinco veces al día para que se sienta querida. Con ella no peleo cada dos por tres. Y con ella no tengo dejar de ser yo para que esté conforme conmigo, le gusto como soy y no quiere cambiarme.



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En el texto hay: amor, amistad, discapacidad

Editado: 13.07.2022

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