Iuvenis | #3 |

Capítulo 15. Volver atrás

Todos miraban expectantes y con un evidente nerviosismo a Óscar. Esperaban el momento en el que él sonriese al sentir algo por parte de su conexión. Sin embargo, eso no estaba pasando. De vez en cuando alguno desviaba con algo de miedo su mirada hacia el lago en busca de ese tentáculo que había ido en ayuda de la Domadora.

Mateo, en cambio, se había quedado con el semblante serio mirando fijamente al lago. Apenas parpadeaba y sus rasgos se habían endurecido. Y María no era capaz de fijar su mirada en ningún punto fijo. Se mordía las uñas una y otras vez aunque ya no le quedase nada de donde coger y se estuviese provocando pequeñas heridas en la zona. Ni siquiera era consciente de ello. Había entrado en un estado en el que su cuerpo estaba ahí, pero no parecía que ni un poquito de su alma le acompañase.

De pronto, el tan ansiado momento llegó, pero fue extraño. El kraken fue apareciendo poco a poco. Su ojo, atemorizante y bastante inespresivo, brillaba de un modo complicado. Parecía herido, dolido, cómo si fuese a llorar, cosa que no era posible. María levantó la cabeza y lo miró reteniendo las lágrimas mientras el kraken iba levantando su tentáculo.

Fueron apenas unos segundos, pero ella sintió una especie de conexión. Parecía que esa criatura le hablaba, que la comprendía, que le dolía la situación, pero sobre todo que no sabía cómo hacer para minimizar los sentimientos que en esos momentos desbordaban a la chica al ver como el kraken dejaba el cuerpo inerte de su madre en la tierra con suma delicadeza.

María corrió lo más rápido que pudo hasta llegar allí y arrodillarse junto a su madre. Bruno la persiguió para tratar de consolarla y la abrazó con fuerza por detrás. Quería sacarla de allí, que no siguiese viendo esa escena.

 —María —fue lo único que el domador pudo articular con la voz rota.

No sabía qué decir. ¿Cuáles eran las palabras correctas cuando su novia estaba frente al cadáver de su madre? Mejor dicho, ¿cuáles eran las palabras que había de pronunciar cuando la madre de su novia había muerto por ir a rescatar a su hermana? Estaba destrozado. La culpa lo comía por dentro. jamás había querido que todo este mundo le diese tan de lleno a su pequeña mariposa...

Por su parte, María ni siquiera escuchó a su novio pronunciar su nombre. Estaba absorta. Solo podía ver a su madre tirada en el suelo. Estaba pálida, con el pelo mojado que se había enredado y se había pegado a su cara. Levantó la mano y la colocó en el vientre de Dana, donde había una fea herida. Retiró como pudo la camiseta de esta y se quedó contemplando como un hilo de sangre caía por su quemado abdomen. Cerró lo ojos, se soltó del abrazo de su novio y se puso en pie.

—Todo va a estar bien —repitió una y otra vez con los ojos y los puños cerrados.

Trataba de concentrarse y de volver al pasado. Podía salvar a su madre. Sabía que podía hacerlo.

Todos miraron la desgarradora escena sin pronunciar ni un solo sonido. Era realmente doloroso ver a María, ver como no podía asimilarlo. Ver a esa niña, que no había sido educada en la perdida y el duelo, pasar por esa situación.

Bruno se levantó y volvió a abrazarla.

—Sí, todo va a estar bien —le afirmó con voz sobreprotectora.

—¡No!, ¡déjame! —chilló ella soltándose de nuevo de él—. ¡Puedo hacerlo!, ¡déjame! —volvió a gritar mientras sus lágrimas resbalaban alborotadas por las mejillas.

Todos, a excepción de Mateo le miraban desconcertados. ¿Qué podía hacer?, ¿a qué se refería la pequeña ignis?

Óscar dudó un segundo, pero finalmente dio un paso al frente.

—Tenemos que irnos ya. Nos pisan los talones y no se cuanto más mi kraken podrá defender la zona —sentenció.

El profesor sabía que era un momento duro, pero no había tiempo. Había que ser prácticos y si se quedaban ahí todos morirían. Podía sonar cruel, pero Dana ya estaba muerta. No se podía hacer nada por ella, solo llevársela y hacerle un honorable funeral. En cambio, el resto seguían vivos y debían seguir estándolos. Eran los únicos capaces de frenar a Ezequiel. No podía fallar a Barnor y a sus habitantes dejándoles en manos de ese tirano.

María se giró hacia Óscar hecha una furia.

—¿Es que no me has escuchado? ¡Dame un momento! ¡Puedo hacerlo! —gritó—. Solo un momento...

Estas últimas palabras ya no tenían fuerza. Sonaban más bien a súplica.

—Esperemos un poco —pidió Nicky con las lágrimas brotando.

Tenía la garganta seca. Notaba cómo le quemaba. Si había alguien que se sintiese culpable en ese momento era ella. Dana había sido como una madre durante varios meses y ahora.... Ahora estaba muerta por ir a rescatarla... A veces sentía que estaba maldita, que todas las personas que le querían a su alrededor acababan mal, que era su culpa...




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