"La maternidad tiene un efecto humanizador. Todo se reduce a lo esencial"
Con el paso del tiempo, de la pareja nacieron los oyashima. Eran ocho grandes y poderosas deidades, cada una simbolizando las islas alrededor de Japón.
Izanagi se encontraba tan embriagado de euforia y poder como para percatarse de que una vez más el estomago de su esposa se encontraba creciendo. Aunque este pequeño hecho fue notado por Ame no Kunou, uno de los primeros dioses. Por alguna razón esto le dio un mal presentimiento y fue pronto a los oídos del dios primordial a advertirle de aquello.
—¿Otro hijo nuestro, esposa mía? Debo de haber sido bendecido por el universo sin duda alguna, pero dime, querida, ¿cuándo fue concebido este? No logro recordarlo —indagó Izanagi en un atardecer de otoño.
Durante uno de los miles de banquetes celestiales celebrados por sus hijos, había encontrado a su esposa apartada del lugar. Su estómago había crecido desde la última vez que le dio un vistazo, la misma vez que Ame no Kunou se lo había mencionado.
—Oh, esposo. ¿Cómo podrías recordar aquello? Fue luego de que te embriagaras con los demás seres divinos veranos pasados. Una noche inolvidable —Le sonríe con los labios cerrados Izanami.
Por alguna razón un estremecimiento nació de Izanagi. El primero y quién sabe si el último. Una vez más decidió pasarlo por alto y aceptar lo dicho por la diosa antes de volver a la calidez de las copas de sake.
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Editado: 11.05.2022