Iridiscente.

Capítulo 34

Capitulo 34

 

“Miradme con amor, ojos divinos,

que adornáis como soles su cabeza,

y, encima de sus labios purpurinos,

parecéis dos abismos de tristeza”.

 

Tus ojos, Julio Flores.

 

 

—Mario —llamo al chico al tiempo que me agarro de su hombro—, dime que…

No acabo, el nudo en mi garganta no me lo permite.

—¿Que no es cierto? —termina por mí, llorando mientras sigue con la mirada a los paramédicos—. Pero sí lo es.

—No —susurro, mis piernas temblando—. No, ella estaba bien. ¿Cómo…?

No puedo ni siquiera terminar la pregunta en voz alta.

“¿Cómo pasó esto?”, es lo que quiero decir, pero no puedo. Porque esto no es cierto, ella está dentro de casa, esperando por nosotros. Ella no está… Ella no puede estar…

—Ella está bien, ¿cierto, Mario? —murmuro, justo cuando la puerta de la ambulancia se cierra luego de que Lucian entrara. Giro a Mario, encarándolo—. ¿A quién llevaban ahí? ¿Y dónde está Marinel?

Cierra los ojos por unos segundos.

—Logan, ella… —vuelve a mirarme, la devastación en sus ojos destruyéndome por dentro—. Ella no estaba bien, pero no quiso decirle a nadie. —Mira hacia el lugar en que estaba la ambulancia hace un segundo—. Y ahora es muy tarde.

—No. —Me niego a creerle—. Voy a buscarla, ella está dentro.

Paso por su lado y él intenta detenerme, pero me zafo de su agarre.

—Logan —me llama, no escucho—. ¡Logan! ¡Logan, ven!

Paso a través de la verja, mi objetivo siendo la puerta, pero la madre de Maribel se interpone en mi camino, llorando desconsolada.

—Logan —sollozar, echando sus brazos alrededor de mi cuello—, lo lamento tanto. Tú y ella tenía planes, y ahora ella no está.

Y entonces me golpea la realidad. Es cierto, ella iba en esa camilla. Ella no está aquí más y no regresará.

—¿Por qué no lo vi antes? —llora, apoyando la cara en mi pecho. Mario se para a nuestro lado—. Soy su madre, tenía que notar sus cambios, tenía que saber que algo no estaba bien.

—Mamá —Mario le pone una mano en la espalda y acaricia de arriba abajo—, no es tu culpa.

Él no cree que su madre sea la culpable, él se cree el culpable. Pero no tiene sentido contradecirlo, yo siento lo mismo que él y su madre. Tenía que notarlo, tenía que saber que ella no estaba bien. O, tal vez, es culpa de todos. Todos pasábamos tiempo con ella y ninguno de nosotros lo supo, todos estuvimos a su alrededor el tiempo suficiente para saberlo, para darnos cuenta de que ella no estaba bien y no lo hicimos.

Todos somos culpables, o ninguno es culpable. No lo sé, solo sé que mi corazón sangra y no creo que deje de hacerlo nunca.

◙◙◙

El sol brilla sobre nuestras cabezas, nubes esponjosas lo rodean, pájaros vuelan atravesando el cielo y el viento sopla moviendo los árboles.

Es un típico día de verano, tan hermoso como lo han sido los anteriores.

Y pese al buen día, no hay más que tristeza embargando a los corazones de todos los presentes.

A todos les afectó los acontecimientos de hace dos días. Nadie se podía creer que Marinel haya… se haya ido. Yo aún no me lo creo, si soy sincero. Sigo esperando verla sentada en una de las mesas de la ventana de la librería‐ cafetería de mis padres, tomando una malteada mientras espera a que Laura tenga un tiempo libre y vaya a leerle.

Pero eso no pasará de nuevo, el monstruo llamado depresión nos la ha quitado.

El psiquiatra del hospital del pueblo nos lo dijo, pero ya todos sabíamos por qué hizo lo que hizo.

Me parece increíble cómo de nuestra propia mente nos lleva a un punto en el que no escuchamos nada más que las mentiras que nuestras propias inseguridades nos han hecho creer, y ni siquiera es culpa nuestra.

Creo que son enemigos silenciosos, la depresión y la ansiedad, que van cavando en nuestras mentes y nos entierran incluso antes de que te des cuenta de que estás hasta el cuello y no puedes más. Y aún así tienes la capacidad de levantarte cada día y sonreír para que los que amas no se den cuenta de lo roto que estás, porque no quieres hacerlo sufrir.

Creemos que las personas con depresión se ven tristes siempre, pero la realidad es que caminan entre nosotros, riendo y haciendo bromas; trabajan, estudian, pasan tiempo con sus familias, se reúnen con sus amigos y los ves actuar como cualquiera. Pero lo cierto es que están rotos por dentro y muchas veces no saben cómo decirlo, o creen que los demás los tildarán de dramáticos. Esta sociedad no te permite estar mal, te obliga a caminar incluso cuando no quieres. La salud mental para ellos no es importante y por ello cada día aumentan los casos de ansiedad, depresión y estrés.

No es justo.

—Oye, Logan.

Levanto la cara, parpadeando antes de enfocar. Las lágrimas no me permiten ver bien hasta que limpio mis ojos.

Bryce está ahí, Grand y Sean detrás de él. No he hablado con ellos más que unas cuantas palabras en los últimos dos días. De hecho, no he hablado mucho con nadie en los últimos dos días.

—Chicos —murmuro ronco y regreso la vista al frente.

Los siento pararse a mis lados, Bryce y Grand a la derecha y Sean a la izquierda.

Me reconforta su compañía, se que ellos no me harán hablar si no quiero hacerlo, solo me dejan saber que están cerca por si los necesito.

El sacerdote hace silencio y algunas personas pasan a dar unas palabras. Me habría gustado hacerlo, pero tengo la certeza de que el nudo que traigo en la garganta y que se ha vuelto permanente desde esa noche no me dejará decir nada.

Laura dice unas palabras muy bonitas sobre su corta amistad con Marinel y me tiene llorando de nuevo en silencio.

Soy consciente de que Mario tampoco dice nada, y no puedo culparlo. El pobre chico no ha sido el mismo luego de esa noche. Me alegra que Allie esté con él para consolarlo.



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En el texto hay: amor, amistad, discapacidad

Editado: 13.07.2022

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