Irresistible propuesta

Capítulo 5

Fiesta y problemas

Parecía mentira lo rápido que me habían aceptado. Creía que realmente les resultaría difícil aceptar una chica normalucha como yo entre ellos. Sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría solo me conocía porque el año anterior había dado con la pelota en la cara a la profesora de gimnasia y me habían expulsado dos días por pensar que había sido a propósito —era torpe con los deportes, era mejor no darme un balón— o, simplemente, no me conocían ni les sonaba mi cara.

Y, sin embargo, ahora me encontraba arreglándome para ir a la fiesta de un tal Harry, de otro instituto, al que no había visto en mi vida.

Había preguntado a Kia y a Jules si les apetecía venir. Kia era contraria a beber, bailar, fumar, y cualquier cosa que no pudieras hacer dentro de un aula con un profesor delante. Jules estaba castigada por haber suspendido biología. Así que eso me dejaba sola con Scott y sus amigos. Por lo menos, habían venido a ayudarme a vestirme.

—A mí me gustas así —opinó Kia cruzándose de brazos sentada sobre mi cama.

—Bueno, quizás si sonrieras y quitaras esa cara de muerta —intervino Jules, que caminaba por la habitación tirando la ropa de un lado a otro.

Me miré en el espejo posando para mí misma. Llevaba una sencilla falda negra con una blusa azul. Lo cierto era que no me había arreglado demasiado. Tampoco creía que la gente fuera a ir demasiado arreglada a la fiesta de ese tal Harry.

—¿Para quién se habrá puesto tan guapa? —preguntó Jules sonriendo pícaramente.

—Para el papa, no te jode —le guiñé un ojo a través del espejo.

—Ponte unos tacones, aunque sean bajitos —sugirió Kia.

—Pero...

—Nada de zapatillas, Jess.

—¡Estoy unida a mis zapatillas! No puedo traicionarlas de esta forma, profanando mis pies con tacones...

Que los tacones y yo éramos enemigos era un hecho, ya que no sabía llevarlos. Y cuando decía que no sabía llevarlos, era porque realmente parecía una ballena mareada.

—Bajitos —repitió Kia viendo mi expresión.

Me puse unos tacones negros y me senté en la cama mientras Kia hacía esfuerzos para dejarme maquillada decentemente y Jules le iba diciendo que lo hacía mal. Hice lo que pude para no pestañear demasiado, tener la cabeza levantada y no reír mientras me colocaba a ciegas los tacones.

Cuando escuché a mi madre abriendo la puerta, dudé unos segundos. ¿Podía ser...? No, no podía ser. Se suponía que me iba a esperar donde cada mañana. Scott no podía haber subido. Se lo había pedido expresamente. No quería que se cruzara con mi madre, aunque lo cierto era que hoy se había tomado su medicación y estaba bastante bien... Vi que mis amigas también se quedaban escuchando atentamente.

—Ah, hola, Scott —escuché a mi madre.

Casi tan rápido como yo, Kia y Jules saltaron de la cama y empezamos a correr por el pasillo —yo iba con tacones y casi me caí— hasta llegar a la entrada, donde vi a Scott riendo con mi madre. Ambos levantaron la vista y se nos quedaron mirando. Kia y Jules revisaban a Scott una y otra vez con las miradas. Él no pareció notarlo. Miré a mi madre fijamente, esperando que no hubiera hecho nada de lo que pudiera avergonzarme. Estaba algo adormilada por el medicamento, pero por lo demás estaba bien. Un día bueno. Mañana quizás no se acordara de esto.

Él iba vestido con pantalones vaqueros gastados, una camiseta sin mangas grises y su cazadora de cuero sobre los hombros. Había hecho bien en no arreglarme.

—Scott ha venido a buscarte —mi madre me informó de lo evidente.

—¿Vamos? —preguntó Scott claramente divertido por la situación.

—Adiós —dije, pero mis amigas solo balbucearon algo parecido a una despedida antes de que cerrara la puerta a mis espaldas. Ellas se encargarían de mi madre esa noche.

Me metí en el ascensor con él a mi lado. Lo miré de reojo. Seguía con esa estúpida sonrisa en el rostro. Me daban ganas de quitársela con un golpe. ¿Por qué no me había hecho caso?

—¿No habíamos quedado fuera? —pregunté irritada.

—¿Y perderme este momento tan entretenido? —sonrió aún más mirándome—. De eso nada.

Puse los ojos en blanco mientras salíamos del ascensor. En la acera había una Harley aparcada. Nada más llegar al vehículo, mi piel se puso de gallina sintiendo la ráfaga de aire frío sobre mis brazos desnudos. Casi como si lo hubiera dicho, noté algo sobre mis hombros y vi a Scott dejando su cazadora.

—¿No has cogido chaqueta? Te podrías resfriar —replicó.

—Sí, papá.

Negó con la cabeza, subiendo en la moto.

—Me preocupa más la falda, la verdad.

Pareció darse cuenta de que llevaba falda cuando clavó los ojos en mis piernas. Los detuvo ahí más tiempo del estrictamente necesario, hasta que me removí incómoda. Él se aclaró la garganta, rascándose la nuca.

—No se te verá nada.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque yo estaré tapándolo todo con mi cuerpo, vamos, no dejaré que nadie te vea nada más de lo necesario.

—¿Seguro?

Vi que estaba a punto de perder la paciencia cuando enarcó una ceja.

Cuando lo miré mientras arrancaba el motor, me di cuenta de que era la primera vez que lo veía con los brazos al descubierto, y los tenía casi completamente cubiertos de tatuajes oscuros y confusos. Le daban un aspecto aún más intimidante del que ya tenía de por sí.

—¿Te gustan? —preguntó al percatarse de que los estaba mirando. Noté un deje de burla en su tono de voz.

Iba a preguntar qué significaban, pero no quería ser entrometida en su vida, así que le dije lo primero que se me ocurrió:

—¿No tendrás frío así?

Él me dedicó una sonrisa sugerente.

—Si me abrazas no lo tendré.

Di gracias a Dios porque era de noche y no se podía ver el rubor de mis mejillas. Avancé hacia la moto y subí detrás de él. Me agarré al borde del sillín y encontré su mirada a través del retrovisor. Aparté la mirada de inmediato, fingiendo que no había ocurrido nada, aunque me pareció detectar una leve expresión de exasperación en su rostro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.