Isla del Encanto

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Estaba a punto de quedarse dormida para el momento en que escuchó pasos a sus espaldas. Se volteó rápidamente y la figura de Sebastián, a menos de diez metros, se presentó ante sus ojos. No dudó en levantarse y correr hacia él. Sintió cómo la recibía entre sus brazos y la apretaba suavemente.

-Pensé que estabas muerto… -dijo una emocionada Natalie.

-¡Nattie! Esto es una locura, ¿dónde está Michelle?

-En poder de la muchacha de blanco, logré escapar por un hueco en la pared de ese sótano, pero ella no alcanzó a salir…

-Tenemos que salvarla como sea –dijo Sebastián agarrando a Natalie de la mano y conduciéndola hacia la espesura-, ven conmigo, creo que si nos internamos en la vegetación evitaremos que nos vean.

-¿Pero qué pasó contigo? ¿Qué sucedió cuando subiste a buscar la lámpara?

-No lo sé exactamente…

-¡¿Cómo así que no lo sabes?! –lo interrumpió ella cuando ya estaban bajo la sombra de la manigua.

-Al llegar arriba sentí un golpe en la cabeza y perdí el sentido, nunca vi quien me golpeó…

-¿Y cómo escapaste?

-No lo sé, Nattie… Desperté hace unos minutos a pocos metros de aquí, no sé qué es lo que está pasando…

-¿Quieres decir que no te hicieron nada?

-No, aparte de producirme un fuerte dolor –dijo Sebastián sobándose la parte izquierda de la cabeza.

-¿Pero estás bien? –la preocupación en el bello rostro de Natalie era evidente.

-Creo que sí, pero cuéntame qué ha pasado.

-Hace poco salió de la cabaña la mujer de blanco, y desde entonces no ha pasado nada más.

-¿Y para dónde agarró?

-Se metió en la selva por ese lado –dijo Natalie estirando el brazo indicándole a su amigo el sitio, ubicado a más de cincuenta metros de ellos, por dónde la muchacha había desparecido.

-¿Crees que haya alguien más adentro? –preguntó Sebastián con la mirada fija en la cabaña.

-No lo sé, yo solo vi a la de blanco, pero el hombre de la máscara que vio Michelle podría estar allí.

-¿Qué se te ocurre que podamos hacer? –preguntó Sebastián volteándola a mirar.

-No lo sé, pero lo último que quiero es dejarla ahí… Creo que ella es… muy especial para mí…

-Para mí también, aunque eso no significa que me guste más que tú, ya sabes que me muero por ti –dijo Sebastián acercándose a ella para besarla en los labios.

Natalie sintió aquel beso como una recarga de energía. Ya no estaba sola ni tampoco encerrada en un sótano. Estaba con el muchacho que le fascinaba, aquel con el quería escapar de esa endemoniada isla de contrastes y con el que quería llegar a tener algo serio.

-Sebas –le dijo una vez se separaron-, no te imaginas lo mal que me sentí allá adentro, pensé que nunca íbamos a salir…

-Me lo imagino… Pero ya estás conmigo…

Natalie pensó que nuevamente el apuesto muchacho regresaba con promesas de falsa seguridad. Sabía perfectamente que de no haber sido por Michelle, aún estaría luchando contra los fantasmas de la oscuridad.

-Creo que deberíamos armarnos, así sea con piedras y palos, y entrar a rescatar a Michelle.

-No lo sé, no sabemos qué clase de trucos pueda usar esa gente, si ya lo hicieron conmigo y con Michelle…

-Sebas, tenemos que hacer algo –dijo una Natalie que empezaba a perder la paciencia.

-¿Qué otra cosa viste en ese sótano? Cualquier cosa que nos pueda ayudar…

-Nada, todo estaba muy oscuro, lo único fue una vela que encontramos en la misma mesa donde estaban los fósforos, con esa recorrimos el lugar por mucho tiempo, hasta que encontramos la pared con el hueco.

-¿Y en todo ese tiempo no vieron a nadie?

-Sí, la mujer del vestido blanco, se apareció en dos ocasiones y dijo que solo una de las dos saldría de aquel sitio, y después dijo que a Michelle le habían dado ese vestido para que se pudiera salvar…




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