Isabella
—¡Muy bien jovencitas! — nos felicita el profesor de filosofía —. Lo quiero completo para la siguiente clase.
El profesor llama a la siguiente pareja para que le muestre los avances del trabajo que pidió.
Ambas regresamos a nuestros respectivos asientos. Observo el lugar donde se encuentra Daniel y nuevamente está recostado y una chaqueta negra cubre su rostro.
«No salgas de la cabaña de noche».
Entendo perfectamente que es mejor quedarme en casa y no ser devorada por lobos. Aun hay cosas que no comprendo, sobre el bosque, los lobos y sobre mí. Necesito respuestas.
—Isa — salgo de mis pensamientos cuando escucho la voz de Daniela —. ¿Cuándo terminaremos el trabajo?
Algo ha cambiado en su forma de hablarme, ya no lo hace de forma amistosa, hasta parece que le disgusta la idea de seguir trabajando conmigo.
—Cuando quieras —respondo.
Hace una mueca de disgusto y blanquea sus ojos.
—Ven a mi casa, hoy — masculla y regresa a su asiento.
❤🐺❤
Después de que las clases terminaran, fuera a la cabaña y alimentara al pulgoso…
Ese perro ya se está adueñando del lugar.
Me dirijo en mi motocicleta a la casa de Daniela. No he utilizado mucho la motocicleta porque este pueblo es pequeño y no tiene sentido usarla para ir a clases, pero sí para ir a casa de Daniela, ya que se encuentra muy lejos desde la cabaña. No me hace mucha emoción ir por la manera en la que me habló en la clase. ¿Ya no le agrado?
Atravieso el bosque hasta llegar al pueblo, me apresuro en llegar a mi destino, no me agrada la idea de que se haga tarde y una de esas bestias me devore en un mordisco.
Me pregunto si Daniela y sus padres son igual de salvajes, a Daniel lo descarto porque él mismo que dijo que aun no se transforma. Daniela y él son mellizos, debería poder transformarse, sin embargo, no soy experta en cómo funciona eso de la transformación y supongo no todos son iguales, aunque sean mellizos.
Estaciono el vehículo en el mismo sitio que la vez anterior cuando vine por primera vez con Daniel.
—¡Te estaba esperando! — grita. Daniela está justo en la puerta de entrada, sí me estaba esperando.
—Hola… — saludo.
Daniela me hace una señal para que ingrese a la vivienda. A diferencia de mi anterior visita, esta vez, realizamos el trabajo en el comedor y no en su habitación. Tiene el espacio lleno con cuadernos donde deben estar los apuntes del tema.
Me siento a su lado, no le pregunto por qué no terminamos el trabajo en su habitación y por qué su cambio de actitud. ¿Le molesta mi presencia? No puedo esperar para terminar e irme lo más pronto posible.
❤🐺❤
Las dos horas que tardamos haciendo el trabajo fue de lo más incómodo. Hubiéramos terminado antes pero, cada vez que yo proponía algo, Daniela ponía excusas para no añadirlo y cuando ella proponía, yo daba alguna excusa para no agregarlo.
Por suerte terminamos y ya no tengo motivos para seguir viniendo a esta casa, lo malo es que está anocheciendo y debo irme antes que un lobo me devore, además, el hecho de que en esta casa hay licántropos me pone más nerviosa.
—Hasta luego — digo lo más amable que puedo. De inmediato, intento ir a la puerta.
—¡Adiós! — exclama.
Continuo con mi escape, sin embargo, antes de que abriera la puerta, ésta se abrió de la nada.
Casi me da un infarto.
Por la puerta entra Daniel. Cuando me ve a mí, probablemente con la cara pálida y a su hermana con su expresión de molestia, frunce su entrecejo y hace una mueca de confusión.
—No voy a preguntar — masculla.
Se dirige a las escaleras que llevan a las habitaciones, pero antes de que se marche, su hermana lo detiene.
—¡Daniel!— espeta.
—¿Qué?
—¿Recuerdas lo que hablamos con mamá y papá esta mañana? — pregunta cruzándose de brazos. Daniel se mantiene callado unos segundos pensando en su respuesta.
—¿Qué tenías que ir por Maximiliano? — murmura con la esperanza que esa sea la respuesta correcta.
Daniela abre sus ojos demasiado. Lleva sus manos a su cabello y se lo alborota ligeramente.
—Olvidé a Max… — titubea—. ¡Olvidé ir por él!
Yo me siento patética en medio de su conversación, y si pensaba que la situación no podía empeorar, nuevamente de la nada, la puerta fue abierta bruscamente y entra una persona desconocida para mí.
Observa fijamente a los mellizos, sus ojos están completamente rojos y es fácil deducir por su rostro diabólico que está demasiado furioso.
Literalmente, comenza a gruñir como una bestia, su rostro se pone rojo y sus venas se hacen muy visibles. Mi cuerpo se estremece cuando nota mi presencia.
—Daniela debía ir por ti — informa Daniel sin ningún temor. El desconocido deja de observarme y su atención se va a Daniela.
—Yo… — tartamudea.
El chico deja de gruñir y su rostro vuelve a la normalidad, sus ojos se hacen menos siniestros, aun siguen siendo rojos, pero se ven menos aterradores. Físicamente es similar a Daniel, su cabello es castaño como el de ambos mellizos.
—¿Quién es está lindura? — cuestiona observándome fijamente. Pasa su lengua alrededor de sus labios.
¿Por qué me siento como si fuera una presa?
—Es hija de los Anderson —responde Daniela.
—Oh… — musita —. Lamento mucho lo que ocurrió, tus padres eran buenas personas. No merecían morir de esa forma tan cruel.
—¿Cómo sabes de ellos? — interrogo atónita.
—Se está haciendo tarde — dice Daniela —. Ya deberías irte Isabella.
No iba a esperar a que me lo dijeran dos veces, me quería ir de esa casa y estaba por hacerlo.
—¿Aun no te han dicho? — el desconocido causa que me quede un poco más.
—¡Max, no lo hagas! — suplica Daniela.
—¿Por qué no? — ignora las palabras de Daniela —. Tus padres no se suicidaron — mi corazón comienza a latir a una gran magnitud. ¿Cómo sabe esa información de mis padres? —, a ellos los mataron.
Editado: 11.06.2021