Isabella
Nunca fui de excursión con mi clase, siempre evitaba ir porque prefería quedarme en casa o salir a otra parte con mis antiguos amigos. Si bien, ahora el señor Beck nos ha sacado del castillo, esto lo siento casi como una excursión o quizá un campamento porque nos ha hecho cargar nuestras pertenencias, nos pidió que trajéramos lo necesario para pasar la noche.
La oscuridad nos ha envuelto, el señor Beck nos indica que hemos llegado. El viaje ha sido largo y exhausto, los pocos momentos que nos permitía descansar no eran suficientes para mí, si así eran los viajes que organizaban los profesores, me alegra no haber asistido. Aunque ahora que admiro la vista que tengo, supongo que el viaje ha valido para algo, pero esto no elimina lo cansada que estoy.
El señor Beck nos trajo a una montaña, por supuesto que una no tan gigante porque si fuese como las que suben los montañista no hubiese resistido. Desde nuestra altura se puede apreciar el castillo y el pueblo, también el color ocaso del cielo. Me pregunto por qué nos ha traído hasta acá. Mis compañeros no pierden el tiempo, dejan caer su equipaje y descansar, como el mayor no menciona nada al respecto, también me permito un descanso.
Cuando el señor Beck cree que nos ha dado el tiempo suficiente para relajarnos nos ordena seguirlo, esta vez sin nuestro equipaje e indica que seamos lo más silenciosos posible, de lo contrario, hay una alta probabilidad de no salir vivos. Eso me ha atemorizado. Ninguno hace objeción, seguimos al señor Beck, este nos hace subir un poco más la montaña, después nos vuelve a repetir que seamos discretos, nos pide que miremos en cierta dirección.
Una vez que observé el sitio señalado, diviso muchos nidos que son ocupados por agilas. Desconozco si es la perspectiva la que me engaña, pero esas aves se ven demasiado grandes, o quizá siempre han sido de ese tamaño y hasta este momento me percato de ello, dudo que sea tan ignorante, además, los animales de aquí son inusuales. Las águilas descubren nuestra presencia, pero debido a que todos permanecemos quietos, deciden ignorarnos. Eso me alivia, al menos no son tan salvajes.
—El primero en ser picoteado tendrá el honor de permanecer en vela, haciendo guardia nocturna y cuidando de nosotros mientras descansamos —murmura el señor Beck —. ¿Queda entendido?
Todos movemos la cabeza asintiendo.
—¿Queda claro? — vuelve a preguntar, esta vez elevando un poco el tono.
—Sí —mascullamos todos.
—¡¿Queda claro?!
A hablado lo suficientemente alto como para que las aves se alteren y comiencen a volar despavoridas y furiosas. Es evidente que lo ha hecho a propósito. Solo puedo pensar que esta noche no dormiré, declaro que detesto las excursiones. El señor Beck se apresura a huir del sitio donde hay una alta probabilidad de que se instale el caos, mientras que mis compañeros y yo debemos… ¿Qué se supone que debemos hacer? Al menos yo no tengo la menor idea. El señor Beck solo da una orden sin ninguna explicación. ¿Qué clase de entrenador es? Empiezo a cuestionar su manera de enseñar.
♡♡♡
Al estar de vuelta al castillo, entrar a la habitación donde mis amigos suelen estar, los hallo tan entretenidos que no se percatan de mi presencia, ni siquiera me saludan. Lo primero que hago es dirigirme a la cama que está desocupada. Tal y como lo supuse fui la del honor de vigilar los alrededores mientras mis compañeros descansaban. Ya aprendí la lección; debo evitar correr, gritar o mostrarme despavorida frente a otro animal.
Me incorporo en la cama para averiguar qué tiene tan entretenidos a mis amigos. Están jugando ajedrez. Los mellizos juegan entre ellos mientras que Hans y Max compiten. Miro la esquina donde juegan los mellizos, Daniela está atenta observando las piezas del tablero, su ceño se encuentra fruncido, al igual que sus labios, en cambio, Daniel parece aburrido, su atención se desvía a mí.
—¿Quieres jugar?— pregunta.
Su hermana deja de concentrarse en el juego para empezar a espetarle a Daniel.
—¡Yo estoy jugando contigo!
—Pero tardas demasiado en mover una pieza, comienzas a exasperarme. Además, es evidente que no deseas seguir.
—No es verdad… Bueno quizá sí, pero acepte participar en esta partida y debo cumplir hasta perder.
Mi amiga vuelve a centrarse en las piezas. Daniel suspira profundo mientras murmura que no es tan complicado el ajedrez.
—¡Bien, voy a mover esta pieza!
—Tardaste demasiado solo para mover un peón — espeta Daniel.
Decido girar mi atención al vampiro y Hans, en este juego parece haber más tensión, cuando giro mi cabeza a su dirección escucho un «jaque mate» de Hans que enfurece al Max.
—¿Cómo es posible que me estés venciendo, mocoso? — pregunta un indignado Max.
—Porque los vampiros son insipientes.
Esas palabras solo aumenta el enojo de Max.
—¿Por qué juegan ajedrez?— investigo.
El vampiro decide acomodar nuevamente las piezas en sus respectivas casillas, pidiéndole a Hans otro juego y asegura que esta vez protegerá a su rey con su vida y ganará. Está claro que de ellos no obtendré información.
—Quisimos entretenernos, aquí nos tienen en confinamiento, no nos permiten salir ni hacer nada — responde Daniel.
—Es abrumador estar encerrados tanto tiempo— agrega Hans.
—Entonces están jugando ajedrez porque están aburridos — concluyo.
—También para no estorbar — dice Daniel —. Cuando te fuiste hubo mucho movimiento en el castillo, la servidumbre está bastante ocupada en algún asunto que, ellos mismos nos ofrecieron el ajedrez como entretenimiento para mantenernos alejados.
—Es similar a cuando tus padres quieren privacidad y te mandan a que te encierres en tu habitación — comenta Max.
Vuelvo a recostarme sobre la cama. Estoy cansada, solo deseo dormir algunas horas, además, el señor Beck nos informó que este día no podríamos entrenar porque habrá un asunto en el castillo… No lo sé, no puse atención, solo estuve pensando en que quería llegar lo más pronto posible.
Editado: 11.06.2021