Isabella: La llegada a Dédfer

|Epílogo|

Isabella

Regresamos al palacio agotados y somnoliento, cada uno se fue a su respectiva habitación para compensar las energías que perdimos. Mis amigos se quedarían hasta tarde durmiendo, en cambio yo, solo podré dormir un poco antes de ir a reunirme con mis compañeros y el señor Beck.

En mis compañeros veo reflejada la pereza y cansancio que llevan, seguramente debo tener el mismo aspecto miserable que ellos. Al llegar a la entrada del palacio, los caballeros que ya estaban custodiando los alrededores nos miraron por breves segundos, luego nos permitieron ingresar, supongo que ya deben estar acostumbrados a que este escuadrón regrese con una apariencia deprimente.

—Por eso prefiero quedarme en la biblioteca—se queja Aiden, mientras se frota el cabello—. La próxima vez elijo quedarme con Dafne.

Cada uno toma diferentes direcciones hacia donde quedaba su respectiva alcoba, contemplo como Daniela empuja a su hermano para que no se quede a mitad del pasillo, según ella, comentó que Daniel era capaz de quedarse a dormir en el pasillo, por otro lado, Hans se quedó dormido, así que Max lo trajo hasta el palacio cargándolo en su espalda. El vampiro y Daniela son los únicos a los que no les afecta demasiado la desvelada.

Una vez tengo frente a mí la puerta de mi habitación, me apresuro a abrirla y meterme, no me quedo a verificar si los demás ya están a salvo en las suyas, mis parpados me pasan demasiado, tanto que me dejo caer sobre la cama y me acomodo sobre ella, espero que los minutos transcurran lento y así evitar que la hora de ver al señor Beck tarde en llegar.

Tal vez haya sido la fatiga, pero realmente sentí que apenas y cerré mis ojos por tan solo un segundo, ni siquiera pude llegar al sueño profundo cuando escucho un sonido bastante fastidioso, es similar a la alarma que le ponen a los automóviles. Me niego a levantarme para averiguar qué provoca ese horrible sonido, me concentro en seguir sumergida en la cama y mantener mis parpados unidos. Sin embargo, el ruido no cesa, al contrario, se hace más intenso cada segundo. Desconozco de dónde extraigo la voluntad para erguirme, la oscuridad que me rodea me impide observar la habitación, pero en medio de la oscuridad, distingo una luz en la mesa que está al lado de la cama. Bastante contrariada, extiendo mi brazo para sujetar aquel extraño objeto. Una vez que lo acerco a mi rostro, el sueño se desvanece de inmediato.

Es la alarma de mi teléfono que me indica que se está haciendo tarde para ir a la escuela. Presiono la opción de posponer, mientras tanto, observo el espacio donde estoy, reconozco de inmediato el armario, mis muebles y las cajas tiradas en una esquina de la habitación, las cuales son parte de la mudanza que aún no me digno en sacar y acomodar en la cabaña.

Planeaba abrirlas y acomodarlas pronto, pero ese “pronto” nunca se presentó. Me mantengo contemplando cada rincón, incluso estoy pensando que es un sueño, pronto voy a despertar, no obstante, la alarma vuelve a escucharse para devolverme a la realidad y comunicarme que no estoy alucinando.

Apago la alarma y me levanto de la cama para salir de la habitación, afuera no hay ningún pasillo, ni caballeros custodiando, solo están mis sofás, la cocina y el comedor. Atravieso la sala para ir a la salida de la cabaña, cuando abro la puerta una ráfaga de viento me da la bienvenida, las rosas siguen aquí también.

—Mikey…—balbuceo—. ¡Mikey!— lo llamo por si está dentro o fuera de la cabaña y consiga escucharme.

Nadie viene ante mi llamado y ningún ladrido me responde. Todo el bosque está en absoluta armonía. Estoy sola en medio de la nada. ¿Pero dónde está Mikey?

Me apresuro a volver a la habitación en busca de mi teléfono y buscar en mis contactos a Daniela, es la única de esa familia a la que tengo añadida. Cuando presiono la opción de "llamar" espero impaciente a que me responda, escucho los sonidos que significan que la llamada se está realizando, si bien, a los pocos segundos escucho la voz que indica que me ha mandado al buzón de voz. Vuelvo a intentarlo, esta vez la voz del móvil me dice que el número no está disponible. Maldita mala señal que hay es este lugar.

Al no obtener una respuesta, opto por ponerme algún abrigo porque el poco tiempo que estuve afuera de la cabaña sentí bastante frío. Necesito ver a alguno de los tres, debo confirmar que nada de lo que viví fue un simple sueño. Uno bastante largo. Antes de que salga, escucho un ligero golpe en la puerta. Me quedo quieta y en silencio, vuelvo a escuchar el mismo sonido. ¿Me están lanzando piedras?

—¡Isabella!

Reconozco esa voz de inmediato. Corro a abrir la puerta de la entrada y reencontrarme con Daniel.

—¿Por qué me estás lanzando piedras?

—No puedo pasar—responde señalando las rosas que le impiden acercarse a la cabaña. Había olvido ese detalle.

Salgo de la cabaña y me acerco a él, abre la boca para decirme algo, pero se queda en silencio cuando lo abrazo.

—No encuentro a Mikey—susurro, decaída.

—¿A quién?

—A Mikey—repito, tal vez no me escuchó—. Mi perro.

—¿Tienes un perro?

Me separo de él para mirarlo a los ojos. El luce igual de confundido que yo.

—Sé que estuvimos mucho tiempo en ese lugar, pero no creo que te hayas olvidado de él tan fácilmente.

Daniel permanece en silencio, quizá tratando de recordar a Mikey. Debe de recordarlo, cada vez que se veían Mikey se acercaba a él para exigirle caricias que Daniel no se negaba en brindarle.

—No recuerdo a ningún perro.

—¿Qué? —balbuceo—. Tal vez no lo recuerdes porque ha pasado bastante tiempo de la última vez que lo viste…

Daniel asiente, quizá para darme la razón y no me agobie demasiado. Decido también olvidar por un momento a Mikey y cambiar la conversación.

—¿Y los demás? ¿Dónde están?—interrogo.

Él ha venido solo, ¿dónde se quedó su hermana y su primo?

—Daniela se quedó de histérica en la casa y Maximiliano… él ni siquiera estaba ahí.



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En el texto hay: fantasia, romance, licántropo

Editado: 11.06.2021

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