Iuvenis | #3 |

Capítulo 27. Linaje

Mateo seguía escenificando la historia con sus poderes ante la atenta mirada de todos. Por primera vez los había dejado sin palabras. nadie lo interrumpía. Todos querían saber qué había pasado. Cómo continuaba la historia.

—Como os podréis imaginar. La misión no salió como esperaban. Los dragones no eran seres fáciles de amaestrar. Varios de ellos murieron, hasta que, de pronto, uno de ellos logró establecer una conexión con un aliento de fuego. Fue algo insólito. Nunca antes se había logrado. Eso lo cambiaba todo. Un dragón les daba poder. Un poder infinito. Si los domadores lograban conectar con los dragones ya no tenían por qué estar al servicio de los ignis. Sus conexiones ya eran lo suficientemente fuertes como para hacer frente a los fenix de estos. O, al menos, como para intentarlo —Sonrió—. Ahí fue cuando todo cambio. Se olvidaron de la misión y volvieron a casa dispuestos a tomar el poder. Arrasaron con todo lo que pillaron. Asesinaron a todos los ignis con los que se fueron cruzando. No querían que nadie se interpusiese en su deseo de gobernar. Y así fue como todos creyeron que  los ignis habían desaparecido, y los fenix con ellos. Se dejó de hablar de ellos durante mucho tiempo. Y con el paso del tiempo pasaron a ser tan solo historias que contar a los niños antes de irse a la cama.

El domador se quedó en silencio. parecía que había terminado, pero María seguía teniendo mil preguntas. Eso no explicaba de dónde venía ella, ni qué era ese trozo de piedra que le había mandado robar de las mazmorras.

—Pero, ¿qué paso con Neferet y Valle? Se supone que Neferet logró volver atrás en el tiempo y se salvó, ¿no? 

Eso era lo que le habían contado en su excursión con Nathaniel y Bruno.

Mateo esbozó una media sonrisa.

—Como de costumbre la historia tiende a olvidar o a quitar peso a las hazañas de las mujeres —Se encogió de hombros—. Sí, Neferet logró escapar con su bebé híbrido, pero también con medio centenar de personas que pudo transportar con ella —desveló.

—¿Cómo? Se escuchó al unísono.

—Los ignis tienen la capacidad de volver atrás en el tiempo, pero eso tú ya lo sabías —le dijo dedicándole una sonrisa cómplice a María —. Lo que me imagino que desconoces es que en ocasiones excepcionales pueden llevar consigo a alguna persona —Hizo una pausa—. Cuando la guerra estalló Neferet convenció a Valle de volver al pueblo y logró salvar a algunos natura, ventus, domadores y aqua. Volvieron hasta antes de la primera conexión con el dragón aliento de fuego y escaparon de esas malditas tierras —explicó.

—¿Y qué pasó con ellas? —insistió María.

—Neferet murió poco después. El desgaste mágico de llevar a tantas personas consigo la consumió —Miró a la ignis—. No te pongas triste, ella ya lo sabía cuando lo hizo. Fue su decisión. Salvó a su hija y a su pueblo.

—No entiendo qué tiene qué ver eso con nosotros —interrumpió Bruno algo confuso.

—Deja que termine de explicarme —pidió—. Los supervivientes crearon un poblado. Valle cuidó de la niña como si fuese la suya propia. Para ella seguía vigente el deber de proteger a la chica de sangre ignis. Era la única que quedaba. la única que podía reclamar su derecho de gobernar y traer de nuevo la paz a esas maltratadas tierras —Cogió aire—. Pasaron los años y las generaciones. Y ese linaje, cada vez más mezclado, dejó de poseer los poderes de una ignis. Ahí fue cuando el destino de ambas familias se distanció. La descendencia de Neferet se había convertido en un largo linaje de domadores. Ya no necesitaba la protección de la descendencia de Valle. Y eso sumado a que el poblado ya había olvidado su historia y deseaba unirse a los suyos hizo que sus destinos se separasen. Sin embargo el linaje de Valle jamás olvidó su destino y su misión. Guardaron el diario de Neferet para preservar su historia y vigilaron de cerca cada generación en busca de que naciese una niña que reviviese el gen ignis —añadió señalando a maría.

—¿Yo? —titubeó.

—Sí, María, tú. Por eso mi hija siempre estaba con tu madre. Por eso la ayudó a escapar del Morsteen, y por eso mis nietos y tú sentís una extraña conexión. Porque tú desciendes de Neferet y ellos de Valle. Y por mucho que la historia quiera acallar las hazañas de esas dos valientes mujeres, vosotros sois la prueba viviente de que su esfuerzo no fue en vano.

La ignis tragó saliva. ¿Sabría su madre algo de todo eso o se había sentido tan perdida como ella toda su vida?

—¿Y eso? —preguntó señalando al fenix de piedra.

—Oh, eso, como te dije, es tú futuro y puede que la salvación de todos nosotros.

—No entiendo —respondió ante el silencio de todos los presentes que seguían tratando de asimilar las palabras de Mateo.

—Como sabes, los fenix no pueden morir. Renacen de sus cenizas. Por eso las conexiones de los ignis son tan poderosas, porque son indestructibles. Cuando encerraron a Neferet en las mazmorras, apresaron a su ignis y lograron con la ayuda, y la muerte, de muchos domadores petrificarlo combinando sus poderes.

—¿Quieres decir que está vivo?

—Así es. El pobre está aprisionado desde entonces. Esperando a que alguien del linaje de Neferet pueda liberarlo.

—¿Cómo?

—Eso no lo sé. La leyenda dice que tan solo alguien por cuyas venas corra la sangre de Neferet será capaz de despertarlo, pero no dice cómo.

María tragó saliva. No sabía cómo hacerlo. ¿Por qué ponían todo el peso en sus hombros cuando ella acababa de perder a la persona más importante de su vida? 

—No, yo... no...

—María, es un ser vivo. No está dormido. Está petrificado. Sufre —insistió Mateo—. ¿No lo sientes dentro de ti? Quiere salir, por eso se manifiesta a través de ti. Necesita que saques toda tu fuerza.

Y de pronto la angustia comenzó a recorrer el cuerpo de María. Había sentido tanta rabia e ira cuándo algo había tomado el control de su cuerpo. Ese ser llevaba años encerrado. Aprisionado en su propio cuerpo. Sin sentir el calor de otro ser. Lo habían dejado allí solo para el resto de la eternidad.




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