Isadora

Capítulo XVI: Isadora

Me sentía diferente, pero no en un mal sentido, sino en uno bueno. Percibía una cálida energía merodeando en el ambiente; una buena vibra que volvía todo más ligero y acogedor. Era como si esa reciedumbre me hiciera sentir mejor a pesar de las circunstancias. En ese momento tenía en mente dos cosas: ordenar mis pensamientos y enfocarme en el objetivo. Debía que averiguar sí tenía algún poder y de ser así, ponerlo en práctica.

Anieli parecía muy emocionado mientras avanzábamos por un gran y desolado valle ubicado en las afueras de la ciudad; sin embargo, Altaír no se veía muy a gusto con todo eso. Lucía más nervioso y ávido de lo normal, observaba todo a nuestro alrededor con muchísima cautela, como si en cualquier momento algo malo fuese a pasar. Y aunque aún no nos hablábamos, de vez en cuando podía sentir su mirada perforando hasta lo más profundo de mí ser, causándome un molesto —pero lindo— hormigueo en el estómago.

Solía pensar mucho en él, sobre todo en las noches, me dormía cavilando en lo bien que se moldeaban sus rosados y hermosos labios con los míos, en sus rebeldes y suaves rizos entre los dedos de mis manos y en los hoyuelos que se asomaban al mostrar su coqueta y arrebatadora sonrisa; sin mencionar, las ásperas y largas pestañas que adornaban a la perfección sus inefables ojos color esmeralda. Él era, posiblemente, el hombre más atractivo que había llegado a conocer en cada uno de los sentidos de la palabra. No podía negar que adoraba todo sobre él, incluyendo sus defectos, porque, a pesar de ser terco, enigmático y sobre protector, me parecía maravilloso.

Me preguntaba qué éramos o sí alguna vez llegaríamos a ser algo. Pero, sinceramente no lo sabía. No tenía ni idea de qué pasaba entre nosotros y eso era un poco frustrante. Obviamente, no éramos amigos, mucho menos novios; podía ser que estuviéramos a la mitad de eso, aunque sólo nos habíamos besado un par de veces y estaba la posibilidad de que no significase nada. Al menos para él, porque para mí había sido todo.

No obstante, ese no era el único obstáculo en nuestra relación. Él era un dios, por lo tanto, era inmortal, mientras que yo era solo una simple mortal con algo "especial" a la que todos querían asesinar. Así que para ser honesta, no entendía cómo podría llegar a funcionar eso.

Por otro lado, estaba ansiosa por conocer a Eros que, según mi hermano, iría a vernos en unos cuantos días para hablar con nosotros. Asimismo estaba un poco preocupada, Anieli me contó que Altaír no se llevaba muy bien con su medio hermano pues, fue con Afrodita —madre de Eros— que Ares engañó Niké. Aunque, debido a la situación, se suponía que él debía intentar ser flexible. De todos modos, no era culpa de ninguno.

Debo decir, que durante ese período, sentí una necesidad infinita de saciar mi curiosidad por lo que, investigué a detalle cada dios que se me apareció por Wikipedía, descubriendo así, en varios mitos, que hay cosas más útiles de las que imaginaba. Pensaba en una forma de entrelazar los hechos y las versiones de cada relato, pero era demasiado complicado, su mundo era una incógnita que no estaba dispuesta a ser revelada.

—Necesito que te pares aquí —me indicó Anieli, tomándome de la mano para que me aproximara—. De acuerdo, Io, necesito que te concentres, en eso se basa todo esto, ¿entiendes? En tú conexión mente-cuerpo.

—Sí, ¿qué tengo que hacer? —Pregunté, mirando hacia el horizonte. El paisaje que nos rodeaba era hermoso a pesar de los deterioros que relucían y opacaban lo que solía ser un parque de diversiones concurrido en los años 90's.

— ¿Alguna vez has sentido algo extraño en tu cuerpo o te ha pasado algo inexplicable?

Volteé a verlo y me reí, con una mezcla de incredulidad y diversión. ¿Qué clase de pregunta era en esas alturas?

— ¿Qué es tan gracioso? —Frunciendo el ceño, mordió sus labios; se veía lindo. Después de la conversación que tuvimos días atrás, su tez había cobrado una pincelada oscura que le favorecía bastante, algo así como el bronceado perfecto. También, sus ojos volvieron a ser claros, su cabello se tintó de un rubio cenizo, la sonrisa en su cara no faltaba y su humor mejoró considerablemente.

—Me han pasado muchas cosas inexplicables desde hace un mes —le recordé—, supuse que ya lo sabías.

—Eso no es inexplicable, Io. Me refiero a que, sí te ha pasado algo que no estés segura de qué es ni por qué te pasó.

Lo pensé durante un momento, rebobinando todos los sucesos de esa semana y lo único que encontré entre ellos fueron las misteriosas voces que habitaron mi cabeza durante el ataque de Moros en la librería.

—Escuché unas voces cuando estaba en la librería, todas gritaban cosas sin sentido pero había una en particular, creo que era la voz de una niña, ella lloraba y me imploraba que corriera.



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Editado: 26.02.2018

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