Nathaniel recorría desesperado las instalaciones de la prisión en busca de Nicole. Sentía la desesperada angustia y necesidad de sacarla de ahí cuanto antes y de poder estrecharla entre sus brazos. De decirle que todo estaba bien, que no volvería a pisar nunca más ese lugar, que él siempre estaría junto a ella y, sobre todo, que la quería. Que la quería con todo su ser. Que la amaba como nunca lo había hecho a nadie y como jamás lo sentiría por ninguna otra persona. Y que sentía haber sido tan gilipollas de no habérselo dicho antes.
Exasperado miraba cada una de las celdas mientras esperaba encontrarse con tan ansiada mirada, pero parecía que ese encuentro nunca se daría, hasta que de pronto una figura de espaldas llamó su atención.
La chica estaba sentada con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas. La castaña cabellera caía de forma sutil y con gracia sobre sus hombros, y después de retorcía un poco sobre su espalda.
Nate sonrió medio aliviado. La había encontrado. El domador hubiese sido capaz de reconocerla en cualquier circunstancia y a cualquier distancia, y, por fin, ahí estaba de espaldas ante él. Estaba tan cerca suya, pero al mismo tiempo separada por esa aprisionante celda, que hacía que el joven se sintiese tan impotente....
—¡La he encontrado!—chilló con todas sus fuerzas.
Sabía que él solo no sería capaz de derribar ese cristal. Necesitaba la ayuda de su hermana y de Bruno para recatarla.
El firme grito hizo que Nicole se girase y mirase en silencio a Nathaniel. La domadora contempló serias los ojeras del joven que evidenciaban que llevaba demasiadas noches sin dormir; su pelo desordenado y alborotado, que le dejaba claro que no había dedicado ni un solo segundo a pensar en él; y sus ojos vidriosos, que parecían que en cualquier momento dejarían caer todas esas lágrimas que a duras penas llevaba siglos reteniendo.
Casi sin darse cuenta, la morena esboce una pequeña sonrisa. Le gustaba saber qué él iría a cualquier sitio por ella, pero, a la vez, temía que esa idea lo llevase a su perdición.
En cuestión de segundos Bruno y Claudia se posicionaron junto a Nate. La verdad era que ninguno de los otros dos tenía mejor aspecto que el primero. Sinceramente, parecía que los encerrados hubiesen sido ellos, en vez de Nicole.
—Tranquila, te vamos a sacar de ahí—aseguró Bruno.
El chico no tenía idea alguna de cómo iban a lograr sacar a su hermana de ahí, pero tenía más que claro que no se iría de allí sin ella.
Los tres chicos comenzaron a discutir diferentes opciones para lograr sobrepasar las defensas del lugar, pero ninguna de las ideas parecía resultar adecuada.
—¿En serio han venido sin un plan de escape? —Se escuchó desde una de las celdas contiguas a las de Nicky.
Los tres se giraron hacia el joven de unos veinte años con el pelo oscuro y algo enmarañado, la piel tostada, los ojos marrones y el cuello limpio de conexiones.
—¿Y quién es ese?—preguntó Bruno con evidente molestia.
—¡No es momento de presentaciones!—respondió su hermana sin dejar de mirar hacia el pasillo por si venía alguno de los hombres de Ezequiel—. El cristal tiene un punto débil en la esquina superior derecha. Si hacéis la suficiente presión creo que podríais logra agrietarla y que la estructura se viniese abajo—añadió ante la sorpresa de todos—. ¿Qué? He tenido bastante tiempo y pocas cosas que observar—sentenció mientras se encogía de hombros.
Los tres domadores hicieron caso de las palabras de Nicole y comenzaron a presionar con corrientes de viento la esquina indicada. Sin embargo, no ocurrió nada.
Claudia se mordió el labio inferior. La paciencia nunca había sido lo suyo.
—Bruno, tú mantén la presión con el aire; Nate, tú dedícate a humedecer esa zona—dijo mientras le ofrecía una botella de agua para ayudarlo en su misión—; yo calentaré la zona para facilitar la grieta.
Los dos domadores se giraron hacia la rubia. Clo, normalente, no solía participar en los planes y, por ello, siempre habían dado por supuesto que no era un gran estratega, pero en ese instante acababa de demostrarles todo lo contrario y había callado la boca de esos dos que, durante años, la habían molestado con ellos.
Claudia, Nathaniel y Bruno siguieron el plan de la primera y, en apenas unos minutos, el cristal de la celda comenzó a ceder. Una diminuta grieta apareció en él y eso provocó que, con la presión suficiente, toda la estructura se viniese abajo.
Los chicos se apartaron de forma rápida para que ninguno de los cristales impactase en ellos y, una vez sanos y salvos, Bruno generó una especie de nube de aire para bajar a su hermana hasta ellos.
—Quítame esto—repitió ella innumerables veces.
La peor tortura, además de la incomunicación, había sido el no poder usar sus poderes. Necesitaba sentir esa inigualable sensación de nuevo.
Bruno la miró sin saber muy bien cómo hacerlo, por lo que Nate dio un paso al frente, aparto a su mejor amigo y llamó a su grifo, quien, con un golpe rápido y seco, liberó a Nicky.