Isabella
Siento como mi corazón aun late tan rápido, cada cinco segundo veo la puerta pensando que ese lobo vendrá nuevamente.
Estoy aterrada.
Cuando llegué a la cabaña, lo primero en hacer fue cerrar las puertas y ventanas. También le di un poco de agua a ese pulgoso. Estoy muy agradecida, aun no comprendo qué fue lo que pasó, ¿qué es lo que ha ocurrido?
No pude dormir muy bien esa noche, cada pequeño e insignificante ruido me ponía nerviosa.
Ahora estoy luchando por no dormir en la clase de filosofía. Sin embargo, a cada segundo cierro lentamente los ojos.
—Señorita, si mi clase es tan aburrida, le pido que por favor se retire — rápidamente abro mis ojos ante el llamado del profesor.
—Lo siento...— murmuro.
—Por favor, retírese— vuelve a repetirme.
Asiento ante su pedido. Tomo mis pertenencias y salgo del salón de clases.
Estoy tan cansada. Jamás me había quedado dormida en una clase por más aburrida que fuera. Tampoco me habían sacado.
Me voy directamente a la cafetería, recuesto mi cabeza sobre una de las mesas y cierro mis ojos. No estoy dormida solo trato de descansar un poco.
—Isa... — me llama alguien —. ¿Estás bien? — con toda mi voluntad levanto mi cabeza y frente a mí está Daniela.
—Sí, solo estoy un poco cansada.
Se acerca a mí y se queda sentada a mi lado.
—La clase ya terminó, el profesor ha dicho que quiere un avance del ensayo en su siguiente clase—me informa—. ¿Quieres venir a mi casa para hacer el trabajo?
—No sé donde vives—musito.
—¿Y tú donde vives?
—En el bosque — respondo.
—¿Vives en la cabaña que esta en medio del bosque?—pregunta sorprendida, yo solo asiento —. Sé donde está. Puedo pasar por ti.
Daniela y yo nos pusimos de acuerdo sobre cómo haríamos nuestro trabajo. Me dijo que después de que terminaran las clases, ella iría más tarde a la cabaña para llevarme a su casa.
❤🐺❤
Cuando entro a la cabaña, el pulgoso viene corriendo a mí, meneando de un lado a otro su cola.
—¡No, aléjate! —espeto, mas ya es demasiado tarde, el perro está sobre mí—. ¡Manchaste mi ropa! Pensé que te irías.
Genial. Estoy hablando con un perro.
Quito al perro encima de mí, me pongo de pie y voy a mi pequeña cocina. Dentro de poco vendrá Daniela para ir a su casa a hacer nuestro trabajo.
Cuando estoy en la cocina el pulgoso entra conmigo, solo esta ahí, observando mis movimientos.
—¿Qué?—espeto con molestia—. ¿Tienes hambre? Si tienes hambre ve al bosque a cazar una ardilla.
Continua observándome.
Creo que me tienta un poco el corazón y le doy un poco de mi comida. De inmediato se come todo mientras sigue meneando su cola de un lado a otro. Cuando termina todo lo que le he dado me mira fijamente e inclina su cabeza ligeramente a la izquierda.
Hay que admitir que se ve un poco tierno.
—Lo sé —murmuro—. Soy una buena persona, no me lo agradezcas.
De pronto el pulgoso sale corriendo de la cocina.
—¡Oye! —mascullo—. ¿A dónde vas?
Hago lo mismo y cuando salgo, él no está dentro de la cabaña.
Se fue.
Siento algo dentro de mi pecho. No comprendo bien la razón pero salgo de la cabaña para buscar al pulgoso. No obstante, veo al perro echado en el suelo boca arriba y junto a él está Daniel.
¿Qué hace Daniel aquí?
Con una de sus manos está acariciando la cabeza del perro. Yo me quedo observando aquella escena, sin embargo, al poco rato Daniel nota mi presencia, deja de acariciar al perro y me observa con su mirada gélida.
—Hola— es lo único que se me ha ocurrido decir.
—Daniela no ha podido venir— comienza a contarme ignorando mi saludo—. Vine yo en su lugar.
No me deja responder nada y comienza a caminar.
¿Qué le pasa?
—¿A dónde vas?
—Te voy a guiar — espeta con su voz fría que tiene.
—¿Nos iremos caminando? — cuestiono.
—Sí — responde—. ¿Acaso tienes un carruaje, princesa? — dice con sarcasmo.
Es mi momento de sonreír, me pongo derecha y de mis bolsillos saco unas llaves.
—¿Quieres que te lleve?— le pregunto en tono coqueto.
—Solo date prisa— su cara de amargado daña el ambiente.
Comienzo a caminar a la parte trasera de la cabaña, ahí es donde tengo estacionada mi motocicleta. Siento como Daniel me sigue los pasos.
Sonrío grande cuando llegamos y veo a mi bebé. Me subo en ella y hago que se encienda el motor.
Me confunde ver que Daniel aun continua parado. ¿No piensa subir?
—¿Qué estás esperando?— le pregunto mientras me coloco el casco—. Ven, tengo un casco extra.
—No pienso subir y morir, tengo mucho futuro por delante.
—¿Quieres conducir tú?
—No sé manejar eso— espeta desviando su mirada.
No disimulo ni un poco mi felicidad. Tengo una inmensa sonrisa. Estoy viendo una oportunidad y no la dejaré escapar.
Con mis ojos le señalo que se siente detrás de mí. Él niega con su ceño fruncido y sus brazos cruzados.
—No pasará nada — musito—, pero si llegara a pasar, en ese caso, no pasamos del piso— digo en tono de broma, pero, a Daniel no parece ser de mucha gracia.
—¡No es gracioso! — espeta.
—Sé conducir bien — aseguro —. Sube, confía en mí.
Las últimas tres palabras fueron suficientes para que su ceño se relajara.
Ahora me mira diferente, esta vez no me ve con su cara de zombie amargado, más bien, era algo así como con cariño.
Suspira hondo y se acerca con toda la intención de subir a la motocicleta.
—Espera, ¿y el casco?
—Confío en que llegaré en una sola pieza. Sano y salvo — se encoge de hombros —. Además, el casco me arruinará el peinado — dice con una pequeña sonrisa dejando que pueda apreciar sus hoyuelos.
Mi corazón se acelera al mil cuando ya está sentado en mi motocicleta, con sus brazos se aferra a mi cintura. Casi me olvido de cómo respirar cuando siento como su cuerpo se recuesta sobre mí.
Editado: 11.06.2021