La brisa salada golpeaba el rostro de Marc mientras el ferry avanzaba sobre las aguas inquietas. La silueta de Isla Halow se alzaba en el horizonte como una sombra, sus acantilados recortándose contra el cielo gris.
No habían hablado mucho desde que partieron. No había necesidad. Cada uno estaba sumido en sus pensamientos, atrapado en el peso de lo inevitable.
Marc miró de reojo a Elena. Sus ojos estaban fijos en el mar, pero su mente claramente estaba en otro lugar.
—Sabes que no tienes que hacer esto —dijo en voz baja.
Elena giró el rostro, con una pequeña sonrisa cansada.
—Lo sé. Pero si no lo hago, nunca entenderemos por qué él me quiere aquí.
Dante, que estaba apoyado en la baranda, suspiró.
—Es lo mismo que pasó con Anny. Nos empuja, nos guía, nos manipula para que tomemos el camino que él quiere.
Nathaniel, con los brazos cruzados, habló por primera vez en mucho tiempo:
—Pero esta vez, podemos usar eso en su contra.
Marc asintió lentamente.
—Si “el origen” está en esta isla, significa que hay algo aquí que el Presagio necesita. Y si lo encontramos antes que él…
Elena bajó la mirada.
—…quizá podamos acabar con esto de una vez.
La isla se acercaba. Y con ella, la sensación de que estaban caminando directo a una trampa.
Isla Halow – Medianoche
El bosque de la isla se extendía ante ellos como un laberinto de sombras. Se habían dividido en dos grupos: Marc, Elena y Nathaniel en uno, Dante, Anny y Samuel en otro.
El objetivo era claro: encontrar cualquier indicio de lo que el Presagio buscaba.
Marc se detuvo en seco cuando sintió el crujido de una rama detrás de él.
—¿Escucharon eso? —susurró.
Nathaniel alzó su linterna, pero no había nada. Solo árboles oscuros y el sonido del viento filtrándose entre las hojas.
Elena tragó saliva.
—Este lugar… se siente extraño.
Nathaniel asintió.
—Como si algo… nos estuviera observando.
Marc iba a responder cuando el suelo bajo sus pies desapareció.
No tuvo tiempo de gritar. Solo sintió el vacío tragárselo antes de que todo se volviera negro.
La Caverna
El primer pensamiento de Marc al despertar fue que su cabeza latía con un dolor insoportable.
El segundo, que no estaba solo.
El sonido de un susurro rasgó la oscuridad.
—Estás aquí. Al fin.
Marc levantó la cabeza con dificultad. Frente a él, en la penumbra de la cueva, había una silueta. Alta. Elegante. Con un aura de absoluta calma.
El Presagio.
—He esperado mucho tiempo para este momento —dijo el hombre, con voz aterciopelada.
Marc intentó moverse, pero se dio cuenta de que estaba atado con cuerdas gruesas.
—¿Qué demonios quieres? —gruñó.
El Presagio inclinó levemente la cabeza.
—Quiero mostrarte algo. Algo que cambiará tu percepción de todo.
Marc apretó la mandíbula, pero entonces sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Porque la cueva comenzó a brillar.
No con luz artificial, sino con algo mucho más extraño.
Algo que parecía venir del tiempo mismo.
Frente a él, una piedra cubierta de inscripciones comenzó a brillar, y en su superficie se formó una imagen.
Un recuerdo.
Pero no cualquiera.
Era Elena.
Marc contuvo la respiración.
Ella estaba en el mismo lugar donde él estaba ahora… pero la imagen era de hace décadas.
Su mente gritó que no tenía sentido, que era imposible. Pero allí estaba ella, con la misma mirada decidida, con las mismas facciones…
Y frente a ella, otro hombre.
Marc sintió un golpe en el pecho cuando reconoció al otro.
Nathaniel.
Pero no el Nathaniel que él conocía. No el hombre que había estado con ellos hasta ahora.
Este Nathaniel era más joven, más desesperado… y estaba rogando por algo.
—No puedes hacerlo —decía el Nathaniel del pasado—. Si lo activas, todo cambiará.
Elena no apartó la mirada.
—No hay otra opción.
La imagen se desvaneció.
Marc jadeó.
El Presagio sonrió.
—Ahora entiendes por qué la necesito.
Marc no podía hablar. Su mente se negaba a aceptar lo que había visto.
Elena. Nathaniel.
Un pasado que nunca les contaron.
Y un secreto que podía cambiarlo todo.
La revelación
Cuando Elena y Nathaniel encontraron la cueva, Marc ya estaba de pie, con la mirada perdida.
—¿Marc? —preguntó Elena, preocupada.
Marc la miró.
Y por primera vez, no supo quién era ella realmente.
Nathaniel se acercó, alarmado.
—¿Qué pasó?
Pero antes de que Marc pudiera responder, la piedra brilló de nuevo.
Y esta vez, mostró el futuro.
Una imagen de Elena en los brazos de Nathaniel… en un tiempo que aún no había sucedido.
Marc sintió el frío de la traición.
Y supo, en ese instante, que nada volvería a ser igual.
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misterio, suspence, triángulo amoroso y sentimientos fuertes
Editado: 09.02.2025