Irresistible propuesta

Capítulo 3

Cambio

Si había algo peor que ser el centro de atención de todo el instituto, que mis amigas me hablaran con nerviosismo al estar juntas, echando miradas furtivas hacia Scott, y de que incluso los profesores me miraran cuando iba con él, era el tener que desfilar hasta la mesa del fondo de la cafetería con mi supuesto novio tirando de mí con poca delicadeza. Notaba todas las miradas clavadas en mi nuca cuando me senté, haciendo que unas diez cabezas se giraran hacia mí, guardando un silencio demasiado repentino como para que fingir que era casual.

—Esta es Jess, chicos —comentó Scott mientras echaba a un lado al chico que estaba antes sentado a mi lado y ocupaba su lugar sin siquiera mirarlo.

Noté como alguien se sentaba a mi lado al segundo siguiente y me giré. No pude evitar abrir mucho los ojos cuando vi cómo Samantha —la chica de la cual Matt, el chico de mis sueños, estaba enamorado— se había sentado a mi lado. Era tan perfecta que dolía. Una melena rubia oscura recogida en una coleta alta, una tez perfecta y dorada, unos ojos grandes y claros y una sonrisa de dientes blancos y rectos. Demasiado perfecta. Tragué saliva y una sonrisa temblorosa se puso sobre mis labios. Me imaginé lo ridícula que debía verme a su lado.

—¿Qué tal? Soy Sam —sonrió tendiéndome la mano, con la manicura también perfecta.

Alargué mi mano hasta la suya y se la estreché de manera insegura.

—Yo soy Hannah —dijo la chica que estaba delante de mí. Parecía más simpática.

—Yo soy Jess.

—Sabemos quién eres —declaró el chico que estaba sentado al lado de la tal Hannah inclinándose sobre la mesa, apoyado sobre los codos. Era de pelo castaño y ojos del mismo color, solo que llevaba una camiseta del equipo de rugby casi con el orgullo impregnado en la cara—. ¿Sabes cuánto tiempo hacía que Scott no traía una novia? Había empezado a creer que era gay y no sabía cómo decírnoslo.

—Oye —protestó Scott mirándolo con el ceño fruncido.

—Tranquilo, tío, yo te habría querido igual —declaró el castaño con una amplia sonrisa—. Además, tampoco me habría sorprendido.

—Nunca había traído una chica —añadió el que estaba sentado a su lado. Un rubio algo más bajo que los demás.

—Soy Adam, por cierto —dijo el que había hablado primero.

—Erik.

—Dos imbéciles —añadió Hannah con una sonrisa.

Sonreí ante la perspectiva de que los chicos y las chicas de esa mesa no se alejaban tanto de mí y mis amigas. Creía que no me aceptarían a la primera, pero por lo visto me equivocaba. Eran incluso simpáticos. Los nervios empezaron a disiparse a medida que pasaba el rato con ellos. Adam y Hannah fueron los que me cayeron mejor al instante, sin saber muy bien por qué. Quizá porque Hannah era la que me hablaba más y Adam no dejaba de burlarse de Scott, haciendo que este le sacara el dedo corazón, riendo. Debían ser buenos amigos.

—¿Tienes planes para esta tarde? —preguntó Sam al cabo de un rato con una amplia sonrisa.

Iba a contestar, pero vi a una chica al fondo de la mesa que me miraba con sus ojos oscuros entornados. Podía leer el odio y el rencor en su mirada. Tragué saliva. Ni siquiera estaba pestañeando.

—¿Jess?

—¿Eh?

—¿Tienes algo que hacer? —preguntó Hannah.

Iba a responder que no, pero en ese momento escuché a Scott hablar con sus amigos y me acordé de que esa tarde tenía que ir a comprar ropa con el señorito, ya que, cito textualmente, «él no podía tener una novia así vestida».

—Tengo que ir de compras con Scott —me encogí de hombros—. Dice que debería cambiar mi estilo.

—¡Pues claro que sí! —se entusiasmó Hannah dando palmaditas.

—Tienes que cambiar estas sudaderas por blusas bonitas —dijo Sam mirando mi sudadera rosa algo vieja con una mueca de desagrado—. Te favorecerá mucho.

—¡Sí, lo hará! —contribuyó Adam con un guiño de ojo.

Scott alargó el brazo hasta Adam y le dio una colleja en la nuca, haciendo que este pusiera una mueca y toda la mesa riera.

—Menos con mi chica, Fox —dijo Scott burlón pasando un brazo sobre mis hombros casi inconscientemente.

—¿Te podemos robar a Jess esta tarde? —preguntó Hannah con una sonrisa.

—Si tiene que cambiar de imagen, la aconsejaremos mejor nosotras —contribuyó Sam.

Scott se encogió de hombros y dijo:

—Claro.

—¡Me apunto! —dijo Adam levantando la mano.

—Yo también.

La última voz que sonó hizo que me quedara petrificada. Ni siquiera me había dado cuenta de su presencia en la mesa, ya que había estado ocupada con las presentaciones. Giré la cabeza hacia Matt y vi como me estaba mirando a mí curiosamente, como si fuera un experimento nuevo. Una ola de calor invadió mi cuerpo entero. Era la primera vez en toda mi vida que me miraba directamente con algo que no fuera confusión o lástima.

—Entonces, vamos todos —se entusiasmó Hannah—. Chloe no podrá venir... ¿Y tú, Abby?

Giré la cabeza en dirección a la chica a la que, visiblemente, le había caído mal y ella ladeó el rostro redondo que tenía, sin mirar a ningún punto fijo.

—Paso —dijo finalmente, mirando su comida.

Vi como Sam se giraba y ponía los ojos en blanco murmurando un «como siempre».

• • •

El motor de la Harley hizo que saliera de casa a toda prisa, despidiéndome de mi madre, quien estaba sentada en el sofá. Sus pastillas siempre la dejaban un poco aturdida. Scott estaba tecleando algo en su móvil cuando pasé la pierna por encima de la moto y me senté agarrándome al borde del asiento con fuerza.

—¿No me abrazarás, cariño? —preguntó mirándome a través del espejito.

Al parecer, esa iba a ser la broma oficial para todas las veces que subiera a la moto con él.

—Muy gracioso.

—Sí, ¿verdad? Esa es una de las muchas cualidades que tengo.

No pude evitar una sonrisa posándose en mis labios cuando arrancó la moto. Circulamos rápidamente por la carretera hasta que llegamos al centro comercial, donde todos ya nos esperaban.




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