Irresistible propuesta

Capítulo 8

Campeones

La fiesta era en una casa cercana al instituto así que en unos cinco minutos Scott estaba aparcando la moto delante de esta. Se había pasado el viaje persiguiendo el coche de Adam, que no dejaba de sacar la cabeza por la ventana y gritar que habíamos ganado. Quizá en otra ocasión me habría parecido algo temerario y peligroso, pero lo cierto era que me lo pasé francamente bien.

Cuando entramos en la enorme casa, un coro de gente empezó a felicitar a Adam y Scott, palmeándoles las espaldas, pasándoles vasos de cerveza y riendo. Scott no parecía demasiado cómodo con eso. Se limitó a agarrarme la mano y sacarnos de la masa de gente. Adam, en cambio, estaba encantado con la atención que le estaban prestando.

Todas las animadoras estaban reunidas excepto Sam, como de costumbre, que estaba bailando con unos cuantos chicos como si le fuera la vida en ello. En cuanto Adam los vio, se acercó y se unió, riendo.

—¡Hemos ganado! —exclamó Hannah al vernos llegar.

Hannah me estaba empezando a caer realmente bien, aunque detestaba su afán por impresionar a Sam continuamente. Y su entusiasmo, que a veces parecía más hiperactividad, tampoco me encantaba. Sin embargo, me parecía la más sincera y buena persona de la mesa del almuerzo.

—¡Erik ha dicho que la mayoría ya están arriba! —esta vez habló con Scott, era de las pocas chicas que hablaban con él sin parecer intimidadas—. Quizás deberíamos empezar a subir.

—Vamos, entonces.

¿De qué hablaban?

Scott me apretó un poco la mano. Seguía recordando el beso que me había dado una hora antes. Subimos por unas escaleras de caracol hasta un pasillo poco iluminado. Hannah se quedó delante de una puerta blanca. En ese momento me di cuenta de que Adam había desaparecido. Apreté la mano de Scott, llamando su atención.

—Espera, primero voy al baño —susurré.

—¿Lo sabrás encontrar?

—Creo que podré guiarme yo solita —reí.

—Vale, te espero aquí.

Para mi sorpresa, me planto un beso en la mejilla y sentí que enrojecía hasta la raíz del pelo. Hannah soltó algo parecido a lo monos que éramos.

Me separé de él intentando calmarme y avancé por el pasillo solitario en silencio. Miraba cada puerta e intentaba abrirlas, aunque algunas estaban cerradas con llave o eran simplemente habitaciones vacías. Llegué a la última puerta del pasillo y la abrí sin parar a pensar en lo que estaba haciendo.

Me quedé helada por la escena que había delante de mis ojos.

Había una cama enorme que hacía un enorme ruido por las figuras agitadas que había sobre ellos.

La primera cara que divisé fue la de Sam, que se agitaba con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Iba vestida tan solo con unas bragas negras. Sobre ella había otra figura besándola por zonas que era mejor no mencionar. Estaba semidesnudo también. Sus manos se deslizaban por la cama, apretando el edredón, hasta que giró la cabeza en mi dirección y parpadeó sorprendido. Al reconocerme, sonrió ampliamente.

—Vaya, Jess, puedes venir si quieres —dijo Adam.

Sam abrió los ojos de golpe y me miró sin vergüenza alguna.

—¿Ya han ido a jugar a reto? —preguntó con calma.

¿Cómo podía estar tan tranquila?

Tierra, trágame.

—Eh... —no me salían palabras— Hannah nos… Nos ha lla… Llamado.

¿Tenían que estar desnudos? ¿No podía encontrarlos jugando al ajedrez?

—Ah, ahora venimos, ¿puedes cerrar la puerta?

—O venir —sonrió Adam acompañado de un guiño de ojo.

Mi respuesta fue salir y cerrar tan rápido como pude. Nunca había estado tan incómoda. Por lo menos encontré el baño y pude volver a la habitación poco después con las mejillas encendidas. Esta era pequeña y cuadrada, con una mesa de madera redonda y varias sillas alrededor. Estaban ocupadas por Hannah, Chloe, Abby, Matt, Erik, Scott y un chico al que no conocía. Justo detrás de mí entraron Adam y Sam despeinados y agitados a toda prisa y tomaron asiento. Scott me hizo una seña para que me sentara entre él y Hannah.

—¿Qué te pasa? —me preguntó, frunciendo el ceño.

Mi respuesta fue echar una ojeada a Adam y Sam, que seguían arreglándose la ropa y el pelo. Scott puso una mueca.

—Espero que, al menos, estuvieran vestidos —murmuró.

—Gracias a los cielos —mascullé.

Él rio un poco, antes de que el chico que no conocía empezara a hablar. Al parecer, era el dueño de la casa.

—Bueno, ahora que estamos todos, empecemos con el juego.

—¿En qué consiste el juego? —pregunté en un susurro a Scott mientras el chico colocaba una botella de cristal vacía en el centro de la mesa.

—Alguien gira la botella —susurró Scott—, al que apunte la botella, tiene que darle a cumplir un reto, si no lo cumple tendrá que estar diez minutos en un armario oscuro con el que elijan los demás. Ah, sí, él es Craig.

Qué bien.

—¿Quién quiere empezar? —preguntó Craig con una enorme sonrisa.

Adam se abalanzó sobre la botella y, con un giro de muñeca, esta comenzó a girar ralentizándose a cada vuelta, hasta que por fin se paró, en dirección a dos lados de mi derecha, donde estaba sentada Sam. Adam esbozó una sonrisa.

—Te reto a decir... —dirigió una mirada a toda la habitación— ¿Con qué chica de esta habitación te enrollarías si fueras lesbiana?

Sam entrecerró los ojos y tomó un trago de cerveza antes de decir:

—Con Jess.

Mi cara enrojeció de repente cuando todos los de la mesa soltaron una ovación o una carcajada.

—¡Cuidado Scott que van a por tu chica! —Se mofó Adam.

Hubo unas cuantas risas más, incluso provenientes de Scott. Tomé un trago de cerveza que había delante de mí, sin importarme de quien fuera.

—Bueno, te toca, Sam —intervino Erik.

Cuando Sam hizo girar la botella, vi como Hannah y Chloe se encogían en su sitio. Era de imaginar que, cuando era a Sam a quien tocaba, ella enviaba las peores pruebas que cumplir. La botella se detuvo apuntando a Abby. Esta enarcó una ceja aunque no pareció del todo nerviosa. De hecho, parecía contenta.




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