El bosque parecía devorar a Nathaniel mientras corría a través de la espesura, su respiración pesada mezclándose con los ecos de su nombre, resonando en su mente como un presagio de algo que no podía ignorar. La imagen de Marc y Elena juntos lo había carcomido por dentro, pero ahora, todo eso se desvanecía ante una sola certeza: algo terrible le había sucedido a Elena.
En otro punto del bosque, Marc tambaleaba mientras buscaba a Elena. Su linterna parpadeaba, amenazando con apagarse, pero no se detenía. El claro donde la figura de piedra se erguía ahora parecía estar vacío, como si el lugar entero se hubiera desvanecido en el aire.
—¡Elena! —gritó nuevamente, su voz desesperada.
El silencio fue la única respuesta. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de avanzar, un sonido lo detuvo: un leve crujido, seguido de un murmullo como el de voces lejanas. Giró sobre sí mismo, buscando el origen, hasta que vio algo en el suelo.
Era su linterna.
La recogió con manos temblorosas, sus dedos sintiendo la humedad del musgo que la cubría. Había algo escrito en ella, garabateado con una sustancia rojiza: “El Presagio espera”.
Marc sintió cómo la ira y la culpa lo asfixiaban. No podía perderla, no después de todo lo que habían atravesado.
—Si estás detrás de esto, juro que voy a encontrarte —murmuró, apretando la linterna como si fuera un arma.
Mientras tanto, en la cabaña abandonada…
Dante repasaba el símbolo tallado en la pared una vez más, su mente trabajando frenéticamente. Anny se mantenía en silencio, observándolo mientras se cruzaba de brazos.
—¿Y si Nathaniel tiene razón? —preguntó finalmente.
—¿Sobre qué? —respondió Dante sin levantar la mirada.
—Sobre que alguien más está moviendo las piezas desde las sombras. Todo esto… las llamadas, los símbolos, el Presagio. ¿Y si no estamos luchando contra una fuerza sobrenatural, sino contra alguien que entiende el miedo mejor que nosotros?
Dante levantó la vista, sus ojos oscuros llenos de un nuevo entendimiento.
—Es posible. Pero quien sea, sabe demasiado. Y eso significa que está cerca.
Anny asintió, aunque no pudo evitar sentir un escalofrío al pensar en ello.
—Necesitamos saber más sobre esa figura de piedra. Nathaniel habló de ella antes de salir corriendo.
—Si lo encontramos, tendremos nuestras respuestas —dijo Dante, cerrando su cuaderno con fuerza.
Cerca del corazón del bosque…
Elena despertó en la oscuridad. Su cabeza latía con fuerza, y al intentar moverse, sintió cuerdas ásperas alrededor de sus muñecas y tobillos. Estaba atada a una silla de madera, y el único sonido era el goteo constante de agua en algún lugar lejano.
La luz de una lámpara colgante se encendió de repente, cegándola momentáneamente. Parpadeó, tratando de enfocar su visión, y entonces lo vio: una silueta alta, con una máscara que cubría su rostro.
—Bienvenida, Elena —dijo una voz profunda, casi musical, que parecía resonar en las paredes—. Por fin, podemos hablar.
—¿Quién eres? —preguntó, su voz ronca.
—Soy el Presagio.
El corazón de Elena se aceleró, pero no dejó que el miedo la dominara.
—¿Qué quieres de mí?
La figura se inclinó hacia ella, sus movimientos calculados, como un depredador estudiando a su presa.
—Quiero que entiendas lo que está en juego. Eres la llave, Elena. La llave que puede abrir o cerrar este juego.
—No entiendo —murmuró, su mente girando en busca de una salida.
—Lo harás —dijo el Presagio con una calma inquietante—. Pero antes, necesito que recuerdes quién eres realmente.
Elena sintió un pinchazo en su brazo y luego una ráfaga de calor recorrió su cuerpo. Su visión comenzó a nublarse mientras imágenes desconocidas, fragmentos de recuerdos que no eran suyos, inundaban su mente.
—¿Qué me hiciste? —susurró, antes de caer en la inconsciencia.
Nathaniel llegó al claro donde Marc estaba de pie, sosteniendo la linterna de Elena.
—¿Dónde está ella? —preguntó con un tono urgente, sus ojos buscando en el vacío que los rodeaba.
Marc negó con la cabeza, apretando los dientes.
—La perdí. Esto es culpa mía.
—No, es culpa de quienquiera que esté detrás de esto —respondió Nathaniel con dureza—. Y no pienso dejar que se salga con la suya.
—¿Y qué propones? —preguntó Marc, su tono cargado de escepticismo.
Nathaniel lo miró directamente a los ojos, su determinación brillando como un faro.
—Trabajaremos juntos. Por ella.
Marc lo estudió por un momento, antes de extender la linterna hacia él.
—Por Elena.
Nathaniel asintió, y juntos se adentraron en la oscuridad, sin saber que lo que encontrarían pondría a prueba no solo su alianza, sino también sus propios límites.
Desde las sombras, el Presagio observaba. La partida estaba en marcha, y las piezas se movían exactamente como él lo había planeado.
—El primer sacrificio ha sido hecho —susurró, su sonrisa ampliándose bajo la máscara—. Ahora, veamos cuánto están dispuestos a perder.
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Editado: 09.02.2025