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2. Pesadillas

Ara

—Lucy, estabas en un sueño. Nada de lo que pasó ahí fue real —exclamé y la miré fijamente a los ojos para que comprendiera, y al parecer lo hizo.

Ale empezaba a tardarse demasiado. ¿Habrá salido a la superficie en lugar de ir a disimular buscar a Caro en su cuarto? Lucy bostezaba cada quince segundos y en una me contagió, haciendo que yo también contagiara a sensei.

—Creo que, en lugar de duplicar las horas de entrenamiento, lo triplicaremos —sentenció la maestra —. Calienten, mientras yo iré a ver porque tardan tanto sus hermanas.

Salió del dojo a paso firme y tan severo, que un escalofrío corrió por mi espalda. Me levanté de golpe muy preocupada ¿Ahora que haremos?

—Araceli ¿Aún no llega Caro? —preguntó Lucy.

—No Lucy —contesté casi a la defensiva, los nervios comenzaban a matarme —. Tampoco aparece Alejandra. ¡Estamos en problemas!

—¿Por qué?

—¡Por lo de anoche, Lucy! —-grité estresada.

—Ah, eso ¿No me dijiste que era un sueño?

—¡Idiota! Ibas a soltarlo todo, cuando no había necesidad. ¡Claro que todo fue real!

—¿También fue real que Caro vistiera con una extraña capa negra, en medio de un desierto y me dijera —las pesadillas comenzarán? —mencionó la última frase con un tono siniestro.

—¿¡Qué!? Que gran imaginación tienes. Claro que eso no fue real.

—Ah.

Me sobresalté de repente, al ver entrar a sensei de nuevo al dojo. Me quedé congelada mientras se acercaba lentamente, pero se detuvo a unos cuantos pasos de nosotros.

Se nos quedó mirando con una expresión neutra ¿Acaso habrá escuchado mi charla con Lucy? ¡Oh no! Si es así, entonces ¿Qué hice?

—Sensei. Yo.

Desenvainó de pronto su espada, colocándose en posición de combate. ¡Estaba desafiándonos!

Tragué saliva exageradamente ruidosa, puesto que mi impresión fue tal; que mi garganta se secó y no podía pasar nada por ahí. Sus ojos eran de un color rojizo-anaranjado. ¿No me digas que otra vez está bajo el control del «Rey de la oscuridad»? ¡No! ¡No puede ser! ¡Ahora no es un buen momento!

—¿Sensei?

Corrió hacia mí con la espada en frente, preparada para hacer una estocada. Deseé por un segundo que esto fuera parte del entrenamiento, pero la espada estuvo a punto de clavarse en mi brazo; si no lo hubiese esquivado; estaría atravesado.

—Sensei —grité —. ¡No lo haga! ¡No quiero pelear contra usted!

—Devuélvemela —susurró.

—¿Qué?

—Dije, que me devuelvas a mí hija.

Corrió hacia a mi nuevamente, está vez preparándose para hacer un corte vertical. Sin pensarlo dos veces saqué mi sais y evité el espadazo, así como otros cuantos ataques más que siguió haciendo.

Pero era demasiado rápida para mí. Casi no podía ver a dónde se dirigía o donde se encontraba. Sí no me ha herido todavía, es porque tengo mucha suerte.

Sin embargo, no sé por cuánto tiempo durará. ¡No quiero luchar contra mi maestra! ¡No quiero esto! Pero si no lo hago, no sé qué pasaría.

Expuse la cuchilla de mi sais y está vez fui directo a atacar a sensei. Cómo lo esperaba, ella lo esquivó saltando hacia atrás. Miré hacia donde estaba mi hermana, aprovechando el momento de descanso.

Vi que Lucy aún seguía aquí, sin saber qué hacer y completamente paralizada. Justo cuando iba a decirle que se fuera, observé a la sensei de reojo; percatándome que venía hacia mí, reaccionando demasiado tarde.

En un abrir y cerrar de ojos enterró la hoja de su espada en mi hombro derecho. Casi al instante la retiró y luego comenzó a golpearme con sus puños.

No me di cuenta en qué momento solté mis sais, así que ya no podía defenderme. Golpeó fuerte mi estómago, sacándome todo el aire y cayendo al suelo casi al instante.

Duele, duele ¡Duele mucho! No puedo moverme, no puedo hacer nada.

Abrí los ojos con gran esfuerzo y observé algo que me llenó de rabia e impotencia; la maestra Miwa ahora iba en contra de Lucy, que aún se encontraba congelada.

—Huye —resople. Pero mi falta de aliento provoco que se escuchará en un susurro —. ¡Huye! —alcé un poco la voz. Con un esfuerzo más y me escuchará. Respiré hondo —. ¡Huye Lucy!

Ella reaccionó al fin y empezó a correr. Pero la maestra Miwa la siguió, llegando frente a ella a una velocidad descomunal. La misma acción se realizó otras dos veces, hasta que Lucy por fin intentó salir del dojo, pero lo mismo volvió a ocurrir.

Sin embargo, esta vez con algo diferente; Lucy se tropezó y cayó. Ante eso, traté de incorporarme por todos los medios y fuerzas me permitían; pero aun así no eran suficientes. Aunque logrará levantarme ahora, estaba muy lejos de mi como para poder alcanzarlos.

—Lucy —murmuré —. ¡Lucy! —grité y estiré el brazo al notar que la señora Morales levantaba su cuchillo.

Hizo un movimiento rápido hacia abajo y…

Ale

Los músculos de mis brazos ardían ante la repentina fuerza que apliqué, cuando mis jutte detenían la espada de la maestra Miwa.

Lo vi todo. ¡Ella iba a matar a Lucy! Menos mal que llegué justo a tiempo, antes de que le encajara su espada. Mis ojos están cruzados con los de la sensei, ante nuestra lucha de armas.

Así que empleé toda mi fuerza para empujarla hacia atrás, dando ella un gran salto de retroceso. Respiro un poco agitada por la boca. ¡Esto debe ser una maldita broma! ¿Cierto?

¿Tiene que ser parte del entrenamiento? O ¿Quizás las chicas soltaron la verdad mientras me ausente, y la maestra Miwa se estaba desquitando de esa manera?

Sin embargo, esto me parece algo exagerado, iba a matar a Lucy. Ni siquiera había aflojado su fuerza cuando la detuve. Miro hacia atrás, con todo esto no me da tiempo de ver a mi alrededor; Lucy está con los ojos cristalizados por querer llorar y en su rostro refleja una expresión de trauma y terror.

Desplacé mi vista hacia Araceli, quién está realmente herida; y su brazo derecho está bañado en sangre. Entonces esto no es una broma. La sensei de verdad quería asesinarlas.



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En el texto hay: terror, pesadillas, intrigas

Editado: 21.03.2024

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