La tormenta continuaba como un telón de fondo inquietante mientras Marc, Elena y Nathaniel caminaban por el bosque. Las ramas crujían bajo sus pies, mezclándose con el sonido de la lluvia que caía en cortinas densas. La linterna que llevaba Marc apenas iluminaba el camino, y la tensión entre los tres era palpable, como si la naturaleza misma se hubiera impregnado del conflicto que ardía entre ellos.
Nathaniel caminaba a la izquierda de Elena, hablando con una soltura que contrastaba con el ambiente sombrío.
—¿Te has dado cuenta de que siempre acabamos en situaciones así, Elena? Cazando sombras en medio de tormentas. —Sonrió, una sonrisa cargada de confianza, pero también de algo más que Marc no podía identificar.
—No es exactamente mi idea de diversión, Nathaniel —respondió Elena sin mirarlo, su tono cortante.
—¿Diversión? Esto no tiene nada de divertido —intervino Marc desde el frente, girándose para mirarlos—. Estamos aquí porque hay vidas en juego, no porque sea un pasatiempo.
Nathaniel inclinó la cabeza, su sonrisa apenas titubeando.
—Claro, detective. Tú siempre tan serio, como si el peso del mundo estuviera sobre tus hombros.
Marc apretó los dientes, pero antes de que pudiera responder, Elena levantó una mano para interrumpirlos.
—¡Basta! Esto no es el momento ni el lugar para sus juegos de poder. Concéntrense en lo que estamos buscando.
Marc asintió, volviendo su atención al terreno, mientras Nathaniel levantaba las manos en un gesto de rendición fingida.
—Como digas, jefa.
Elena suspiró, pasando una mano por su cabello mojado. Sus ojos se encontraron con los de Marc por un breve instante. Había algo en su mirada, un destello de entendimiento, de disculpa, que casi lo hizo olvidar la presencia de Nathaniel. Pero solo casi.
Avanzaron en silencio hasta llegar a un claro donde las huellas que Marc había mencionado antes parecían haber sido alteradas por la lluvia. Nathaniel se inclinó primero, examinando el suelo.
—Esto no es solo lluvia. Alguien ha estado aquí. Las marcas son recientes. —Su tono había perdido la habitual ligereza, ahora impregnado de seriedad.
Marc se arrodilló junto a él, inspeccionando el mismo lugar.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó, más por necesidad de desafiarlo que por verdadera duda.
Nathaniel no respondió de inmediato. En lugar de eso, levantó un trozo de tela empapado que había estado parcialmente enterrado en el barro. Lo sostuvo a la luz de la linterna, dejando al descubierto una mancha oscura en su centro.
—Porque alguien dejó esto. Y por la forma en que está cortado, parece que intentaban detener un sangrado. —Nathaniel lo tendió hacia Marc, pero sus ojos estaban puestos en Elena—. No creo que estemos tan lejos de ellos.
Elena se inclinó para observar el trozo de tela, sus cejas fruncidas en una mezcla de curiosidad y preocupación.
—Sea quien sea, no está solo —murmuró, más para sí misma que para ellos.
Marc tomó el trozo de tela, sintiendo una punzada de frustración al admitir que Nathaniel tenía razón. Pero antes de que pudiera analizarlo más, un grito resonó en la distancia.
Elena se levantó de inmediato, con los ojos abiertos de par en par.
—¿Escucharon eso?
Marc asintió, ya sacando su arma. Nathaniel, por su parte, aferró la linterna con más fuerza.
—Viene del este. Cerca del río —dijo Nathaniel, señalando en esa dirección.
Sin más palabras, los tres comenzaron a correr, sus pies salpicando agua y barro mientras se adentraban más en el bosque. El grito se repitió, pero esta vez sonó más débil, como si la distancia entre ellos y la fuente se estuviera ampliando.
Cuando llegaron al río, no encontraron a nadie. Solo el sonido del agua chocando contra las rocas llenaba el espacio. Marc se giró hacia Nathaniel con una expresión de sospecha.
—¿Estás seguro de que venía de aquí?
Nathaniel asintió, pero antes de que pudiera responder, Elena llamó su atención hacia algo en la orilla. Era una figura. Una silueta desdibujada por la lluvia, de pie al otro lado del río. No podían distinguir sus rasgos, pero el simple hecho de que estuviera allí, inmóvil, los puso en alerta.
Marc alzó su arma, apuntando directamente hacia la figura.
—¡Identifíquese! —gritó, pero no obtuvo respuesta.
La figura permaneció inmóvil durante unos segundos más antes de girarse y desaparecer entre los árboles.
—No podemos dejarlo escapar —dijo Nathaniel, dando un paso hacia el río.
—Espera —interrumpió Elena, agarrándolo del brazo—. No sabemos si es hostil. Podría ser una trampa.
—¿Y si necesita ayuda? —replicó Nathaniel, mirándola fijamente.
Marc miró a ambos, notando cómo los ojos de Elena se suavizaban ligeramente al dirigirse a Nathaniel. Había algo en esa mirada, algo que le hizo sentir un pinchazo de celos. Sin embargo, lo enterró rápidamente. No era momento para distracciones.
—Lo cruzaremos juntos —decidió finalmente, avanzando hacia el agua.
Elena y Nathaniel lo siguieron, sus siluetas reflejándose en la superficie del río mientras la tormenta seguía rugiendo a su alrededor.
Mientras tanto, en otra parte del bosque…
El periodista estaba escondido detrás de un árbol, su corazón latiendo con fuerza. Había seguido un rastro de pisadas hasta una cabaña, pero lo que había encontrado allí lo dejó sin palabras. Dentro, un hombre estaba sentado frente a un tablero lleno de fotografías y mapas. En el centro, había una imagen de Elena, con una palabra escrita en tinta roja debajo de su rostro: Clave.
El periodista sacó su cámara, capturando la escena en silencio. Pero antes de que pudiera tomar otra foto, el hombre levantó la cabeza, mirando directamente hacia él.
—Sabía que alguien vendría —dijo el hombre, con una voz baja y ronca.
El periodista retrocedió, tropezando con una rama. Cuando levantó la vista de nuevo, el hombre ya no estaba.
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Editado: 09.02.2025