Ixthus 2 La Amenaza

2

Antes de abandonar la cueva, Naín consultó el mapa de los distintos refugios ixthus a donde podrían llegar y que, según Lael, se encontraban cerca de las ciudades a donde podría estar Sara.

— ¿Se ve prometedor?—preguntó Gera.

—De hecho sí, nos hemos ahorrado todo un día de camino. Llevamos buen paso, hay que seguir así.

—Pues en marcha entonces—dijo Gera con una enorme sonrisa en su cara. Naín se preguntaba de dónde sacaba tanto entusiasmo.

Naín guardó la tableta con el mapa, se caló la mochila al hombro y salió bajo la lluvia otoñal.

Quizá hubieran podido realizar el viaje en algún vehículo en vez de moverse a pié, pero ya que querían evitar al máximo las ciudades y las carreteras, decidieron tomar el camino largo pero seguro. Además, cada vez que llegaban a los refugios, los equipaban con todo lo necesario para continuar su viaje y eso incluía información sobre la localización de Sara, si la tenían.

En cada refugio estaban al tanto de lo que sucedía en la ciudad cercana a ellos, pues eran colocados de manera estratégica para poder introducirse en la ciudad sin ser notados y llevar así a más personas a la verdad.

Esa era una gran ventaja para Naín y para Gera, pues no tenían que arriesgarse a entrar en la ciudad para buscar a Sara. Sin embargo, habían pasado ya por dos refugios y en ninguno habían podido darles información relativamente importante.

Avanzaron en la negrura de la noche evitando las nudosas raíces de los árboles que sobresalían del suelo y los terrenos desiguales del bosque. La espada de cada uno iluminaba su camino, así como una lámpara a sus pies o una lumbrera a su camino.

Naín había descubierto que la luz de su espada no era visible más que para su portador, de tal manera que él no se guiaba por la luz de Gera ni Gera por la de él. Lo que significaba una protección más contra sus enemigos.

Naín avanzaba a paso acelerado entre la maleza y Gera le seguía el paso bastante bien, al menos, si estaba cansado, no lo hacía notar. Al poco tiempo, Naín dejó de preocuparse por él y aumentó la velocidad.

Clic, clic, clic.

Naín detuvo su marcha cuando escuchó ese sonido, apuntó la luz de su espada hacia el árbol donde escuchó el sonido.

— ¿Qué pasa?—preguntó Gera.

—Creí ver… a no importa, sigamos.

Clic, clic, clic.

— ¡Espera!—Dijo Gera—también escuché algo.

— ¿Qué crees que sea?

— ¿Una ardilla?

—No lo sé.

Clic, clic, clic.

— ¡Por allá!—dijo Gera señalando con el dedo.

Naín se giró y alcanzó a ver una pequeña figura animal encima de un pino, pero pronto se desvaneció cual humo.

— ¡Que rayos sería eso!

—No lo sé, pero hasta no saberlo, es mejor que nos apresuremos.

Naín reanudó la marcha e intentó olvidar el asunto. Se tranquilizaba a sí mismo diciéndose que en el bosque abundaban los animales y que eran ellos quienes emitían aquellos ruidos, no obstante, en su interior sabía que no existía ningún animal tan fino como el humo.

—He estado pensando—dijo Gera—que cuando termine mi entrenamiento básico me gustaría comenzar a estudiar enfermería.

— ¿De verdad?—dijo Naín incrédulo.

—Sí. Me encanta la medicina y soy muy buen lector, los grandes libros no serían problema para mí.

—Ya lo creo, pero yo pensé que querías ser un instructor, como tu padre, o un guardián. Por la forma en que los miras, apostaría a que te emociona ser uno de ellos.

—No los miro con emoción, los miro con incredulidad. Sin ofender a ningún guardián, pero creo que eso de estar parado todo el día sin hacer nada está del nabo.

La declaración de Gera sobre los guardianes hizo sonreír a Naín.

— ¿Qué te hace pensar que solo están ahí parados sin hacer nada?

—Jamás los he visto hacer otra cosa que eso.

—Pues lamento decepcionarte, pero eso no es lo que los guardianes hacen. En realidad su trabajo es un poco más “emocionante” de lo que piensas.




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