Me sentía abatida y confundida, no tenía idea de quién era Anieli ni de por qué yo le importaba tanto. Estuve pensando mucho sobre eso la noche anterior y, por mucho que lo intentaba, no podía dejar de hacerlo; era bastante aterrador el simple hecho de que aquella persona supiera mi nombre y dirección, por lo que no me permitía descartar la opción de un posible acosador. Además, ¿a qué se refería con que quería decirme la verdad?, ¿la verdad sobre qué? No lo comprendía.
Cada vez que pasaba cerca de la estantería en donde escondí el escrito era como si me incitara a descubrir el secreto del que hablaba, me llamaba aún cuando no comprendía cómo era posible; sin embargo, me obligué a ignorar la picazón en mis manos a causa de la curiosidad. Me dije a mí misma que no debía caer en juegos tan bajos y absurdos, prefería esperar.
Habían pasado dos días desde que había visto a Altaír, y a pesar de que él me dio ese paquete, en el fondo esperaba encontrármelo pronto; no podía dejar de pensar en él y en ese par de ojos que tenía. Él era un completo adonis y su vida toda una incógnita para mí. Me causaba tanta intriga, que no me importó mucho no ser buena interactuando con los demás, decidí que, en cuanto tuviera la oportunidad, iría y hablaría con él.
Era lunes y, por desgracia, tenía que asistir a la escuela. No fui alguien que tuviera malas notas o que no entrara a las clases; de hecho, estaba en el cuadro de honor. Mis calificaciones eran casi perfectas, igual que mi comportamiento: era tranquila y dedicada, nunca me metía en líos; sin embargo, eso no significaba que me encantara, simplemente no encontraba otra cosa en que ocupar mi tiempo.
Bajé del auto luego de despedirme de mamá y me dirigí a mi casillero para guardar mis cosas. Estaba totalmente absorta, repasando la lista de cosas que debía usar para el proyecto de química:
*Un frasco de bicarbonato de sodio.
*1 Frasco de vinagre blanco √
*4 envases de botellas descartables de agua mineral de medio litro. √
*4 globos de látex n° 09. √
*Un embudo √
*2 tapitas de las botellas descartables √
*Un plumón indeleble √
Desde que tenía quince años apuntaba todos mis pendientes en una Lista Mental, cada una clasificada por su relevancia. Era un registro completo de mis deberes, así como de la vida diaria. Y aunque no era una persona olvidadiza, hacer esas listas me relajaba, era como tener todo bajo control.
Seguía metida en mi propio mundo, pensando en qué haría primero al llegar a casa, sí estudiar biología o practicar inglés. La segunda alternativa me llamaba más la atención, sopesaba que era mucho más fácil y rápido, pues no era muy buena en anatomía; necesitaba estudiar mucho si quería sacar un sobresaliente.
De repente, un leve dolor se instaló en mi hombro izquierdo al impactar contra algo duro, y todas mis cosas cayeron desparramadas al suelo. Solté un suspiro cargado con cansancio y me agaché para recoger el desastre ocasionado.
—Lo siento mucho —se disculpó, pasándome mi libro—, no te vi, Io.
—No te preocupes, iba un poco distraída —le sonreí y me levanté seguida de él. Arsen Fotsis era un chico alto de piel tostada, ojos cafés y envidiable atractivo que compartía algunas clases conmigo. No éramos muy unidos, pero nos llevábamos bien.
— ¿Qué clase tienes ahora? —Indagó, observándome fijamente a los ojos.
—Matemáticas, ¿y tú?
—Física —respondió, haciendo una mueca de disgusto.
—Parece que no te causa mucha ilusión —señalé, entendiendo lo frustrante que era no asimilar correctamente una materia—. No te preocupes, no es tan difícil como parece, solo tienes que practicar.
—Sí, claro.
—De verdad, Arsen, puedes mejorar. —Escrutó mi rostro durante breves segundos antes de agachar la cabeza y negar levemente.
—No voy muy bien —levantó su mirada y dio con la mía una vez más. Pude notar que sus ojos reflejaban algo que nunca antes había visto: un brillo que le daba a ese par de ojos un toque muy especial—. Tal vez tú puedas ayudarme.
—Por supuesto, me encantaría hacerlo.
Intercambiamos un par de palabras más, nos despedimos prometiendo que nos reuniríamos para estudiar, y cada uno siguió con su camino.
No había muchas personas en el salón cuando llegué, solo unas cuantas chicas que llegaban antes a todas partes para ocupar los primeros asientos y prestar más atención. Mientras que yo, por otro lado, siempre me sentaba hasta el final, del lado de los amplios ventanales que, en ese caso, daban vista hacia la cancha en donde el equipo de rugby tenía entrenamiento.
Había unos cuantos chicos estirando y otros trotando, pero mi interés se posó en uno en particular; uno con increíbles ojos esmeraldas. Me sonrojé cuando Altaír me guiñó un ojo, seguido de una linda sonrisa. Estuve admirándolo y tratando de no mostrarme afectada por su presencia hasta que el profesor Basinas entró al aula y pidió la concentración de todos. Gracias a ello, pude percatarme de la presencia de alguien a mi lado. Era una chica pelirroja con unas cuantas pecas en su nariz y mejillas.