Isla Noctis: Parte I

22. El Límite del Juego

El teléfono cayó de la mano de Marc y golpeó el suelo con un sonido sordo. Nadie se movió. Nadie respiró.

Elena sintió el eco de aquellas palabras retumbando en su mente:

“A ella.”

El Presagio no hablaba al azar. Sus palabras eran siempre precisas, calculadas. Y ahora, los había colocado en un nuevo tablero de juego.

—Nos vamos —dijo Marc de repente, su voz cortante.

—¿A dónde? —preguntó Nathaniel, tenso.

Marc tomó su arma y miró a Elena.

Si él quiere que la cace, significa que necesita que se mueva. Pero no vamos a jugar su juego.

Elena entendió lo que estaba diciendo. Si se quedaban, si se escondían, perderían la oportunidad de adelantarse.

—Tenemos que descubrir por qué me quiere fuera de aquí —murmuró ella—. ¿Qué se supone que debo encontrar?

Anny los miró con los ojos aún húmedos.

No sé qué significa todo esto, pero… hay algo más. Cuando me llamó antes, dijo que la isla estaba despertando.

Marc la miró con dureza.

—¿Qué más te dijo?

—Que al final, todo volvería al origen.

Silencio.

Dante se pasó una mano por el cabello.

—¿Origen? ¿Está hablando de la primera llamada?

Elena frunció el ceño.

—¿O del primer asesinato?

Nathaniel se giró hacia Samuel, quien había permanecido en silencio todo ese tiempo.

—Tú lo sabes, ¿verdad?

Samuel levantó la mirada, con una sonrisa amarga en los labios.

—No lo sé todo. Pero sé que no tenemos tiempo.

Marc asintió.

—Entonces nos vamos.

El auto se deslizó por la carretera oscura, alejándose del apartamento de Anny. En el interior, el aire estaba cargado de tensión.

—Si “todo vuelve al origen”, hay dos lugares a los que podríamos ir —dijo Nathaniel—. O la primera escena del crimen… o el lugar donde todo empezó.

Dante lo miró por el espejo retrovisor.

—La isla.

Marc no apartó los ojos de la carretera.

—Halow.

Elena sintió un escalofrío.

—Pero no podemos irnos ahora. No sin saber qué nos espera.

Samuel, desde el asiento trasero, rió con amargura.

—No entienden nada, ¿verdad?

Marc le lanzó una mirada fulminante.

¿Qué quieres decir?

Samuel se inclinó hacia adelante, con los ojos brillando de algo cercano a la locura.

—No es que ustedes lo busquen a él. Es que él los está guiando.

Elena sintió su estómago retorcerse.

—Nos quiere en Isla Halow.

—Y eso significa que es una trampa —agregó Nathaniel.

—Lo sé —murmuró Marc—. Pero si no vamos, nunca lo detendremos.

El silencio cayó sobre ellos como un peso.

Porque la verdad era innegable.

Ya no tenían otra opción.




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