Había algo indudablemente peculiar en ese hombre, pero no retiré mi mano cuando él la tomó con gracia entre las suyas... Al menos hasta que la besó.
(¿Un simple saludo cultural tal vez? Entonces, eh... ¿quién es este tipo exactamente? Si es famoso...)
MC- ¿Podrías ser...?
Shakespeare- Suplico vuestro perdón, pues he omitido presentarme. Mi nombre es Shakespeare.
Estaba demasiado asombrado por sus ojos -ámbar y rojo oscuro como la sangre- para expresar sorpresa ante el nombre imposible que pronunció.
Shakespeare- ...William Shakespeare. Un humilde garabateador de obras teatrales. Es un placer...
(¿El verdadero William Shakespeare? ¿Autor de Romeo y Julieta y Macbeth?)
Con Isaac aquí, no tenía motivos para dudar de quién decía ser, y sin embargo, aceptar que el hombre mismo estaba frente a mí-
(...¡No puedo creer que esté hablando con el verdadero Shakespeare!)
MC- El placer es mío. Soy MC.
Shakespeare- Vuestro nombre ha pasado por los labios del buen Comte en mi presencia. No omitió mencionar vuestra belleza extravagante.
MC- ...¡Oh! Bueno, ¿por qué diría algo así, realmente?
(¡Vaya! Seguro que Shakespeare solo está siendo cortés, ¡pero igual me hace sonrojar!)
Fue entonces cuando noté a Isaac frunciendo el ceño intensamente, mirando alternativamente a ambos.
Isaac- ¿Hasta cuándo piensas sostenerle la mano?
Shakespeare- Ay, debo suplicar vuestro perdón una vez más.
Retiró su mano con elegancia.
Shakespeare- Manejasteis con gracia esa disputa, gentil Isaac. Raro es el escritor que con tal liviandad desentraña su obra.
(Espera. ¿No estará diciendo...?)
MC- ¡¿Isaac, ese libro... lo escribiste TÚ?!
Isaac- ...¿El Principia? Sí. Hace mucho tiempo.
(¡Con razón lo conocía tan bien!)
Yo era el único sorprendido; Isaac y Shakespeare seguían hablando con naturalidad, aunque con tensión.
Isaac- ...¿Y? Si viste tanto, ¿qué propósito tienes al seguirnos hasta aquí?
Shakespeare- Nada más que expresar mis respetos a la dama. También debo entregar una invitación.
Isaac- ¿Una invitación?
Shakespeare esbozó una sonrisa suave y afable.
Shakespeare- Un buen amigo celebrará un baile pronto. ¿Quizá desearais asistir?
(¿Un baile?)
MC- ¿Me invitas a un baile? Pero, apenas nos conocemos...
Shakespeare- Así es. Tal vez sea oportunidad de enmendar tal pena. ¿No deberíais disfrutar mientras estáis aquí?
MC- Eso... es cierto.
Shakespeare- Juzgo nuestro encuentro esta noche obra del hado. Guiado así por la mano del Destino, deseo ayudaros a crear memorias hermosas.
(¡Hoy lo pasé tan bien con Isaac...)
Por primera vez, pude silenciar esa parte de mi mente obsesionada solo con volver a casa.
(Si es así, tiene sentido disfrutar más de lo que este mundo ofrece... en vez de esconderme.)
Shakespeare- A menos que... ¿mi oferta no haya logrado despertar vuestro interés?.
MC- ¡No, estoy muy interesada!
Imágenes de salones lujosos llenos de damas elegantes y caballeros refinados —como en las películas— cruzaron mi mente.
(...Y me encantaría unirme, pero no tengo un vestido elegante, ni sé bailes ni la etiqueta de esta época.)
Shakespeare- Vuestra preocupación nubla vuestro rostro. No temáis. El buen Comte puede proveeros cuanto necesitéis. Incluyendo un acompañante adecuado.
MC- ...Supongo que sí podría.
Y me sentiría más tranquila con él allí.
MC- Hablaré con él al respecto. Gracias.
Shakespeare- Os ruego no le deis importancia. Un baile no es más que un simple evento sin una dulce rosa que lo decore.
Shakespeare volvió su inquietante mirada hacia Isaac.
Shakespeare- ¿Y vos, gentil Isaac? ¿Os agradaría asistir a este...?
Isaac- No.
(¡Vaya, rechazo instantáneo! ¡Shakespeare ni siquiera terminó de preguntar!)
Shakespeare- Rechazáis con demasiada premura, creo. ¿No sería acaso una oportunidad para ver rostros que el tiempo arrebató de la memoria?
Isaac- ¿Qué queries...?
El eco de cascos resonando en el callejón puso fin a nuestra conversación.
Shakespeare- Mi cochero llega.
Shakespeare se volvió y esbozó una leve sonrisa.
Shakespeare- Temo que debo despedirme. Enviaré la invitación al alba. Estad atentos a ella.
MC- Muy bien, entonces. Bonsoir.
Desapareció del callejón como si se esfumara en la oscuridad. Cuando se hubo ido, miré hacia mi mano.
(La mano de Shakespeare estaba tan fría...)
Incluso ahora, podía recordar sus ojos de distintos colores. Parecían ejercer una atracción hipnótica. Intenté sacudirme esa persistente sensación de frío cuando noté que Isaac me miraba.
Isaac- ...¿De verdad te interesan tanto los bailes y esas cosas?
MC- Investigué mucho sobre ellos —los modernos— para mi trabajo. Tengo curiosidad por vivir una fiesta en esta época.
Hablamos mientras caminábamos.
Isaac- No era la respuesta que esperaba.
MC- Te hablé de mi trabajo, ¿verdad?
Isaac- Lo hiciste. Es solo que... estaba seguro de que tenías prisa por ir a casa. Casi parece que has cambiado de opinión.
MC- Si acaso, es por ti.
Isaac- ...¿Por mí?
MC- Me ayudaste a dar esos primeros pasos en este mundo. A descubrir que no da miedo. ¡Que es rico y fascinante!