Izel

CAPITULO 6

IZEL

—Su Majestad — llamó Dereck a mi lado, sacándome del trance en el que me encontraba mientras observaba cómo mi hermano salía de inmediato tras la orden que le di — los acusados están esperando el juicio.

— ¿Qué tenemos aquí hoy? ¿Dos ladronas? — dije observando el informe que me había dado el soldado a cargo del arresto — y al parecer ella es la principal acusada. — señalé a la niña que se encontraba arrodillada al lado de su madre, con un aspecto lamentable; ni siquiera su cabello rubio resaltaba por estar tan sucio.

Al parecer eran humanas, pero con una piel tan pálida que cualquiera las confundiría con vampiras. — ¡Entonces... a quién debería mandar a la guillotina primero?

— ¡Su Majestad, fue culpa mía! ¡Por favor, perdone a mi hija! ¡Es solo una niña! — bramó pidiendo clemencia la madre.

—No, mi reina. ¡Esa mocosa insolente fue la que entró a mi joyería y se llevó un collar de rubíes que cuesta más de un millón de platinos de oro! —acusó un hombre regordete de mediana edad, dueño de una boutique en el centro de Génova, un lugar en el reino al que solo las personas de gran riqueza podían acceder. —Si no fuera por mi asistente que la atrapó, mi negocio estaría al borde de la quiebra. ¡Son unas viles ladronas!—sentenció con indignación.

Ambos eran elfos que habían llegado a comerciar los rubíes exóticos envueltos en cadenas de plata del reino de Luzbel, tierra de los elfos. Eran provenientes de una de las tantas minas que poseían, y dos de las más grandes me pertenecían debido a mi ayuda en la guerra de su pueblo.

— ¡No es cierto! Solo quería dinero para las medicinas de mi mamá. — Lloriqueó la niña con voz entrecortada por las lágrimas.

— ¡Silencio! —interrumpí bruscamente, mostrando mi impaciencia. — No les he dado permiso para hablar.

— Su Majestad, pero... — intentó explicarse el elfo.

— Parece que buscas que te corte la lengua, elfo —amenacé con dureza.

— Disculpe...

—Dime, niña humana, ¿por qué intentaste robar un collar de semejante valor? ¿Cuánto cuestan realmente las medicinas de tu madre? ¿O acaso anhelabas tener más de lo que necesitas? ¿Alguien te obligó a hacerlo? —pregunté con curiosidad, analizando la situación con detenimiento. Si bien estaba acostumbrada a lidiar con delincuentes, nunca antes me había enfrentado a una situación así involucrando a una niña.

— Seguro fue idea de su madre para huir del reino. Ella sabe bien lo que le sucede a los ladrones en este país —intervino nuevamente el elfo.

—Si vuelves a interrumpir, cumpliré mi amenaza —respondí con firmeza.

— Eso no es cierto, yo solo hice lo que ese señor me dijo y me prometió dinero para las medicinas de mi mamá —confesó la niña entre sollozos, señalando al joven elfo asistente.

— Vaya, vaya —sonreí con astucia— al parecer tendré que ajustar la guillotina para un elfo traidor.

— Es-eso, no es cierto su majestad —se arrodilló el joven acusado por la niña— ella es la ladrona, yo jamás haría algo así.

— Claro que sí, tú me dijiste que de esa forma ayudarías a mi mamá.

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— Para tener cinco años, eres bastante fuerte, pequeña. A pesar de que tus lágrimas siguen cayendo por tu rostro sucio de tierra —suspiré—. Traigan comida para la niña —ordené, reconociendo la valentía de la niña en medio de la adversidad.

—Tengo seis no cinco—corrigió y su madre la jaleono obligandola a quedarse de rodillas, sonreí ante su valentia.

— Pero señora, ¿cómo puede dar alimento a estas viles ladronas? —intervino el elfo.

— ¿Cómo te llamas, elfo? —pregunté, mostrando interés en escuchar su versión de los hechos.

— Astor, su majestad.

— Bien, Astor, dime.. ¿acaso estás cuestionando las órdenes que doy? ¿Acaso deseas unirte a aquellos que enfrentan la justicia? —respondí con firmeza, dejando clara mi autoridad.

— No, su majestad, jamás haría algo así, pero considero que ellas no merecen compartir nuestro alimento —expresó con cierto descontento— Además, mi asistente Arthur no tiene nada que ver en esto, él fue quien las atrapó.

— Lo que merezcan o no, seré yo quien decida. Porque para eso soy la reina y mi palabra es la ley—

—Disculpe mi negligencia su majestad, usted tiene toda la razón—

—Ajusten la guillotina que hoy morirá un elfo traidor—ordene con desdén

— Pero señora, yo no hice nada; ¡¿Por qué intenta matarme?! —gritó el joven elfo al oír mi orden.

— Dime, Arthur, ¿realmente no tuviste participación en esto? ¿Está la humana mintiendo? —me acerqué a él buscando la verdad.

— Por supuesto, yo fui quien las atrapó. Ella miente al igual que la zorra de su madre —murmuró en un intento de defender su inocencia.

— No es cierto, tú eres el mentiroso. Tú me dijiste que lo hiciera —acusó la niña, mientras la madre permanecía en silencio, observando la escena con preocupación.

— No me gustan las groserías, Arthur, y mucho menos que desprecies así a las mujeres en mi presencia. Además, te pregunto nuevamente: ¿estás seguro de que ellas mienten y no tú? —indiqué con severidad, exigiendo honestidad.

— Estoy seguro —respondió con determinación.

— Bien, entonces no tendrás problema en que un brujo examine tus recuerdos y los de la niña para descubrir la verdad. Pero si encuentro algo en tu mente que contradice tus palabras, no dudaré en aplicar un castigo severo. Empezaré por cortar tu lengua, luego te haré pedazos y se los daré de comer a mis bestias, ellos adoran la carne de elfos. Y todo esto lo haré mientras sigas vivo, por engañar a tu reina —sentencié, desenfundando mi espada.



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En el texto hay: fantasia, machismo, guerra

Editado: 07.09.2024

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