Isabella: La llegada a Dédfer

|Capítulo 38|

Isabella

—Isa... — escucho una voz, pero la siento tan lejana —. ¡Isabella!

Separo mis parpados, la claridad me lastima. Cuando consigo acostumbrarme a la luz artificial, distingo a Daniela a mi lado.

—¿Te duele algo?— cuestiona.

—No...

Me incorporo en la cama, observo que todo está en orden, eso que me pareció ver sobre las raíces naciendo y destruyendo la fiesta, quizá solo fue un sueño.

—¿Qué pasó? —indago, absorta.

—Nos atacaron — responde, volteo a mirarla, ¿entonces fue real? —. Raptaron a varios invitados, entre ellos está incluido el príncipe Azariel y... y Dani.

—¿Quiénes los raptaron?

Daniela se encoge de hombros, angustiada.

—Nadie lo sabe, pero los monarcas están discutiendo sobre ese asunto, se están culpando entre ellos — murmura —. El rey Izan cree que esto fue planeado para intentar mancillarlo, y el otro monarca piensa que el invitado lo ha planeado para arrebatarle a su hijo y continuar con su malévolos planes.

Intento procesar la información obtenida. Esta fiesta se convirtió en un desastre.

—¿Dónde están Max y Hans? —cuestiono.

—Fueron a buscar al príncipe, también tus compañeros se unieron junto con varios caballeros. Yo también quise ir para buscar a Dani, pero no podía dejarte sola...

Me levanto con cuidado de la cama, con miedo a marearme, si bien, al estar de pie no siento mareo o algún dolor.

—Vamos por tu hermano — anuncio.

—Pero...

No permití que terminara de hablar, me apresuré a buscar el vestuario del escuadrón M. T. Con esa ropa me siento más cómoda que con el vestido de ahora.

Al salir de la habitación y llegar al espacio donde se estaba celebrando el compromiso del príncipe, admiro el desastre que se formó, las raíces destruyeron el piso y dejaron algunas grietas en las paredes, casi todo está en ruinas.

Daniela y yo atravesamos el bosque, sumergidas en la oscuridad y abrazadas por el clima gélido. Mi amiga es la que indica qué camino seguir, rastrea el aroma de sus familiares. De pronto, se detiene.

—¿Qué pasa?

—Es que... — voltea a mirarme, angustiada —. A partir de aquí ya no percibo su rastro.

—¿Cómo que no puedes?

—¡No lo sé! — espeta —. Ya no los olfateo...

Asiento de inmediato.

—Está bien, no te angusties — murmuro —. Ya los encontraremos de otra forma.

—¿Cómo? — inquiere.

Me encojo de hombros.

—Las veces que me he extraviado, me han encontrado.

Más bien, los que me encuentran son esos dos chicos desconocidos, espero que esta vez no sea la excepción. Tengo la sensación que el grupo al que pertenecen son los que provocaron ese desastre del castillo.

Seguimos en nuestra búsqueda, esta vez sin saber a dónde nos dirigimos. Me detengo cuando escucho el grito despavorido de Daniela. Giro mi cuerpo para averiguar qué ha asustado a mi amiga, descubro que un mapache está abrazando sus tobillos. El mapache ya apareció, faltan los dos chicos.

El animal se aferra más al tobillo de mi amiga. ¿Por qué le gustará hacer eso? Observo el semblante aterrado de Daniela.

—¿Te da miedo el mapache?

—No es miedo, es que... me recuerda un momento desagradable.

Bajo mi mirada a donde está el mapache.

—¿Sabes dónde están los dos chicos de verde?

Daniel me mira, desconcertada.

—¿En serio se lo preguntas a un animal? — cuestiona.

El mapache se separa de su tobillo y empieza a caminar en una dirección al azar. Decido seguirlo, siento que Daniela viene detrás de mí.

—¿Sí nos está guiando? — cuestiona Daniela, insegura.

Asiento con la cabeza, quiero confiar en él. Llevamos varios metros siguiéndolo. Nuestro guía se detiene de pronto, voltea a mirarnos.

—¿Qué pasa? — cuestiona Daniela.

Me encojo de hombros. También quiero saber qué sucede. Sin previo aviso, Daniela sujeta mi brazo y me jala, me deja caer sobre el suelo cerca de un árbol, se acomoda a mi lado y antes de que pueda mencionar algo me pide que me mantenga en silencio, acto seguido el mapache se aproxima y abraza mi tobillo. A los pocos segundos, escucho pisadas pasando detrás del árbol donde nos mantenemos ocultos. Siento las patas del mapache abrazando con más fuerza mi tobillo, acerco mi mano a su cabeza y lo acaricio para transmitirle tranquilidad. No pasa demasiado tiempo cuando los pasos se van silenciando, lo que significa que ya no están cerca.

—Vamos a seguirlos — dice Daniela, de inmediato, se levanta del suelo.

—Pero ya no los escucho… No sé qué camino siguieron.

—Yo sí lo sé — informa.

Mientras Daniela avanza veloz, yo hago lo posible por ir a su ritmo, pero que el mapache siga aferrado a mi tobillo no es de mucha ayuda. No me pesa demasiado llevarlo encima del tobillo, lo que me impide avanzar es que me presiona y entierra sus diminutas garras en mi piel.

—Ya, basta... —susurro.

Me detengo un segundo para agacharme y aproximarme al mapache, este lo único que hace es seguir abrazando mi tobillo. Lo sostengo para llevarlo en brazos. Me incorporo para continuar mi camino. Me doy cuenta que no veo a Daniela alrededor.

—¡Esto es tu culpa! — espeto culpando al mapache, este emite un raro sonido. ¿Acaso se está burlando de mí? —. Más vale que sepas dónde estoy porque no me agrada la idea de estar perdida sin ninguna compañía.

¿Qué hago? ¿Me quedo quieta y espero a que Daniela vuelva o debería avanzar? Miro al animal que sostengo, como si él fuera a decirme qué debo hacer. Decido avanzar en línea recta, con la esperanza de alcanzar a Daniela.

Mi plan no funciona porque lo único que obtengo es sentir que estoy más extraviada, conforme avanzo, lo único que veo es naturaleza, siento que no estoy yendo a ningún sitio. En un momento determinado, el mapache empieza a inquietarse, se remueve ente mis brazos, clava sus garras en mi piel, provocando que lo suelte y caiga al suelo.

Observo alrededor, asustada. Si el mapache se ha inquietado, significa que nada bueno va a suceder. El mapache empieza a avanzar en una dirección, me apresuro a seguirlo. Desde lejos, admiro como se escabulle y se mete dentro de unos arbustos.



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En el texto hay: fantasia, romance, licántropo

Editado: 11.06.2021

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