Isla Noctis: Parte I

11. Verdades Enterradas

El amanecer se filtraba entre los árboles, tiñendo de oro el campamento. La tensión de la noche anterior aún flotaba en el aire. Nathaniel, con los ojos hundidos y el semblante cansado, observaba a Marc y Elena mientras compartían una conversación en voz baja. Cada palabra susurrada entre ellos era como un aguijón en su pecho.

Por otro lado, Dante regresaba al campamento junto a Anny tras la exploración de la cabaña. Aunque no compartieron los detalles de inmediato, las sombras en sus ojos hablaban de un descubrimiento inquietante.

—¿Qué encontraron? —preguntó Elena, notando la incomodidad de ambos.

Dante sacó su cuaderno y señaló el dibujo del símbolo que había mostrado antes.

—El símbolo está conectado con la isla de formas que aún no entendemos. Pero lo más extraño es que parece ser una especie de guía.

—¿Guía hacia qué? —intervino Marc, frunciendo el ceño.

Dante intercambió una mirada con Anny antes de responder:

—Eso es lo que necesitamos averiguar. La cabaña tenía marcas similares a las que vimos en el templo bajo el agua. Hay un patrón aquí, y creo que nos llevará directamente a las llamadas.

Elena se inclinó hacia el cuaderno, su curiosidad superando el cansancio. Sus dedos tocaron la página, deteniéndose en una línea irregular dibujada alrededor del símbolo.

Esto… parece un mapa, aunque incompleto.

Nathaniel, que hasta entonces había permanecido en silencio, dio un paso adelante.

—¿Y si completamos el mapa? Si las marcas están en más lugares, podríamos usar la información para rastrear el origen de las llamadas.

Marc lo miró con recelo, pero antes de que pudiera responder, Elena habló.

—Es una buena idea. Pero para eso necesitamos dividirnos. Algunos deben regresar a la cabaña y otros explorar los alrededores.

—Yo iré contigo —dijo Marc inmediatamente, sus ojos fijos en Elena.

Nathaniel frunció el ceño, pero contuvo el comentario mordaz que se formaba en su mente.

—Yo puedo acompañar a Dante y Anny —se ofreció, buscando mantener la distancia.

Elena lo miró con una mezcla de gratitud y algo más, algo que Nathaniel no pudo descifrar.

—De acuerdo. Nos mantendremos en contacto.

Más tarde, en la cabaña…

Dante y Anny inspeccionaban las paredes, ahora bajo la luz del día. Nathaniel, aunque físicamente presente, estaba distraído. Sus pensamientos regresaban una y otra vez al fuego del campamento, a las risas compartidas entre Marc y Elena, a lo que nunca podría tener.

—¿Nathaniel? —la voz de Dante lo sacó de sus pensamientos.

—¿Qué?

—Te pregunté si crees que estas marcas están conectadas con el círculo que vimos en el templo.

Nathaniel se acercó, observando las marcas con más atención.

—Es posible. El problema es que parece que están hechas por manos diferentes. Algunas son más recientes que otras.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Anny, su tono inquieto.

Nathaniel giró hacia ellos, su expresión sombría.

—Que alguien más ha estado aquí antes que nosotros. Y si dejaron estas marcas, probablemente sabían más de lo que estamos descubriendo ahora.

Dante asintió, la mandíbula tensa.

—Entonces necesitamos encontrar a esa persona.

—O lo que quede de ellos —susurró Anny, casi para sí misma.

Mientras tanto, en el bosque…

Elena y Marc caminaban en silencio, sus pasos amortiguados por el musgo. A pesar de la aparente tranquilidad, había una tensión palpable entre ellos.

—No hemos hablado de lo que pasó —dijo Marc finalmente, rompiendo el silencio.

Elena lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de vulnerabilidad y desafío.

—¿De qué quieres hablar exactamente?

Marc se detuvo, obligándola a hacer lo mismo.

—Del beso. No fue solo un impulso, Elena. Fue real.

Ella desvió la mirada, cruzando los brazos.

—Lo sé. Pero estamos en medio de algo mucho más grande que nosotros, Marc. No podemos distraernos.

—¿Distraernos? —Marc dio un paso hacia ella, su voz bajando—. Esto no es una distracción, Elena. Es…

El crujido de una rama interrumpió sus palabras. Ambos giraron, sus cuerpos tensándose.

—¿Quién anda ahí? —preguntó Marc, su voz firme.

La respuesta fue un silencio opresivo, seguido de un sonido que parecía venir de todas direcciones a la vez.

—Esto no me gusta —murmuró Elena, sacando una pequeña linterna de su mochila.

—Quédate detrás de mí —ordenó Marc, avanzando con cautela.

El bosque parecía cobrar vida, los árboles susurrando secretos que solo ellos podían escuchar. Cuando finalmente llegaron a un claro, encontraron algo que los dejó sin aliento: una figura tallada en piedra, cubierta de musgo y con el símbolo grabado en su pecho.

—¿Qué demonios es esto? —murmuró Marc.

Elena se acercó, ignorando su advertencia de cuidado.

—Es… una advertencia.

Antes de que pudiera explicar, un sonido metálico resonó a su alrededor. Una trampa se activó, separándolos. Marc gritó su nombre, pero Elena ya había desaparecido entre los árboles, como si el bosque la hubiera reclamado.

En la cabaña…

Nathaniel sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Algo no está bien —dijo de repente, girándose hacia la puerta.

Dante lo miró con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa?

Nathaniel negó con la cabeza, pero su instinto le decía que algo terrible estaba ocurriendo.

Anny tocó su brazo.

Si hay algo que necesitas hacer, hazlo ahora.

Nathaniel asintió, tomando su mochila y dirigiéndose a la puerta.

—Voy a buscarlos.

Sin esperar una respuesta, salió corriendo hacia el bosque, sin saber que el destino de Elena estaba a punto de cambiarlo todo.




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