Isadora

Capítulo VI: Colgante de luna

Me encontraba sentada en uno de los muebles de la sala de estar, observando con el debido detalle mí alrededor. La casa de Altaír era enorme; a decir verdad, era mucho más espaciosa que la mía. La decoración era moderna y sofisticada, predominaban los colores negro, blanco, y gris, y todo se veía en perfecto orden y pulcritud. Era agradable a la vista para cualquiera que tuviera los mismos gustos finos, pero alguien que había sido criada en un ambiente simple y hogareño, resultaba un poco pretencioso.

Me levanté, cautelosa, y caminé por el amplio pasillo que guiaba hacia varias habitaciones en la parte de atrás. Admiraba los cuadros que colgaban de las vivas paredes granate, todos eran abstractos, elegantes y, como hubiera dicho mi madre, llenos de vida. Yo, a pesar de que pasé la mayor parte de mi infancia metida en galerías de arte gracias a mi madre, no tenía idea de nada que estuviera relacionado con el tema, apenas si podía dibujar decentemente un círculo, apenas si sabía pintarlo sin salirme de la línea. La verdad es que nunca me ha llamado la atención, pero puedo reconocer la belleza en las pinturas; soy del tipo de persona que se distraen pensando en el significa oculto tras ellas.

Al termina de recorrer el trecho que componía esa galería personal, me di cuenta de que ni siquiera en la sala había una sola foto del ojiverde o de su padre, pero si cientos de retratos de una mujer castaña de ojos muy verdes y facciones finas. Tomé en mis manos una en donde ella se plasmaba sonriendo mientras acariciaba su abultado vientre de, posiblemente, ocho meses de embarazo. No pude evitar sonreír al notar el parentesco entre Altaír y ella.

— ¿Por qué sonríes tanto? —Su voz, gruesa y rasposa, resonó por toda la habitación, causándome escalofríos.

—Tú mamá era muy hermosa —murmuré, dejando el retrato en su lugar.

Me giré en su dirección y noté el atisbo de emociones que surcaba por su rostro. Aunque, durante ese breve momento, no supe interpretar qué clase de emociones eran esas, pues cualquier hubiese creído que se trataba de melancolía, de tristeza por su recuerdo, pero yo era observadora, y me daba cuenta de que no necesariamente eran esas... Esa tarde, en el rostro de Altaír, vi arrepentimiento, duda, y no entendía el porqué.

—Sí, lo era. —Se sentó en el mueble más amplio y me indicó que me acercara—. La comida estará lista pronto, ¿quieres hacer algo mientras tanto?

"Bingo", pensé. Esa era mi oportunidad para abordarlo con mis cuestiones.

—Entonces... —Me acomodé a su lado, de manera que tenía una visión completa de su exquisito perfil—. ¿Qué podemos hacer?

—Lo que quieras, cariño.

Hice un gesto pensativo y me aproximé mucho más hacia él, sin disimulo. No era mi intensión provocar un ambiente tenso con ello, simplemente quería estar así: con mis rodillas rozando sus muslos, con el ligero aroma de su perfume entrando por mis fosas nasales; no podría explicar el cúmulo de sensaciones que me evocaba, pero puedo decir que era adictivo.

—Cuéntame sobre ti —dije, con la esperanza a flor de piel. Deseaba que accediera; la curiosidad cada vez crecía más y más en mi interior, y no creía poder aguantar la picazón en mis manos a su causa.

Me miró durante unos segundos, tal vez cuestionándose si sería lo más inteligente aceptar mi propuesta. Le devolví el gesto, inclinando la cabeza hacia un lado, usando mi palma como un soporte.

—Bien —sonrió, y se puso en la misma posición que yo, de forma que lográbamos observarnos de frente—. ¿Qué quieres saber?

Dejé que la emoción brotara en mí corazón, pero no lo manifesté, en su lugar revisé mi lista mental de dudas. ¿Cuál era la más importante, pero sutil? No quería que ahora que tenía la oportunidad, se cerrara ante mí, así que debía ser extremadamente cuidadosa.

Mordí mi labio inferior y le pregunté:

— ¿Qué te gusta hacer en tú tiempo libre?

De repente, una risotada brotó de su garganta y yo no pude evitar admirar lo bellos que eran ese par de hoyuelos que tenía. Tampoco eludí quedarme embobada pensando en el momento que habíamos tenido afuera, cuando me hallaba entre sus brazos, tan cerca de él... tan cerca de sus labios.

— ¿De verdad eso es lo que quieres saber? —Cuestionó, haciéndome sentir de manera inexplicable, ofendida—. Lo siento, pensé que era algo relacionado con... esto.

No sabía qué decir, simplemente me quedé sin palabras. El expresó, más que con claridad, que no podía contarme sobre eso, por lo que eliminé todas las preguntas que tenía sobre ello de mi mente en ese instante. Aunque en realidad, ya no se me antojaba hablarlo, lo único que quería era conocer más sobre él, saber algo más personal.

—No —pronuncié—. Ahora no quiero saber nada sobre eso, solo quiero una conversación normal, ¿sí?

Parpadeó varias veces y asintió; lucía confundido, sin embargo, al haber transcurrido varios segundos, volvió a tener esa expresión suave y pensativa.



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Editado: 26.02.2018

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