Isabella: La llegada a Dédfer

|Capítulo 48|

Isabella

No hay ningún invitado que no tenga puesta su atención sobre Marlín, algunos intentan disimular, otros ni siquiera se molestan en ocultar su curiosidad y miran sin descaro a la chica. Ella no luce incómoda o disgustada por ser el centro de atención, quizá no se ha percatado de eso, dudo mucho que no haya notado que todos la están observando.

Si bien, lo que consiguió que la curiosidad entre los invitados aumentara en demasía, es que después de llegar al salón amplio donde estábamos al principio, antes de que los caballeros nos obligaran a ir al trono y contemplar la coronación, Marlín atravesó la puerta acompañada de su hermano y un cuervo que descansa sobre el bastón que ella sostiene.

—A las brujas las imaginaba horrendas y con verrugas—comenta Max—. ¿Así son todas las brujas o ella está usando una especie de camuflaje para no asustarnos? —esa interrogante va dirigida a Hans.

—No lo sé, no se ven muchas brujas en estos tiempos.

—Entonces sí está usando camuflaje—concluye por su cuenta el vampiro.

—No, así lucen todas las brujas —farfulla Daniela.

Los cuatro volteamos a mirarla.

—¿Qué has dicho, Daniela? — pregunta Max.

—Que curiosa bruja—repite, acto seguido, se separa de nosotros con la excusa de que quiere ir hacia los bocadillos que están ofreciendo.

—Hans, escucha mis sabios consejos, si una bruja te ofrece un dulce, no lo aceptes, porque luego la bruja te comerá a ti—advierte el vampiro.

Hans mira atónito a Max, duda de la veracidad de sus palabras.

—Lo mismo me advirtieron de los vampiros hace años.

—¿Qué? ¿Quién te dijo esa vil y falsa mentira? —indaga un indignado vampiro—. ¿Quién se atreve a difamarnos de esa manera?

Hans solo abre la boca para liberar algunas carcajadas.

—Me dijeron bastantes mitos sobre los vampiros, pero ahora he comprobado que la mayoría son solo eso, mitos... Por eso quiero verificar que lo que me has dicho de la bruja es verdad.

El niño toma la valentía de encaminarse hacia donde está la aludida.

—¡¿Engendro, a dónde vas?! ¡No aceptes sus dulces! — espeta Max, yendo detrás de Hans.

Daniel y yo volteamos a vernos, debatimos sobre si ir detrás de ellos o dejarlos a su suerte.

—Si la bruja trae dulces yo quiero uno.

—Sí, yo también—concuerdo.

Hemos decido ir con ellos. Cuando Hans llega al sitio donde está la mujer, él con todo el respeto posible la saluda.

—¿Quién eres?—inquiere ella, mirando a los lados.

—Me llamo Hans, soy un Garvor — se presenta.

La mujer finalmente, fija su mirada en él, pero sin llegar a mirarlo a los ojos.

—¿Un Garvor? ¿Qué haces fuera de los túneles?

—Debo tomar aire fresco de vez en cuando.

—Tu aroma me es familiar, ¿ya nos hemos conocido antes? — indaga.

En ese instante nosotros estamos lo suficientemente cerca, como para que la mujer levante la mirada y deje de conversar con Hans.

—Denovan—murmura ella. Su acompañante que ha permanecido inmóvil y en absoluto silencio, gira su rostro para verla—. ¿Quiénes se han acercado?

El hombre posa su vista en nosotros, para analizarnos.

—¿Recuerdas a los dos chicos que aprisionaste la última vez? — inquiere, mirando solo a Daniel y a mí.

La mujer se toma su tiempo para recordar ese momento donde nos encerró en su barco. Finalmente, termina asintiendo.

—Desde luego, pero hay otro aroma que percibo, y no recuerdo a quién pertenece — murmura. Empieza a mirar a los lados, levanta el bastón que sostiene y con él señala al lado del vampiro—. Ese aroma, ¿de quién se trata?

Tanto Denovan como nosotros miramos la dirección que indica la bruja, pero no está señalando a nadie en específico, solo la nada. De pronto, el cuervo que aún descansa sobre el bastón, grazna, lo que provoca que la mujer consiga moverlo hacia Max.

—¡¿Yo?! — espeta él, sobresaltado, acto seguido, se mueve un paso a la izquierda para que deje de señalarlo.

El cuervo vuelve a graznar, Marlín vuelve a mover el bastón y apuntar al vampiro.

—Recuerdo haberlo visto —comenta Denovan, la bruja acomoda el bastón sobre el suelo para apoyarse en él—. Creo que era uno de los tantos que estaban en el barco con el rey Azariel.

—Confírmame esto, Denovan — masculla —. Dime, ¿es un vampiro?

El rostro de Max palidece aún más. ¿Cómo lo supo si ni siquiera ha mirado sus ojos... o sus colmillos? ¿Acaso lo adivinó solo por su aroma?

—Así es — afirma el hombre.

Marlín sonríe, complacida. Gira su rostro para mirar a Max, o al menos lo intenta, porque no lo está mirando directamente a él.

—Responde, ¿quién es tu amo? — interroga Marlín.

—¿Disculpe? ¿Mi qué? — cuestiona Max, desconcertado.

—¿Es Azariel, acaso? —inquiere ella —. Denovan, ¿dónde está el rey? Me interesa comprar al vampiro.

—¡¿Cómo ha dicho, bruja apestosa?!— vocifera el vampiro—. ¿Cómo que comprarme? ¿Me ha visto cara de meretriz?

La mujer no parece ofenderse por como la ha llamado Max, en cambio, Daniel y yo empezamos a sentirnos avergonzados. Después de todo, ella es una bruja, desconocemos de lo que puede ser capaz.

—¿Meretriz? ¿Eres mujer? Que extraño, tu voz suena muy masculina... No importa, de igual manera, deseo comprarte.

—Si me da un dulce, el vampiro es suyo — propone Hans.

—¿Cómo que un dulce? —cuestiona Daniel —. Eso es muy poco.

—¡Exacto, mocoso, yo valgo más que un dulce!—increpa Max.

—Que sean tres —añade Daniel.

El vampiro mira tanto a Hans como a su primo con la boca abierta, a la vez que coloca su mano sobre su pecho, ofendido. Lo han vendido al precio de tres dulces.

—Ni siquiera saben para qué embrujos o amarres me querrá esa bruja...

—Es cierto, debemos asegurarnos de pedir los dulces correctos —masculla su primo—. Lo siento, pero Maximiliano no está a la venta, y no se trata por la cantidad de caramelos, pues no importa cuánto ofrezca, sentiría que la estoy estafando al entregarle a este vampiro.



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En el texto hay: fantasia, romance, licántropo

Editado: 11.06.2021

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