Isabella
En el minuto que amaneció, Daniel regresó a su casa, ninguno de los dos logró dormir en paz debido a la situación, en la que casi nos devoran los lobos. Tomé mi decisión definitiva: regresé a la ciudad, a mi hogar.
La casa en la que vivía con mis padres ya no me pertenece, así que tuve que quedarme en un hotel, si bien, encontrar uno donde acepten perros es muy complejo. Mikey había viajado conmigo, no tuve corazón para abandonarlo en el pueblo.
Nos fuimos cuando el sol dejó apreciar sus primeros destellos, llegamos al hotel en la noche y por primera vez, pude dormir tranquila sin estar pensando que un lobo estaba afuera, esperándome para atacar.
Conozco perfectamente las consecuencias de mi decisión, pero prefiero perder todo a morir en un pueblo lleno de criaturas peligrosas que me matarían en cualquier segundo. Mikey ya se estaba volviendo un perro citadino, desde que entró a la habitación del hotel, se adueñó de un sillón.
—¿Estás cómodo, pulgoso?
Mikey movió su cola peluda como respuesta. Creo que le gusta más el nombre de “pulgoso” que el de “Mikey”.
El teléfono de la habitación empezó a sonar, pensé que quizá sería alguien de recepción ofreciendo su servicio. Respondí la llamada.
—¡Bienvenida, señorita Anderson! ¿Cómo está su estadía? Habla el licenciado Johns.
Me puse nerviosa. ¿Cómo se enteró que estaba aquí? No llevo ni un día que regresé y ya me estaba dando la bienvenida. No fui capaz de responderle al abogado.
—Si no es mucha molestia, me gustaría verla hoy en la tarde — como no obtuvo respuesta de mi parte, continuó hablando—. ¿Está disponible hoy, señorita Anderson?
—Sí… — balbuceo.
❤🐺❤
No había pasado mucho tiempo desde que me mudé al pueblo pero, estar nuevamente en donde crecí es fascinante; ver a las personas caminar por todas partes, algunos en compañía y otros ocupados con sus teléfonos móviles, el escándalo de los vehículos en movimiento en medio del trafico y los inmensos edificios.
El licenciado me había citado en un restaurante, cuando llegué, él ya estaba en una mesa leyendo la carta del menú.
—¡Al fin llega, señorita Anderson! — me haces una señal para que me siente frente a él —. Principalmente, me gustaría que me informara cómo es Dédfer, ¿es un lugar agradable?
—Eh… — murmuro—. Sí, hay muchos arboles y el aire es fresco.
¿Qué respondo? ¿Qué intentaron devorarme los animales salvajes?
El licenciado observa alrededor, después de asegurarse que no hay personas cerca, se aproxima un poco a mi rostro de forma disimulada.
—¿Cuántos trataron de asesinarla? — susurra.
Abro mis ojos y mi boca de la impresión. El abogado se ríe un poco y hace una señal a un mesero para que nos atienda. Él se encarga de pedir algo para mí debido a que aun no salgo de mi estado de shock.
—¿A qué se refiere? — pregunto cuando el mesero se retira.
—Dudo que no intentaran atacarla en el tiempo que estuvo en Dédfer — dice, de una manera tranquila, como si esta fuera una conversación normal.
—¡Usted sabía que harían eso! — espeto —. Y aun así, me obligó a irme...
—Fueron sus padres, señorita Anderson — aclara —. Yo sólo sigo ordenes.
El mesero regresa con dos platos de carne y ensalada que deposita en la mesa.
—Sus padres sabían perfectamente lo que hay en Dédfer — continua hablando, toma los cubiertos y comienza a cortar la carne con el cuchillo —, conocían todos los peligros que podía encontrar, pero, aún así, ellos querían que su hija estuviera allá.
La misma pregunta se pasea por mi cabeza: ¿Por qué me enviarían a ese pueblo?
—¿Usted como conoce eso de Dédfer? — inquiero.
—Nací y crecí en ese pueblo, señorita Anderson — musita —. Me fui cuando cumplí la mayoría de edad, luego de que mis padres fueran asesinados por esas bestias.
Tengo el plato de comida frente a mí, estuve en un pueblo donde nadie parece estar en el siglo XXI, ahora estoy en un restaurante rodeada de personas que están en este sitio disfrutando de sus alimentos y algunos le toman fotos con sus teléfonos móviles a sus platillos. Mi apetito se desvaneció.
—¿Cómo conoció a mis padres? — interrogo curiosa.
—Es una larga historia — murmura.
—Me gustaría escucharla.
El licenciado aceptó contar cómo fue que conoció a mis progenitores; todo comenzó la noche que sus padres fueron devorados por las bestias. Él y su familia fueron al río por agua, pero al regresar a casa ya había oscurecido, con todo el temor atravesaron el bosque. Sin embargo, los lobos escuchan y olfatean todo lo que pasa alrededor.
Varios de ellos rodearon a la familia, ambos padres le pidieron a su hijo que huyera, el chico huyó con el dolor de dejar a sus padres con esas bestias feroces. Algunos lobos lo siguieron mientras intentaba escapar, si bien, dos personas que caminaban por los alrededores, lo salvaron de ser devorado.
Al quedarse sin sus padres, tomó la decisión de irse y obtener una mejor vida fuera de ese pueblo donde habitan las bestias. Sus padres siempre lo motivaban para que él tuviera éxito y ahora lo había conseguido, en este lugar, fuera de Dédfer.
—Yo estoy agradecido con sus padres — comenta con nostalgia —, es una pena lo que les pasó, no sé la razón por la que la enviarían a Dédfer, pero ellos me pidieron que me encargara que se cumpliera cada palabra del testamento.
—Pero...
—Voy a ignorar que la vi y que volvió— me interrumpe —. Tienes veinticuatro horas para irse, si no lo hace, tendré que obedecer lo que han ordenado sus padres; le quitaré todo.
Me sentí sin salida, sin ninguna opción que me agradara. Estaba decidida a no regresar, sin importar las consecuencias, me quedaría.
—Descubra la razón por la que sus padres tomaron esa decisión — sugiere.
❤🐺❤
—¿Tú, qué opinas? — me siento en el sillón junto a Mikey, acomoda su cabeza sobre mi regazo y la acaricio —. ¿Deberíamos volver o quedarnos?
Editado: 11.06.2021