Marc no reconoció el lugar de inmediato. Pero lo sintió. Lo conocía.
Era la misma isla, pero no como la recordaba.
Elena estaba allí, de pie en el centro de la cueva. Pero no era la Elena que él conocía. Su expresión era distinta. Más fría. Más decidida. Y frente a ella estaba Nathaniel.
Pero no el Nathaniel de ahora.
Éste parecía más joven. Desesperado.
—Si lo activas, todo cambiará —insistió Nathaniel.
Elena no titubeó.
—Es la única manera.
—No sabes lo que va a hacerte.
—No importa.
Nathaniel dio un paso adelante.
—No quiero perderte otra vez.
Elena se detuvo. Hubo un instante de duda en su mirada. Una fracción de segundo donde el tiempo mismo pareció tambalearse.
Y fue ahí cuando Marc entendió.
Nathaniel había estado en este juego mucho antes que ellos.
Este no era solo su pasado.
Era su principio.
Todo se quebró.
Marc cayó de rodillas, su mente desbordada por recuerdos que no le pertenecían, imágenes de algo que nunca vivió pero que, de algún modo, sabía que era real.
El Presagio apareció a su lado.
—Ahora lo comprendes —susurró—. Esto siempre ha sido una historia de destino.
Marc levantó la vista, con el pecho ardiendo de furia.
—No.
El Presagio enarcó una ceja.
—¿No?
—El destino no está escrito —Marc se puso de pie—. Y aunque lo estuviera, no pienso seguirlo.
El Presagio soltó una carcajada.
—Esa es la mentira que siempre nos contamos a nosotros mismos. Pero todo lo que han hecho, cada decisión, cada sacrificio… los trajo aquí.
Marc apretó los puños.
—Entonces rompamos el ciclo.
Y antes de que el Presagio pudiera responder, Marc atacó.
La última llamada
El impacto fue brutal.
Marc lo golpeó con toda la rabia que había contenido, sintiendo cómo el cuerpo del Presagio se tambaleaba. Pero el hombre no cayó.
Sonrió.
—Bien —susurró—. Lucha.
Y entonces el mundo explotó en caos.
La cueva se sacudió violentamente. Rocas se desplomaron. El resplandor de la piedra se tornó en un vendaval de luz y sombra.
Elena corrió hacia Marc, su mirada determinada.
—¡Tenemos que destruir la piedra!
Nathaniel miró a Elena y luego a la piedra.
—Si lo hacemos… todo podría desaparecer.
Elena asintió.
—Es un riesgo que debemos tomar.
El Presagio levantó la mano, pero antes de que pudiera hacer nada, Nathaniel se lanzó sobre él, derribándolo con el peso de su cuerpo.
—¡Hazlo ahora! —gritó.
Elena tomó la pistola de Marc. Apuntó.
El Presagio la miró con calma.
—Si destruyes esto… nunca sabrás la verdad.
Elena sostuvo su mirada.
—Prefiero vivir en la duda que en una mentira.
Disparó.
El impacto resonó en toda la cueva.
La piedra se fragmentó en mil pedazos, y el mundo tembló.
El Presagio soltó un grito que se perdió en la nada.
Y entonces todo se desmoronó.
#1220 en Thriller
#609 en Misterio
#6963 en Novela romántica
misterio, suspence, triángulo amoroso y sentimientos fuertes
Editado: 09.02.2025