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17. Castigo

Caro

¿Cómo es posible que tuviera tanta fuerza aún? ¿Qué pasa con ese veneno? Se supone moverse así. ¿De dónde sacó toda esa energía? Y ¿Por qué precisamente ahora está peleando en serio ?

—Alejandra, ya detente —pidió Araceli desesperada —. Basta.

—¡Eres una miserable Carolina! —bramó Alejandra sujetándome de los hombros —. ¡Te dije que no las lastimarás a ellas! ¿Por qué te empeñas a cegarte? Sabes perfectamente que lo que haces está mal. No trates de engañarme. Abre los ojos ¡Maldita sea! No eres la Carolina que siempre admiré. Recuerda quién eres.

De pronto, unas lágrimas suyas cayeron sobre mi rostro. Me había quedado tan paralizada y atenta a sus palabras que, no podía reaccionar.

Tenía mis brazos libres y, aun así, solo me quedé viendo esos indómitos ojos verde esmeralda derramar lágrimas llenas de arrepentimiento, dolor e impotencia.

No sé cómo ni cuándo pasó, pero también comencé a llorar. Era extraño. Sentía como un yo interior estuviera llorando por lo que hice, mientras que por fuera no podía hacer otra cosa; más que quedarme sorprendida y petrificada, como un títere que ha perdido su titiritero.

Es que ¿Acaso las sigo queriendo a pesar de todo? Pero ¿Por qué? ¿Qué es lo que me impide amarlas tanto?

¿Qué es este sentimiento de culpa y de pena? ¿Por qué tengo tantas ganas de abrazarlas y tratar de que dejen de sufrir? Quiero saberlo porqué. Quiero dejar de sentir este dolor. ¡Quiero recuperar mis recuerdos!

 

Ara 

Nunca había visto llorar así a Ale. Se notaba lo cuan desesperada y arrepentida que estaba por recuperar a Caro, tanto como la misma Caro.

Tal vez Ale no fue humillada en una discusión, pero su dolor ha ido aumentando poco a poco, a medida que perdíamos a Caro. Ahora ambas lloraban como un par de niñas.

Cerré los ojos mientras apretaba las manos para no llorar también, cosa que resultó imposible. Observé hacia donde se encontraba Lucy para ver cómo estaba, pero ella no estaba. Justo cuando iba a gritar su nombre, sentí un filo helado rodear mi cuello.

—No te muevas —susurró una voz ronca que me paralizó del miedo. Esa voz es de...

Ale y Caro miraron a mis espaldas. A Ale no le gustó para nada la sorpresa, y Caro aprovechó su distracción para quitarla de encima. 

Cuando Ale cayó al suelo, ella dio un grito de dolor; empezando a retorcerse. Además, de tener esas feas heridas, me di cuenta que algo andaba mal en su interior.

—Sujétenla —ordenó Cazador.

Century y un par de neófitos obligaron a Ale a levantarse, apretando con tanta fuerza sus heridas que, provocaron que gritará de nuevo. Con los ojos entrecerrados me observó a mí y a Lucy, quién estaba atrás en la misma situación; luego perdió la conciencia.

—Llévenlas a las mazmorras. Necesitarán un escarmiento.

Caminé atrás de mi hermana inconsciente, quien fue cargada por Century. Al pasar a lado de Caro, ella al instante corrió la vista, cuando busqué sus ojos llorosos. 

Había tanto que procesar, tantas preguntas por hacer, tantas cosas que decir y, ahora esto. ¿Cómo es que hemos llegado a esta situación? ¿Realmente Caro se ha olvidado de nosotras?

Al girar la cabeza para verla por última vez, antes de atravesar una puerta; ella me miró con una expresión de arrepentimiento. No todavía no la hemos perdido ¿Cómo le haremos para que se recupere por completo?

Sé que el plan de Ale al hacer esto fue ese, y aunque no haya logrado su objetivo principal; pudo conseguir que al menos algo en el interior Caro, fluyera a través de esas lágrimas.

Entonces eso quería decir que, matarnos nunca fue el verdadero deseo de Caro. Sin embargo, ¿Qué querrá? ¿Qué es lo que quieres en realidad hermana?

Caro

Mi cabeza daba vueltas una y otra vez sobre el mismo tema. Intentar olvidar era imposible, por lo que al final había decidido procesar todo lo que me ha sucedido; desde el momento que desperté en este mismo lugar, en esta habitación, en esta cama y con la misma cara de confusión de estos momentos.

Tras pensarlo de forma detallada, llegué a varias conclusiones que no me habían terminado de convencer, a excepción de la última. Y esta era que no pertenecía aquí, ya que Cazador nunca fue en realidad mi maestro, y las humanas son mis preciadas hermanas menores.

Debí suponerlo desde un principio. Siempre me resultó curioso que ellas fueran las únicas que podían hacerme sentir sensaciones extrañas, las que habían insistido en qué recuperará la memoria y las que lograban tocar mi corazón.

Observé hacia arriba observando el pañuelo que me quité de mi rostro. De alguna forma, presiento que el negro no es mi color, sino el rojo; la de líder. ¿Por qué el rojo? Bueno, es una corazonada, ya que creo que era la que dirigía a las humanas. Alguien me había elegido como líder, y ese alguien fue esa mujer llamada Miwa, mi madre.

Sé que dije que jamás las perdonaría por todo el daño que me hicieron, que ni siquiera perdiendo la memoria pude olvidar por completo lo de esa noche, pero ya fue suficiente.

 

Ya no me importa nada, las quiero y las necesito. Deseo estar con ellas ahora mismo. Ya he tomado una decisión. ¡Regresaré!

Me levanté de la cama, tomé una de mis katanas para sacar de su mango la daga envenenada; mientras la lanzaba lejos de mí, para luego guardarlas en sus fundas. Fui una estúpida por haber confiado en Darknight, nunca debí acceder a esto.

Si no mal no recuerdo, dijo que en el piso de más abajo se encontraba el antídoto; si voy ahí, conseguiré el medicamento para Ale. Aunque, ahora que lo pienso, cuando fui a la celda, ella se veía mucho mejor de lo que imaginaba.

¿Acaso ya la habían curado? ¿Cómo es que consiguieron el antídoto? Ellas no pudieron conseguirlo solas, alguien debía ayudarles.

«Moon», pensé de repente, teniendo sentido. Él era el único cuerdo en este lugar de locos. Vaya chico, ahora estoy seguro de que me gusta que me gusta.



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En el texto hay: terror, pesadillas, intrigas

Editado: 21.03.2024

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