Isabella: La llegada a Dédfer

|Capítulo 42|

Isabella

Despertar y recordar todo lo que ocurrió este día me ofusca y más descubrir que Max está aquí observando a ambos, sentado con los pies entrelazados, recargado en un tronco destrozado que debió ser uno de los que el ave derribó en su aterrizaje forzoso.

—¿Qué tal les fue? — cuestiona, serio.

Me incorporo de inmediato. Me quedé dormida utilizando al grifo como almohada, este todavía sigue durmiendo.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí?

—No mucho, solo superviso que tengan dulces sueños — responde, acto seguido observa detenidamente a la inmensa ave —. ¿En cuántos animales se transformó?

—¿Eh?...

—La próxima vez que vayan a fugarse dejen una notita al menos.

Se levanta de su sitio y se aproxima al grifo.

—¡Daniel, despierta! — ordena, de brazos cruzados —. Si no te levantas ahora, te aseguro que voy a dejarte aquí.

Miro a Max, perpleja.

—¿Tú sabías que...?

—¡Sí, Isabella, ya lo sabía!

El vampiro vuelve a repetirle a su primo que despierte, sin embargo, no obtiene ninguna respuesta. El ave sigue en su sueño profundo. Max bufa a la vez que se deja caer al suelo y utiliza al grifo como almohada justo como yo había hecho. Se mantiene observando el cielo, inexpresivo.

El ambiente se mantiene envuelto en un silencio bastante incomodo para mí. En ocasiones miro de soslayo a Max, se mantiene con su semblante sereno. Es evidente que está molesto. Da miedo verlo así.

Max se apresuro a levantarse en el instante que sintió que el grifo comenzó a removerse. Espera paciente a que termine de estirarse y despertar por completo. En el segundo que descubrió que el vampiro estaba presente se sobresaltó, de inmediato apareció la ilusión de Daniel.

—Maximiliano... — murmura —. ¿Qué haces aquí?

—¡Estuve buscándolos! — espeta, mirando a ambos —. ¿Cómo se les ocurre desaparecerse? Daniela y yo estuvimos angustiados, pensando que algo malo les ocurrió. ¿Dónde se metieron?

—No nos ocurrió nada grave — responde Daniel.

—¿¡Entonces qué significan esos moretones!? — vocifera, señalando a su primo —. ¿Vas a decirme que te caíste? ¿De qué acantilado te tiraste para que te lastimaras así?

El rojo de su pupila se intensifica, me estremezco en mi sitio. Sin embargo, Daniel ni siquiera si inmuta al ver furioso a su familiar.

—Estamos bien, no nos ha ocurrido nada trágico, deja de ser tan dramático —alega.

—¡Y tú deja de ser…! — enmudece al instante —. ¿Saben qué? Vámonos, regresemos a…

—¿Dejar de ser qué? — cuestiona Daniel, negándose a abandonar la discusión.

—Olvídalo, Dani, volvamos al palacio.

Extiende su brazo para sujetar de la muñeca a su primo, si bien, Daniel al contemplar lo que Max intenta hacer, se apresura a apartar su mano y evitar cualquier contacto.

—¿Dejar de ser qué? — insiste.

—Daniel, tú estás enojado, yo estoy enojado, Isabella también está enojada, tú en forma de ave grande también estás enojado. ¡Todos estamos enfadados! No vamos a discutir así.

Max vuelve a pedirnos que regresemos al palacio, ya está oscuro y empiezo a sentir el frío. Estoy de acuerdo con volver, el que no lo está es Daniel.

—Después hablaremos y explicarán lo qué estuvieron haciendo — dice el vampiro —. Ahora volvamos, a tu hermana le dará algo si no se asegura que estás bien.

—No es cierto, ella no se preocupa, solo finge — masculla.

—Claro que sí, Dani, los dos estuvimos angustiados por ti e Isabella.

—Entonces por qué no está aquí contigo — espeta —. ¿Por qué no está buscándome?

—Por favor, Daniel, ya te buscó.

—Pues que rápido se dio por vencida.

El vampiro resopla a la vez que frunce el ceño.

—Daniel, tampoco seas dramático, pareces un niño— replica.

—¡No soy un niño, deja de tratarme como uno!

—Pues en este momento actúas como si lo fueras — increpa, el rojo de sus iris se intensifica aún más —. ¡Estoy harto de que ocultes todo, Daniel! Ocultaste tu maldición, no me dijiste que tú eras una clase de cambiaformas en mil criaturas y tampoco me avisaste sobre tu travesía con Isabella. ¿Podrías ser más considerado y compartir lo que te sucede conmigo?

—Esos son mis problemas, Maximiliano, yo soy quien decide cómo resolverlos.

Me sobresalto cuando Max empieza a gruñir fortísimo.

—A veces eres demasiado… exasperante e infantil.

—¿Yo soy infantil? — cuestiona, indignado —. Lo dice el sujeto que tiene la edad de Drácula, el que huye de sus problemas, ¡no te queda decirme que soy infantil!

—¡Yo no huyo de mis problemas, eso lo haces tú!

—¡Claro que lo haces, Maximiliano! — refuta —. Cada vez que peleas con tu familia huyes al pueblo.

Transcurren varios segundos en absoluto silencio, aunque ninguno ha espetado algo, la furia aún está reflejada en sus rostros.

—A veces me preguntaba por qué no te quedabas para siempre con nosotros — Daniel reanuda la disputa —. Ahora comprendo que no te importamos, solo nos usas como un medio de escape cuando discutes con la que sí consideras tu familia…

—Eso no es verdad, Daniel — murmura el vampiro, más tranquilo —. Si no me importaran no estaría aquí, vine porque supe que tú y Daniela estaban afligidos por la ausencia de Miguel.

—Ninguno de los dos te pedimos que vinieras — increpa.

Esas palabras consiguen que Max baje la mirada, entristecido.

—No pienses que no me importas, eso no es verdad — dice el vampiro —, me importas a mí, a tus padres y a Daniela.

Daniel mueve su cabeza, negando.

—A Daniela no le importo — repite —. De lo contrario no me hubiera… no me hubiera lastimado.

Esas últimas palabras llaman mi atención. ¿De qué está hablando?

—Dani…

—¡Ella fue la que me puso la maldición! — confiesa.

Esa revelación me ha dejado estupefacta. En cambio Max, al principio se ve sorprendido por las palabras de su primo, sin embargo, a los pocos segundos esa expresión de sorpresa desaparece.



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En el texto hay: fantasia, romance, licántropo

Editado: 11.06.2021

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