Isla del Encanto

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–Nattie, esta vela está a punto de acabarse…

Llevaban más de dos horas recorriendo el subterráneo. Sin importar la dirección en que se dirigieran, la oscuridad no cesaba y el esfuerzo por encontrar algo que las pudiese ayudar parecía infructuoso. Tampoco encontraban paredes o alguna clase de desnivel en el suelo o en el techo que les permitiera pensar en la ruta de una posible salida.

–Esto es como el infierno –dijo Natalie–, nunca vamos a encontrar nada…, yo creo que lo mejor es regresar a la escalera.

–¿Tú sabes en qué dirección está?

–No, solo sé que estoy muy cansada…

–La única forma de saberlo es apagando la vela –dijo Michelle mientras observaba lo poco que quedaba de esta.

–Estás loca…, si apagas eso no te podrás ver ni tu propia mano –dijo una agotada Natalie, cuyas palabras sonaron con la misma energía con que se expresaría una agonizante anciana.

–Es la única forma de saber de qué lado puede venir algo de luz… Es como cuando quieres observar las estrellas, te tienes que alejar de la ciudad para que sus luces no interfieran.

–Lo que tú digas…

Michelle apagó la vela con un soplo, miro a su alrededor, y solo encontró la más completa oscuridad.

–¿Te das cuenta? No se ve nada, y ahora vamos a tener que gastar un fósforo más.

–Espera, solo es cuestión de que tus ojos se acostumbren un poco a la oscuridad para que puedas ver la poca luz que pueda haber por ahí, es como cuando entras a una sala de cine y ya han apagado las luces.

Natalie le tuvo que dar la razón a Michelle: un minuto más tarde las dos muchachas percibieron una débil señal de luz. No lo pensaron dos veces antes de empezar a caminar en su dirección.

–Creo que nos irá mejor si mantenemos la vela apagada –dijo Michelle.

–Supongo que por ahora sí…

A medida que avanzaban, la luz se iba haciendo más y más fuerte y el aire que respiraban parecía llegar con un poco más de fuerza.

–¡Michelle, este es otro sitio! –exclamó Natalie segundos más tarde, al darse cuenta que la luz ya no provenía de una abertura en el techo, sino de algún tipo de abertura aparentemente ubicada en una superficie vertical. Las dos muchachas aceleraron el paso hasta que estuvieron cerca de la fuente de luz. Se trataba de una grieta en un muro, la cual podría tener más de dos metros de larga pero que no superaba los veinte centímetros de ancha. Al otro lado se podía ver la espesa vegetación de la isla.

–Creo que hemos encontrado el lugar por el que se metió esa ráfaga de viento –dijo Michelle.

–¿Qué sacamos con eso si por ahí no cabemos? –preguntó una desesperada Natalie mientras pasaba su brazo derecho por la ranura.

–Pues tendremos que encontrar la manera de ampliar ese hueco.

–Buena suerte con eso… –Natalie se sentó en el piso y recostó su espalda contra la pared. Había estado más de dos horas de pie y pensó que lo mejor sería aprovechar aquel sitio para descansar, en el que gracias a la luz, no tendría que preocuparse por pequeños animales que decidieran caminar sobre sus pies, tal y como le había sucedido a su compañera.

–Nattie, yo sé que este vestido es lo que me está sacando adelante, pero por favor no desfallezcas ahora, tenemos que encontrar la manera de salir de aquí –Michelle se dirigió a ella en un tono de súplica, haciéndose evidente que a pesar de su vestido, también necesitaba del apoyo de su compañera.

–No podemos hacer nada, mira esa vela, ya no queda casi nada… Además ya tengo hambre y sed otra vez, y para perforar esa pared necesitaríamos por lo menos un cuchillo –Natalie volvió a romper en llanto escondiendo la cara contra sus rodillas. Michelle se acuclilló a su lado y acarició suavemente la cabeza de su amiga.

–Piensa en algo, Nattie; si la persona que nos tiene aquí hubiese querido hacernos daño, creo que ya lo hubiera hecho.

–¿Tú crees? –preguntó Natalie levantando la cabeza por un breve instante.

Michelle no estaba segura de nada. Sabía perfectamente que podría tratarse de un sádico, de aquellos que disfrutan viendo sufrir a sus víctimas antes de darles el golpe final, pero lo que sí sabía era que debía tratar de hacer lo posible para que su compañera no se rindiera antes de tiempo.




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