Ixthus 2 La Amenaza

8

Después de eso, su mente se relajó por completo. Sabiendo que ahora estaban seguros de cualquier peligro, se quedaron dormidos, al menos hasta que Corbán llegó a despertarlos, pues viendo que se tardaban para llegar  comer decidió ir a buscarlos.

Tocó la puerta suavemente y luego la empujó. Ambos jóvenes dormían a pierna suelta y roncaban furiosamente, todo el cansancio acumulado los hizo caer en un sueño profundo.

—Em ¿chicos?—dijo en un susurro.

Pero los jóvenes no escucharon nada, seguían perdidos en el mundo de Morfeo. Por un momento pensó en dejarlos dormir, pero dado que no le permitirían guardarles la comida habló un poco más fuerte.

— ¡Chicos!                                

De pronto los ronquidos cesaron y los jóvenes comenzaron a despertarse poco a poco.

—Vamos que la comida se agota—les dijo.

—Ya vamos, ya vamos—dijo Naín en un bostezo.

—Apresúrense.

Naín y Gera se desperezaron y luego se quitaron sus armaduras y se lavaron las manos. Corbán los guió con rapidez hasta el comedor, donde ya todos estaban sentados disfrutando de su comida. Tomaron unas charolas y se sirvieron todo lo que les apeteció. Querían aprovechar antes de partir y comenzar a sufrir escasez.

Después de la comida, salieron a explorar el lugar cada cual por su camino, les atraían cosas distintas y por eso se separaron. Gera se fue con Corbán a conocer las puertas restantes de Hieron mientras que Naín se acercó lleno de curiosidad a los mecánicos que laboraban afanosos en los camiones y botas.

—Buenas tardes—saludó.

—Buenas tardes—le respondieron.

Un anciano de paso firme se acercó y le estrechó la mano con fuerza.

—Tú debes ser Naín ¿cierto?—le dijo.

—Así es.

—Que gusto que estés aquí. Ven deseo mucho mostrarte en lo que estamos trabajando, así podrás llevar nuestros avances a Hekal.

—Con gusto.

El anciano lo invitó a ser parte de los experimentos con las botas. Naín estaba emocionado por poder volar, aunque fuera un poco. Cuando era niño siempre quiso hacerlo, soñaba con ello y cada vez que veía a un ave, la envidiaba. En ocasiones se subía al techo de su casa (ocasionándole varios sustos a la niñera) y con el aire en la cara, extendía sus manos e imaginaba que se iba muy lejos con sus alas. Que volaba a lugares donde nadie más había estado y empezaba una nueva vida. Lo que nunca imaginó, fue que entrar a los ixthus le haría ese sueño realidad.

—Bien, colócate aquí, en la marca roja—le indicó el anciano—. En un mundo lleno de mentiras, el trabajo del ixthus es llevar la verdad a las personas que no la conocen, es decir, llevar buenas noticias ¿recuerdas tu encuentro con Emanuel?

Naín asintió con la cabeza.

— ¿Y recuerdas que frase utilizó cuando te dio tus nuevas botas?

—Por supuesto “Buenas noticias”

—Exacto, ahora, piensa en esas buenas noticias que un día alguien te dio, piensa también en aquellos que las necesitan y con eso mismo intenta impulsarte.

Suspiró, lo que el anciano le decía era un poco complicado pero creía entender su punto. La armadura y él eran uno mismo, y sabía que ella lo complementaba en cada aspecto, así que se concentró, cerró los ojos como siempre solía hacerlo cuando estaba por experimentar algo nuevo y comenzó a escuchar un leve zumbido, no quiso abrir los ojos para ver si estaba funcionando, prefirió seguir pensando en cómo su vida había cambiado desde que se enteró de la verdad, pensaba en Sara, su sobrina, su amigo Amitai, en todas esas personas que habían sido obligadas a separarse de su familia por las mentiras de Lucio. Poco a poco se fue llenando de un coraje que lo invitaba a pelear por sus seres queridos y por aquellos que aún vivían en ignorancia, a nunca rendirse a pesar de lo que ocurriera.

Se había concentrado tanto que no estaba escuchando expresiones de asombro y sorpresa de los espectadores. Lentamente abrió los ojos y se llenó de vértigo cuando descubrió que se encontraba flotando a más de diez metros de altura.

—Wow—dijo—y ahora ¿Cómo bajo?

—No lo sé—gritó el anciano—nadie había subido tan alto.




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