"Dicen que en un campo de batalla, la muerte y la destruccion lo dominan todo, que incluso tu más leal compañero podría traicionarte y convertirse en tu peor enemigo en su afán por sobrevivir
Después de pasar todo un día evitando a Lilith y a Alessandro, encerrada en la habitacion que le pertenecia a mi madre, decidí dirigirme al campo de entrenamiento para perfeccionar mis habilidades de combate, para el encuentro que tendria al dia siguiente con Hansol. Antes de ello, quise hacer una parada en el santuario; había pasado mucho tiempo desde mi última visita.
El santuario no era un lugar al que cualquiera pudiera acceder fácilmente. Era un sitio sagrado donde se fortalecía no solo el cuerpo, sino también el alma y el espíritu. Una vez dentro, las emociones y el alma eran desafiadas por su lado más oscuro y maligno.
En aquel lugar, cargar con energías negativas no era permitido. Se rumoreaba que aquellos destinados a liderar los clanes futuros no podían entrar si llevaban consigo esa carga. Si alguien ingresaba en el Santuario sintiéndose enfadado, frustrado o desilusionado, su reacción podía volverse violenta y grotesca, revelando su faceta más malvada y despiadada.
Por eso, antes de adentrarse en el Santuario, Alessandro exigía que nadie lo molestara ni enfureciera; nadie deseaba ser testigo de su lado más oscuro y aterrador.
Mientras me disponía a buscar a Percy, mi fiel caballo negro, para encaminarme hacia el campo de entrenamiento, escuché sonidos provenientes de la habitación donde se encontraba Zoella Smirnov, miembro destacado de la familia real de los elfos.
Quien habia llegado a nuestro reino con la importante misión de negociar un tratado de paz y solicitar apoyo en la inminente guerra contra los rebeldes del huracán del norte en Luzbel.
Los llamados "rebeldes", eran una organización peligrosa compuesta por exiliados, ladrones, violadores y desertores de las distintas razas, quienes buscaban apoderarse de los cinco reinos. Para luego derrocar al emperador.
Sin embargo, gracias al poderío de los vampiros, especialmente de Alessandro y yo, conocidos como los gemelos del terror, lográbamos mantenerlos a raya. Nuestra presencia juntos en el campo de batalla garantizaba la victoria en cualquier guerra.
Es por eso, que Zoella actuaba como representante de su hermano, Frank, líder y rey de los elfos, quien se encontraba enfrentando al enemigo directamente en ese momento. Sin embargo, las negociaciones se habian retrasado un poco debido a la inminente coronación de Alessandro como nuevo rey de los vampiros, y aunque mi deber era ayudarlos en este importante momento, no podía dejar a mi hermano solo en medio de la creciente tensión.
Pero eso no significaba que ella podia hacer cualquier cosa en mi hogar.
Mientras me dirigía hacia la habitación de Zoella para pedirle con discreción que moderara su tono o se retirara a un hotel, pues su comportamiento estaba causando revuelo en el castillo, una voz familiar proveniente del interior me obligó a detenerme abruptamente.
—Hmm, esto no está bien, Zoella— susurraba entre gemidos, sus labios buscando los de ella. —Podrían encontrarnos y meternos en problemas, recuerda que tengo pareja.
—Nadie nos descubrirá, Mikhail. Además, ella debe estar concentrada en su entrenamiento en este momento, sabes que tiene un duelo crucial mañana—respondió Zoella con tono desafiante, desabrochando suavemente los botones de su ropa. —No entiendo cómo puedes seguir con ella, siempre tan cubierta de metal. No me sorprendería si la engañaras a menudo.
—Cuando se despoja de la armadura, tiene su propio encanto—dijo Mikhail, riendo mientras se acomodaba cerca de ella. —Pero en este instante, eres tú quien me tiene asi—agregó, volviendo a besarla con pasión.
—Entonces, déjala y quédate conmigo—susurró Zoella, buscando su mirada con intensidad, pero el solo río negando con su cabeza.
—No te equivoques, Zoella—afirmó Mikhail, tomando su rostro con firmeza—. Ella es una vampira de gran poder, mientras que tú eres simplemente una elfa sin experiencia en combate—la observó detenidamente—. Lo único que puedes ofrecer es calentar mi cama—abrió aún más sus piernas—Nunca la dejaría por ti—Espetó, provocando que ella contuviera la respiración y forzara una sonrisa.
—¿Crees que te perdonaría si se enterara?—replicó la elfa con voz entrecortada.
—Ella me ama, Zoella— ¡Ja, maldito bastardo!— Estoy seguro de que lo haría. Solo tendría que arrepentirme y pedirle perdón de rodillas, y todo estaría resuelto—afirmó con seguridad.
Los susurros y gemidos se entrelazaban en el aire, sintiendo cómo el dolor apretaba con fuerza mi pecho. Con las manos temblorosas, retrocedí de la puerta, sintiendo un nudo en la garganta que amenazaba con ahogarme.
Al salir de ese lugar, tomé a mi caballo y cabalgué lo más rápido que pude hasta llegar al campo de entrenamiento, con una tormenta de pensamientos cruzando mi mente.
¿Por qué hizo eso? ¿Cómo se atrevía a engañar a una Russo? ¿Debería matarlo?
Sentía una mezcla de furia y tristeza que me consumían por dentro, quería regresar y enfrentar a ambos, arrancándoles la cabeza y enviándoselas a sus familias con una nota que dijera "con los Russo nadie juega". Sin embargo, tenía la certeza de que desencadenaría una guerra contra dos familias poderosas: los elfos y el emperador.