Caro
De hecho, creo que en ese momento la necesitaba más que nunca, a pesar de que no tengo la costumbre; quizás de expresar mis sentimientos con nadie. Nadie, excepto, tal vez con esa mujer.
Abrí la puerta que me llevaría directo al trono de mi sensei, pero en cuanto di un paso al interior de la sala; noté algo extraño. No había nadie y estaba silencioso.
Bueno, en realidad eso no era raro, pero sí que no hubieran guardias rodando por los pasillos exteriores. Quizás solo se estén dando un descanso, pensé restándole importancia.
Aprovechando que estaba sola aquí, caminé hasta detenerme en medio de la sala; exactamente en el lugar en el que Araceli y Lucero estuvieron a punto de matarse entre sí.
Aún había restos de su sangre en el piso, así que me agaché y arrastré mis dedos sobre ella. Obviamente ya estaba seca. Apreté mi mano en un puño, cerrando los ojos furiosa; pero no con ella, sino conmigo misma.
Me irritaba el hecho de haberme quedado como idiota sin hacer nada. Por muy dementes que estuvieran o por muy miserables que hubiesen sido conmigo, no merecían tener un trato así.
¡Son solo unas muchachas! Tal vez dos o tres años menor que yo, pero seguían siendo apenas unas chicas. ¡No! ¡Esperen!
Y ¿Ahora en qué estoy pensando? ¿No se me puede ablandar el corazón por un asunto como esté? ¡Yo decidí que no las perdonaría! Decidí que acabaría con ellas con mis propias manos.
Es que ¿Acaso ya lo olvidé? No debo recordar ni sentir cosas que me puedan hacer cambiar de opinión. Es malo para mí, así como dijo Cazador.
Abrí los ojos de golpe al sentir de repente, que había alguien detrás de mí. Me levanté lentamente y miré hacia atrás de reojo, así que ella era la razón por la que los guardias no estaban vigilando.
—¿Ver esa sangre te hace recordar aquel momento, Carolina?
Pregunto de forma normal, pero con un poco de rabia en su tono de voz.
—¿Ese momento en el que ni siquiera fuiste capaz de moverte para salvar a tus propias hermanas?
Volví a dirigir mi vista al suelo, sintiéndome culpable una vez más.
—La Caro que yo conocía jamás hubiera permitido que eso pasará, y mucho menos frente a sus ojos.
—Y ¡¿Tú qué sabes?! —exclamé y finalmente me di la vuelta para encarar a Alejandra.
—Hablas como si me conocieras mucho, pero en realidad no sabes nada sobre mí; sino hubieras entendido los motivos por haberlos sermoneado esa noche.
Apreté los puños, sintiendo como la furia volvía a invadirme y erizarme la piel.
—No se los perdonaré ¡¿Me oyes?!
Desenvaine rápidamente mis katanas, poniéndome de inmediato en posición de combate.
—Veo que estás más que lista para aniquilarme.
Sonrió de lado, mientras se sacaba sus jutte de su cinturón y también se puso en posición de ataque.
—Y yo que pensé que tendría que provocarte para eso.
Esa reacción tan natural de ella hizo que mi ira aumentará. En serio que está tipa era desesperante.
—Por cierto, Caro.
Agregó, mientras agachaba la cabeza muy leve; para ocultar una sonrisa nostálgica sin que me diera cuenta.
—Si por casualidad las cosas no cambian entre nosotras después de esto, al menos quiero pedirte que no le guardes rencor a ellas; Lucy y Ara solo me estaban siguiendo la jugarreta, en realidad yo soy la responsable de todo este odio que sientes ahora. También si quieres puedes echarme la culpa de que te secuestraran y te borraran la memoria.
¿De qué me secuestraran? ¿Qué está diciendo? Nadie nunca me ha hablado de un secuestro.
—No trates de confundirme.
Brame sin saber cómo reaccionar en realidad. Lo que me dijo me ha dejado bastante perturbada.
—Como sea. Ya basta de charla —me miró desafiante —. Empecemos.
Lucy
Desperté de repente a causa de una pesadilla que tuve. Respirando agitada miraba a todas partes, y golpeándome las mejillas para asegurarme de que mi cuerpo no fue poseído por aquel ente diabólico, pero creo que estoy bien.
Giré mi cabeza y al otro lado de mi cama se encontraba Ara, durmiendo muy tranquila. Quería despertarla para contarle lo que acababa de soñar, pero dude si hacerlo o no.
Aunque al final terminó despertando por si sola, volteando la cabeza; al mirarme sentada.
—Yo tuve una pesadilla, Ara —comenté mientras me frotaba las manos.
—¿Cómo dices? —bramó sentándose —. ¿De qué se trató está vez? ¿Era Caro con la capa negra?
—No, ella no. Bueno, sí con Caro, pero la de a de veras —me expliqué —. Lo malo fue que ella se encontraba con Ale y ambas estaban bañadas en sangre, peleando.
Los ojos de Ara se agrandaron mientras que sus pupilas se contrajeron.
—Pero es imposible, Lucy —añadió con una risa nerviosa —. Caro jamás lastimaría a Ale, ni viceversa.
—Lo sé, Ara. Sin embargo, Caro ahora no nos recuerda —encogí mis piernas, juntándolas con mi pecho —. Eso dijo Ale en mi sueño, y va a sacrificarse para que a nosotros no nos pasé nada.
—Lucy, normalmente no me asustaría con algo como esto, pero no es la primera vez que tienes una visión —se puso sería —. Es probable que Ale y Caro vayan a tener un encuentro peligroso en poco tiempo, así que hay que evitarlo.
—Pero —miré alrededor del laboratorio —. ¿Dónde está Ale?
Ambas buscamos a Ale inútilmente con la mirada en cada rincón, hasta que se nos ocurrió dirigirla hacia la entrada; la puerta estaba entreabierta.
—¿Tú crees que ella ya?
Iba a preguntar alterada, pero entonces un ruido de pisadas en la sala me interrumpió. Me alivie pensando que sería Ale que ya venía. No obstante, no permanecí mucho tiempo tranquila.
—Por aquí deben estar las humanas. Asegúrate de encontrarlas y llevarlas a Cazador.
—Ara ¿Dónde está Ale?
Repetí la misma pregunta de hace unos instantes, pero está vez más alarmada.
—No lo sé. Aunque puedo asegurarte que no se encuentra en la guarida.