17
La noche cayó sobre la isla. Natalie y Sebastián habían conseguido algunos mangos, los cuales les sirvieron como cena, y ahora se encontraban sentados sobre la arena de la playa de la pequeña laguna. Se trataba del lugar más seco que habían encontrado después del fuerte aguacero. El cielo se mantenía con algunas nubes, lo que impedía observar las estrellas o que la luna hubiese evitado la inmensa oscuridad que reinaba. Por fortuna, la niebla se había disipado, lo que había ayudado a la linda muchacha a sentirse un poco menos insegura.
–No puedo creer que esté a punto de pasar mi segunda noche en esta isla…
–Lo sé… Pero lo que me tiene pensando es la idea de montar vigilancia –dijo Sebastián mirando hacia la espesura.
–Trata de dormir si quieres, yo creo que no lo lograría.
–¿No estás cansada? –preguntó Sebastián con expresión de sorpresa en su rostro.
–Estoy tan cansada que creo que me sería imposible dormir…
–Sé a lo que te refieres, ya me ha pasado –dijo él mientras jugaba con la arena de la playa.
–Además mi ropa no se ha acabado de secar, creo que enfermaría si me durmiera así –dijo ella tocándose la parte baja de su camiseta con la mano derecha.
–¿Está muy mojada todavía? –preguntó Sebastián posando una de sus manos sobre el short de su compañera.
–No tienes que inventar disculpas para tocarme… –dijo Natalie con una pequeña sonrisa.
–No son disculpas, solo quería cerciorarme de qué tan mojada está tu ropa –dijo Sebastián arrugando los labios mientras volteaba a mirar hacia la laguna en lo que a Natalie le pareció un malhumorado gesto.
–Solo estaba bromeando –dijo ella agarrándole la mano.
–Creo que mañana debemos tratar de encontrar el sitio del que viste salir el humo –dijo él volviéndola a mirar.
–Debemos tratar de encontrar lo que sea…
–¿Crees que podrías sobrevivir aquí en caso de que no encontráramos nada?
–¿Comiendo solamente cocos y mangos? –preguntó Natalie mirando hacia los árboles.
–Es posible que mañana encontremos algunas otras frutas, además también podríamos tratar de pescar.
–No sería mi plan favorito, pero sé que al lado tuyo sí lo lograría –dijo ella mientras pensaba que lo lograría estando al lado de cualquier persona, pero sabía que era mucho mejor estando al lado de él. Durante los tres días vividos en el velero, Sebastián siempre llamó su atención, pero se mantuvo alejada al notar cómo todo el interés del muchacho parecía estar enfocado en Michelle, aquella niña rica que no se cansaba de exhibir su colección de pequeños trajes de baño. Siempre había detestado tener que competir por un hombre; sabía que era lo suficientemente bonita y atractiva para lograr atraer a la mayoría de ellos, pero pensaba que si alguien estaba realmente decidido a irse por ella, no existía la necesidad de estar compitiendo con nadie.
–Ya te dije que te voy a sacar de aquí sana y salva –dijo Sebastián apretando suavemente su mano.
–¿Viste alguna vez la película de Tom Hanks?
–Claro que la vi…, pero te aseguro que nuestra historia no tendrá nada que ver con esa –dijo él mirándola directo a los ojos.
–No sé cómo te atreves a decir eso… Hasta ahora la única diferencia es que estamos los dos, mientras que él estaba solo –dijo Natalie sacudiendo la cabeza.
–Y que no estamos solos en esta isla… Escuchamos un grito esta mañana, tú viste a una persona vestida de blanco…
–Pero es como si se tratara de espíritus, de fantasmas… –dijo ella sintiendo la inseguridad que este tipo de temas siempre le habían producido.
–¿Nattie, la persona que tú viste tenía aspecto de fantasma?
–¿Y cómo quieras que yo sepa la forma como lucen los fantasmas?
–Pues no sé, supongo que como en las películas… ¿Era medio transparente? ¿Parecía andar por encima del suelo en lugar de caminar? ¿Atravesaba los árboles? –La expresión en el rostro de Sebastián no dejaba duda de que estaba tratando el tema con toda la seriedad posible, alejado de cualquier tipo de burla.