Isabella: La llegada a Dédfer

|Capítulo 44|

Isabella

Tal vez culpe al aburrimiento y lo abrumada que me tiene esta situación, pero me relaja contemplar desde la distancia a Max marcando en la pared, con ayuda de una piedra, una línea que tacha junto a otros cuatro que ha dibujado. Ha estado haciendo eso desde que nos aprisionaron.

—Maximiliano, ni siquiera llevamos una semana en cautiverio, ¿por qué dibujas tantas rayas?

—¿Cómo sabes que no tenemos una semana encerrados? — interroga el vampiro, mirando seriamente a Daniel —. Aquí no se percibe la luz solar, no sé si es de día o de noche, siempre está oscuro, lo único que nos ilumina son los faroles.

Max, convencido de sus palabras, dibuja otra raya en la pared.

—Lo sé porque si ya hubiese pasado una semana, estarías deshidratado por falta de sangre.

El vampiro marca otra línea para llevarle la contraria a su primo. Daniel decide no refutar más, se recarga en la pared y se deja caer hasta sentarse en el suelo. Max al verlo así, se acerca a él y se sienta a su lado.

Este sitio es horroroso. La luz solar no se difracta, nos alimentan con cosas de dudosa procedencia y el olor que emanan las celdas son nauseabundos y putrefactos.

—¿Sigues exhausto? — cuestiona el vampiro. Daniel susurra un débil «sí» que consigo escuchar —. Descuida, descansa un poco.

Daniel recarga su cabeza en la pared y cierra sus parpados. Tengo entendido que transformarse en varios animales lo deja exhausto, de igual forma se cansa demasiado si pasa transformado varias horas, así sea en un sola criatura.

Cuando los caballeros nos descubrieron, el lobo se convirtió en un animal más diminuto, no conseguí averiguar qué era, pues de inmediato, los caballeros nos arrestaron, luego incluyeron a Max y Daniela. Hans fue al único que dejaron exento de esto. Sé que es cuestión de minutos para que vengan por nosotros y nos ejecuten.

—¿Volvió a quedarse dormido? — pregunta Daniela.

El vampiro desde la celda de enfrente coloca una de sus manos cerca del rostro de Daniel y empieza a agitarla para asegurar que esté dormido.

—Sí, lo está — afirma.

—¿Cuánto tiempo llevamos aquí?

Max permanece en silencio, pensando en su respuesta. Emite un profundo suspiro y se encoge de hombros.

—Dos o tres días… — responde, dudando—. No lo sé, pero empiezo a ver apetitosas las venas que se le marcan a Dani.

Daniela también se recarga en la pared y cierra sus ojos, quizás abrumada por la situación.

Decido imitarlos. Sé que lamentarme no resolverá nada, pero tampoco se me ocurre una solución, y el hecho de pensar que pronto vendrán por nosotros me angustia en demasía. Desconozco por cuanto tiempo cerré mis parpados, pero me dormí y lo que consigue despertarme son los sollozos que provienen de la celda de enfrente.

—¿Qué sucede? — cuestiona Daniela, acercándose a las rejas de la celda que compartimos —. ¿Estás llorando, Daniel?

Su hermano se acerca a las rejas para mirar a Daniela.

—No... el que está llorando es Maximiliano.

Busco a Max en la celda, lo hallo en una esquina sentado, está abrazando sus piernas y ocultando su cabeza en el hueco que se forma entre sus rodillas y pecho. Escuchar su llanto me aflige bastante, tal vez porque son nulos los momentos donde suele mostrarse tan sensible y vulnerable.

Daniel empieza a golpear las rejas y gritarle a los guardias que su primo necesita beber sangre, evidentemente nos ignoran. No les importa lo que suceda con nosotros. Solo somos unos prisioneros que han perdido su valor. Daniel deja de insistir y voltea a mirar a Max, aún no ha dejado de plañir.

—Maxi, voy a traerte sangre — susurra.

De inmediato, el vampiro silencia sus sollozos, levanta la mirada y nos permite contemplar su rostro húmedo por el llanto. Empieza a mover su cabeza, negando.

—¡No, no me dejes solo! — suplica.

—Solo será un momento.

—¡N-No! — vocifera —. ¡No me abandones, por favor!

—Pero, Maxi… si no bebes sangre vas a…

El vampiro empieza a negar con la cabeza, vuelve a pedirle a su primo que no lo deje solo, que si lo desea dejara de llorar con tal de que no lo abandone, ante esas palabras, Daniel suspira, abrumado, pero decide obedecer a Max y quedarse cerca de él.

Ahora descubro que cuando un vampiro no ha bebido la dosis de sangre que corresponde se vuelve agresivo o sensible, con nosotros está uno bastante sensible, aunque le haya prometido a Daniel que cesaría su llanto si no lo abandonaba, no se ha silenciado, pues es inevitable para él no sollozar, pero intenta que sean lo menos audibles posible, como si temiera que su primo los llegue a oír y él sea capaz de dejarlo solo.

—¿No puedes transformarte y romper las rejas? — cuestiono, dirigiéndome por primera vez a Daniela.

Ella sin siquiera mirarme, mueve la cabeza, negando.

—También estoy muy débil, puedo transformarme e intentarlo, pero si no lo consigo, me quedaré transformada aquí contigo — explica, levanta la mirada para observarme —, yo no puedo controlarme cuando me transformo, así que no dudaré en atacarte.

Ninguno puede hacer algo por Max. Yo ni siquiera sé controlar mis dichosos poderes. Me siento tan impotente. Necesito que un milagro ocurra.

—Oigan... — murmura Max, dejando de sollozar. Todos llevamos nuestra atención a él. Levanta la mirada y se apresura a limpiar los restos de lagrimas con el dorso de su mano —. Si vamos a morir, al menos reconcíliense.

Eso último va dirigido a los mellizos. Ambos voltean a mirarse por unos breves segundos, de inmediato, desvían su mirada a otra esquina.

—Nadie va a morir, Maximiliano — asegura Daniel.

—Por si acaso…

—¡No, Maximiliano, no vamos a morir! — increpa.

El vampiro baja la mirada y sus ojos se humedecen, actúa como si lo estuvieran regañando por alguna maldad que hizo. Ya veo que sí puede ser bastante sensible al estar tan sediento de sangre.

—¿Entonces estarán peleados por siempre? — inquiere, decaído.



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En el texto hay: fantasia, romance, licántropo

Editado: 11.06.2021

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