Ixthus 2 La Amenaza

9

Eran en punto de las cuatro de la mañana cuando el despertador sonó. Aún amodorrados, se levantaron y comenzaron a organizar sus pertenencias. Corbán les había dicho que se presentaran en el comedor para entregarles los víveres y demás cosas que les serían necesarias.

Cuando llegaron el personal de la cocina ya estaba ocupándose en el desayuno que se serviría en unas horas más y Corbán ya los esperaba con un montón de paquetes sobre una mesa.

—Buenos días ¿Cómo durmieron?—les preguntó.

—Excelente—dijo Gera.

—Que gusto.

—Amm Corbán—dijo Naín—¿Qué son todos estos paquetes sobre la mesa?

—Sus víveres, claro.

—Corbán, es demasiado, no podremos llevárnoslos todos.

—Ah pero claro que podrán, síganme.

Corbán salió del comedor y los dos jóvenes lo siguieron. Llegaron a uno de los talleres donde estaban estacionados algunos de los camiones y un hombre de mediana edad estaba ahí, limpiándose las manos llenas de grasa en una franela.

—Buenos días padre—saludó Corbán.

El hombre sonrió a modo de saludo y aventó la franela a una mesa llena de herramientas.

—Buenos días a todos—dijo—¿han venido por el camión supongo?

—Así es padre, ellos deben partir inmediatamente.

—Pues démonos prisa entonces, vengan, les enseñaré cómo usarlo.

—Espere—lo detuvo Naín—creí que los camiones no estaban listos para realizar un viaje largo.

—Bueno, en realidad les hace falta mucho trabajo, todavía no he descubierto la manera de que no se detengan a mitad del camino, pero por órdenes del capitán, deben llevarlo. Aunque es un poco caprichoso, les permitirá moverse con mayor rapidez y sin la necesidad de combustible, al menos no como los convencionales que venden en las ciudades.

— ¿Qué es lo que usan entonces?

—Como todo lo que funciona aquí, con el fuego de la espada.

—Wow—exclamó Gera.

—Suena interesante, muéstrenos entonces por favor—pidió Naín.

El padre de Corbán tomó su espada y la introdujo hasta el fondo en una ranura que estaba en el tablero. De pronto se escuchó un zumbido seguido de un ronroneo y el camión comenzó a vibrar. Naín se asomó dentro del camión para echar un vistazo. Todos los mecanismos internos parecían funcionar perfectamente.

—Para mí es suficiente—dijo Gera luego de ver que todo parecía estar bien.

El hombre sacó la espada del tablero satisfecho y la volvió a guardar en su cinturón.

Regresaron al comedor y cargaron en el camión todos los paquetes. Empezaba a amanecer cuando ya estaban listos para partir. Corbán se acercó a Naín poco antes de que se subiera al camión.

—Escucha—le dijo—en cuánto a Sara, puedes irte tranquilo, yo la protegeré, personalmente estaré al pendiente de ella, te lo juro.

—Lo sé Corbán, confío en ti.

Los compañeros se estrecharon la mano y se dieron una palmada en el hombro. Naín prefería quedarse, pero entendía que por ahora su deber era irse para alertar a todos en Hekal del extraño acontecimiento en Eklessia.

Naín subió al vehículo y esperó a que el padre de Corbán cerrara el cofre. Luego que hubo echado el último vistazo al mecanismo se acercó a Naín por la ventana.

—Bueno creo que ahora si ya todo está listo—le dijo.

—Genial—suspiró—solo tengo una duda.

—Adelante.

— ¿Con qué podré echarlo a andar de nuevo si se detiene?

El hombre suspiró.

—Pues con mucha fe hijo.

Con esa respuesta Naín supo que ni él sabía lo que debía hacer cuando se detuviera. Quizá en llegado momento, debería abandonar el vehículo, quien sabe, ya vería lo que haría cuando eso sucediera. El hombre le dio una palmada en el hombro y se fue deseándoles suerte.

Naín echó a andar el camión introduciendo su espada en la ranura y luego condujo hacia la salida, donde estaba Corbán manteniendo la puerta abierta para ellos.




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