Iuvenis | #3 |

Capítulo 2. ¿Venganza? Más o menos

El tiempo había ido avanzando sin que los presentes se fuesen dando cuenta y ya casi era la hora de irse a dormir. Todos necesitaban descansar aunque ninguno parecía dispuesto a reconocerlo.

Bruno había estado arisco con todos desde que se había enterado, de una manera tan abrupta, de lo que había entre su hermana y su mejor amigo; María había preferido obviar el tema y seguir buscando maneras de entrar en la prisión de Barnor; Nate se había pegado las horas mirando de reojo a su mejor amigo para ver cuál era el mejor momento de hablar con él, pero todos sus intentos habían sido inútiles y no había encontrado ni un solo instante; y el resto se habían pasado discutiendo entre ellos tratando de convencer al resto de que su idea de rescate era mejor que la del resto.

Bruno estaba cansado de todo y sabía que si seguía ahí mucho más explotaría contra el que hasta ahora había sido su mejor amigo, así que se dio media vuelta y se dirigió hacia una de las habitaciones. Nathaniel hizo amago de seguirlo, debía explicarle toda la situación. Sabía que era tarde y que tenía que haber sido él quien se lo contase, pero eso ya no tenía remedio.

—Mejor voy yo—dijo María interceptándolo en el camino.

Nate asintió con la cabeza, por mucho que le doliese sabía que su mejor amigo no querría hablar con él, y era mejor que la novia de este apaciguase los ánimos y allanase el terreno primero. 

—Espera—pidió la rubia mientras colocaba la mano en el hombro de su novio.

—No, es que, no...¡no me lo puedo creer!—explotó.

María se encogió de hombros mientras se sentaba en su cama y le indicaba a este que se colocase junto a ella, pero Bruno no paraba de andar molesto de un lado para el otro.

—¿Mi hermana y Nate?, ¿cómo se ha atrevido? —prosiguió furioso.

María comenzaba a marearse de verlo moverse todo el rato.

—¡Siéntate!

El chico se giró y la miró arqueando una ceja, ¿acababa de darle una orden como a los perros?

 —Quiero decir, cariño, siéntate, por favor—rectificó con voz dulce.

  —No quiero sentarme—respondió mientras seguía recorriendo la habitación.

María se estaba poniendo de los nervios.

—¡Siéntate ya!—chilló y de sus dedos comenzaron a salir pequeñas llamitas.

Bruno la miró algo preocupado. María había avanzado mucho con el control de su poder, pero nunca la había visto fuera de sí y no tenía excesiva confianza en que en ese estado lograse retener sus poderes, así que le hizo caso y se sentó junto a ella de mala gana.

—Es que no lo entiendo—dijo el chico apoyando su cabeza en ella.

—Pero, ¿por qué te importa tanto?—preguntó ella sin entenderlo.

—Es mi hermana—respondió Bruno como si esa frase justificase todos sus actos.

—¡Ya basta!—El tono de María estaba sorprendiendo bastante al chico, no entendía por qué ella estaba actuando así con él—. Y él es tu mejor amigo, ¿de verdad crees que alguien va a cuidarla más? —Hizo una pausa —Además, deja ya esa forma enfermiza de celar a tu hermana.

—¿Qué?, ¿a qué te refieres?—preguntó el chico.

Bruno estaba completamente perdido, ¿a qué se refería? ¿Forma enfermiza de celarla?, ¿él? Solo actuaba como un hermano responsable, y no entendía qué tenía eso de malo.

—Bruno, ¿de verdad no te das cuenta? Es tu hermana, y sabes que la adoro, pero es doloroso ver como siempre dejas todo por ella, sobre todo cuando Nicky no te necesita y no quiere que estés ahí.

—Pero...

—No, deja que termine. No puedes vivir tu vida con ella como tu centro, no es sano—Hizo una pausa—. Y no te equivoques, no te estoy pidiendo que me conviertas a mí en tu centro; tú debes ser tu propio centro—sentenció.

—Ella tiene razón.

La voz de Nathaniel los sobresaltó. Bruno fue a levantarse, pero María lo agarró del brazo.

—Que sepas que negaré haber dicho esto, pero María tiene razón, no os dais cuenta del daño que hacéis al resto y creo que la culpa no es solo vuestra, nosotros os hemos dejado que lo hagáis—reflexionó el Domador.

 Bruno se giró hacia su novia pensando en lo que Nate acaba de decir, ¿sería cierto eso?, ¿le habría hecho daño con su actitud? Eso era lo que menos había querido...

María, por su parte, tenía una enorme sonrisa dibujada en su rostro, ¡Nathaniel acababa de darle la razón! y no por fastidiar a Óscar o a algún otro, ¡en verdad pensaba que tenía razón! ¡Estaban avanzando!

—¡Quita esa sonrisa!—comentó Nate serio—. ¡Estamos reprochándole a tu novio su comportamiento!

—Me has dado la razón—dijo ella sin perder su sonrisa mientras se acercaba a él.




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