Iridiscente.

Capítulo 29

Capítulo 29

“¡Oh! Plegue al cielo que cuando grita

La pena en mi alma dolida e inerme,

Tus grandes ojos de zulamina

Murmuren: ‹‹Duerme››”.

 

Nocturno (Nervo), Amado Nervo.

 

Regreso a la cafetería, donde Marinel y Mario todavía me esperan. Mi hermana no está a la vista, pero papá continúa detrás del mostrador, hablando con uno de sus amigos. No hay más personas dentro del lugar, ya se está haciendo tarde y la gente de este lugar acostumbra a dormir temprano.

Mamá sale de la cocina con un trapeador en una mano y un balde en la otra. Me mira y me regala una sonrisa de simpatía. Ella ha de saber que esto no es fácil para mí.

Me acerco a Marinel y se tensa cuando me acerco, pero se relaja cuando coloco una mano en su brazo.

—Qué bueno que llegas, estaba preocupada —suspira, posando su otra mano sobre la mía—. ¿Qué te dijo?

A mi mente regresan todas las tonterías que salieron de la boca de Summer y me enfado de nuevo. No tiene derecho a reclamar, sabe que lo nuestro no tiene remedio. Echarle la culpa a Marinel solo para justificar su locura no es lo más sensato que ha hecho.

Respiro profundo, como lo he estado haciendo en los últimos minutos muy a menudo y miro a Marinel a la cara.

Mario sigue allí, pero no me intimida su presencia, aunque no creo que esté todavía por aquí para molestarme.

—Vino a reclamar que dejé, creo he herido su ego.

Marinel hace una mueca.

—Siento lástima por ella, no quisiera saber lo que es perderte.

Mi corazón, como no, salta ante su declaración, y quiero besarla aquí, frente a todo el mundo. Pero no lo hago. En su lugar, levanto mi mano libre hacia su mejilla y acaricio con el pulgar, sonriendo como un bobo en todo momento.

—No creo que lo llegues a saber nunca.

Su respiración se atasca y sus ojos empiezan a brillar con lágrimas retenidas.

—¿Podemos ir afuera? Estoy cansada de estar sentada.

Me pongo de pie de inmediato y la ayudo a hacer lo mismo. Aparto la silla a un lado y, de su mano, la llevo afuera.

El ambiente está más fresco que en el día, cosa que agradezco. Odio el verano por las altas temperaturas, a veces el calor no se soporta.

Caminamos hasta el borde de la acera, junto a un poste al que se le ha quemado el foco. Allí se está mejor, está más oscuro y se me permite besarla sin temor a que ojos indiscretos estén viéndonos.

Y eso hago, no sé si para tranquilizarme o para dejar claro un punto, pero lo hago. Ejerzo fuerza sobre sus labios, provocando un gemido bajito de su parte, y es todo lo que necesito para continuar. Ella me devuelve el beso con la misma fuerza, como si se aferrara a mí o como si quisiera marcarme como suyo.

No es que tenga que hacerlo, he sido suyo desde el día en que la vi.

Nos separamos poco después buscando aire. Un par de transeúntes nos pasan por el lado, han de ser turistas porque hacen como que no nos ven y es bien sabido que la gente de este pueblo es chismosa.

—¿Te molesta que Summer esté aquí? —cuestiono cuando hemos recuperado el aliento.

Su expresión decae, lo cual es suficiente respuesta para mí.

—No estoy enojada contigo, si es a lo que te refieres, pero yo… —se calla, bajando la cara.

Meto los dedos bajo su barbilla y a obligo a alzar la cabeza.

—No te escondas de mí, por favor. —Dejo un beso breve en sus labios—. ¿Podrías acabar la frase? Quiero saber que sientes con respecto a esto.

Asiente, tragando con fuerza.

—No puedo evitar pensar que tú la querías antes y ahora ella está aquí, ¿esos sentimientos no volverán?

Sus miedos son válidos, aunque me duele crea que mis sentimientos por ella son efímeros y que desaparecerán por el regreso de mi ex tóxica.

—No lo harán, te lo prometo. Ella y yo no estábamos en un buen punto, lo nuestro se estaba yendo a pique. Te dije que no habías sido tú la que provocó que la dejara, fueron un cúmulo de cosas. —Tomo sus mejillas y apoyo mi frente en la suya—. Te amo, Marinel, y eso no lo cambiará nadie.

Su pecho se agita, su respiración cada vez más trabajosa. Sus ojos se llenan de lágrimas de nuevo y estas ruedan por sus mejillas sin que intente detenerlas, pero se van acumulando en mis manos.

—¿Lo dices en serio?

—Muy en serio —declaro—. Sé que es pronto, que no hace mucho que estamos juntos, pero lo que siento por ti no he podido detenerlo, y no es que lo intentara. Todo ha sido muy rápido y entiendo que tú no estés en la misma página que yo, pero quiero que lo sepas. Te amo y no hay vuelta atrás, te quiero a ti conmigo, no a ella. ¿Lo entiendes?

Asiente, una sonrisa extendiéndose en sus hermosos labios.

—Yo también te amo —murmura—. Tenía miedo de decirlo porque creía que no sentías lo mismo.



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En el texto hay: amor, amistad, discapacidad

Editado: 13.07.2022

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